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Gerardo García (Santander, 1970) alterna su actividad artística con la docente desde los años noventa y siempre con la cerámica como forma de expresarse. ... Sostiene que «la cerámica es el resultado de un largo proceso. Un tiempo que va desde que se formula la arcilla, hasta que se cuece y se seca. Hay que tener mucha paciencia hasta ver la obra acabada y en ese periodo hay que detenerse a observarla porque los materiales no se comportan siempre de la misma manera. Así que tienes que hacerte amigo suyo. Estar pendiente de él, ver lo que le gusta y lo que no porque la arcilla es un material que absorbe todas las incidencias que nos pasan y a veces nos traiciona». Todo ese proceso, que él define como «vital» en la cerámica, requiere calma y paciencia, según reitera. «Estamos acostumbrados a que hoy en día todo sea muy inmediato. Muy rápido. Y a veces se echa en falta el silencio». Es esta última reflexión la que le ha llevado a titular su primera gran exposición en Cantabria 'Tácet. El silencio hecho cerámica'. Un término que se utiliza principalmente en la música para definir esos silencios que aparecen en las composiciones pero que forman también parte de la obra. Y la que él muestra en Los Arenales, en el edificio de la Biblioteca Central y el Archivo Provincial hasta el próximo 29 de este mes, es además una declaración de intenciones en la que quiere poner de manifiesto las potencialidades de la cerámica desde una perspectiva diferente, escogiendo trabajar con este medio por sus posibilidades materiales y su capacidad de registrar cada evidencia.
Comisariada por Emilio Ocejo, 'Tácet' constituye una exposición prácticamente inédita en las programaciones y temporadas expositivas habituales, que demuestra que los artistas que trabajan con cerámica son a menudo definidos por su medio, a diferencia del resto de artistas plásticos que son definidos por su actividad. Con ello, Gerardo García busca cuestionar el planteamiento tradicional de la cerámica de expresarse a través de materiales para explorar la libertad de convertirla en un vehículo de creación que se expresa a través del artista.
En síntesis y tal y como él mismo explica, la muestra se enmarca en una reflexión: «La ausencia de límites en el arte actual, emparejada con la disolución de las definiciones clásicas de arte, dificulta describir y codificar las obras en cerámica que no son funcionales, debido a que no entran en lo que conocemos como cerámica artística o escultura».
Según explica, la cerámica le «atrapó» hace más de treinta años. Ha trabajado con otros materiales como óleo y acuarela pero no ha encontrado otro proceso de creación artística tan interesante como este. «No es un mero soporte pues no te suelta durante todo el recorrido». Y no es fácil, añade. «La producción es muy costosa. Se necesita maquinaria, un taller con determinadas condiciones... Pero a mí me sigue ofreciendo mil caminos. No se agota nunca», dice.
En cuanto a si la cerámica se considera un arte, como la pintura o la escultura, o un oficio, este artista reconoce que él no la entiende como la hermana pobre si no como un proceso más del arte contemporáneo. Si bien es cierto que aunque «hace décadas que la cerámica entró en museos y galerías y es reclamada por coleccionistas, en determinados parámetros se sigue viendo como artesanía o un arte menor por aquello del uso, de lo cotidiano, del diseño», reconoce. Él mismo afirma que en su trayectoria ha hecho un viaje inverso. «Yo siempre he torneado y en la exposición se muestra una instalación que son piezas de torno, aunque hubo un momento que para mí fue necesario no hacerlo para reivindicarme como algo más que un alfarero. Pero ha pasado mucho tiempo y ya no necesito justificarme en los discursos de otros. Y cuando digo que no soy un alfarero no lo hago como desprecio. Todo lo contrario. Creo que es un gran oficio que se aprende y desarrolla durante toda una vida; la diferencia está en la mirada, en el discurso de nuestras piezas».
La creación artística de Gerardo García va de la mano con su experiencia docente, que discurre por cursos de cerámica en la Universidad como conferenciante y profesor de cerámica en diversos centros culturales de Madrid. Ahora mismo tiene su propia Escuela de Cerámica, que lleva su nombre y se sitúa en la calle Cisneros de Santander, y sí se le pregunta por el futuro reconoce que «la cerámica como oficio asociado a los que tradicionalmente entendíamos está muy complicado. Creo que el mundo de los alfareros por desgracia tiende a desaparecer». Pese a ese aciago panorama, el cántabro también vislumbra otras posibilidades: «Hay nuevos caminos. Ya no se incorpora como un accesorio de la decoración si no que ha alcanzado un gran protagonismo y ahora mismo no sólo ha entrado en museos o galerías, también está muy presente en estudios de arquitectura y de diseño».
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