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ldefonso Falcones acaba de publicar su nueva novela, 'Esclava de la libertad', una obra en la que aborda dos historias, una ambientada en la Cuba del siglo XIX y otra en el Madrid del siglo XXI. Las dos están protagonizadas por mujeres. Una es una ... esclava que lucha por la libertad de todos los de su raza y la otra, una española hija de inmigrantes que, aunque vive en el barrio Salamanca, sufre todo tipo de discriminaciones por el color de su piel. Una obra, editada por Planeta y que denuncia fundamentalmente todo lo que ocurrió en la Cuba del siglo XIX con los esclavos – «España fue el último país en abolir la esclavitud», según dijo– y que presentó ayer en el Ateneo en un nuevo acto organizado por el Aula de Cultura de El Diario Montañés.
Acompañado de Manuel Ángel Castañeda, periodista y presidente del Ateneo, y de Javier Menéndez Llamazares, crítico literario de este periódico, el autor regresa a Santander con una historia que empezó a escribir hace muchos años, casi al mismo tiempo que promocionaba su primera novela, 'La catedral del mar', y que ahora ha concluido porque tenía necesidad de escribir. En ella aborda un tema que apenas se ha tratado en España, que fue el de la esclavitud en las colonias. «Algo que me impactó mucho porque no se abolió hasta 1880 y eso ha sido apenas hace cuatro generaciones. En la época de mi abuela, que vivía en España, en Cuba había esclavos. No estamos hablando de la época del Medievo», sostuvo.
Sí admite que «la legislación española, al menos, los reconocía como personas, cosa que no sucedía en los países anglosajones, pero lo hacían bajo la perspectiva de que los negros no podían valerse por sí solos y necesitaban el control de los blancos». Sin embargo, cuando el resto de países acabó con ello, en Cuba se «ideó» una fórmula para que los negros continuaran siendo explotados en los ingenios azucareros. «El tráfico no estaba permitido, pero sí su explotación por lo que comienza el contrabando de personas y lo que es peor se crearon auténticas ganaderías humanas en las que las mujeres eran obligadas a parir para poder tener siempre mano de obra», denunció el narrador.
Para escribir esta novela, Falcones llevó a cabo un intenso proceso de documentación en el que encontró muchísimas fuentes en las que fundamentalmente se aborda la forma en que los blancos veían a todas estas personas, –incluso tenían sus propios vademecum– , una situación que ve comparable al genocidio de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
En total, según expuso, alrededor de catorce millones de personas sufrieron esta lacra «y ni ellos ni sus descendientes han recibido nunca compensación de algún tipo. Nos hemos plantado en siglo XXI con secuelas claramente visibles de toda aquella época y parece que la ONU por fin está intentando su reconocimiento».
Aunque no quiso dar ningún nombre, sí reconoció que algunos de los marqueses esclavistas que aparecen en su obra están basados en personajes históricos. «Hay muchas fortunas en este país que se sustentaron en el esclavismo. Todos las conocemos pero no es mi función denunciarlas. Hay empresas e incluso un banco extranjero que han pedido perdón, cosa que no ha ocurrido en España», tal y como afirmó. «Así que no me parece mal que muchos jóvenes activistas pidan la retirada de estatuas de estos que se hicieron ricos con esclavos. A mí no me gusta y creo que alguien que esté demostrado que adquirió su fortuna así, no debería tener una estatua», aseguró. Por último también afirmó que en contra de lo que se ha creído, la música espiritual negra y el blues que tienen su origen en las plantaciones, «no nacieron de la alegría. Los negreros les obligaban a cantar, les molían a latigazos si no lo hacían, porque cantar les impedía pensar».
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