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Jesús Movellán Haro (Santander, 1992) acaba de publicar 'Los últimos de la tricolor' (Ediciones Universidad de Cantabria). Investigador postdoctoral de la UC, se integrará en enero a un proyecto sobre la construcción de la memoria en la Universidad de La Rioja tras un periodo de ... trabajo sobre el republicanismo en el tardofranquismo y la transición que ha alumbrado una monografía que escruta el republicanismo histórico, relegado en la transición.
-Habla de cierta ruptura en lugar de la evolución que se plantea como paradigma dominante. ¿Cree que es incorrecto?
-No es que sea incorrecto. Creo que tenía bastante razón Santos Juliá cuando hablaba de la ruptura pactada, con fuerzas de izquierda dispuestas a negociar con el gobierno posfranquista. Hay un periodo de posfranquismo hasta las elecciones de 1977, y luego ya podríamos hablar de la transición. Hasta ese momento sí hay un continuismo muy claro, pero partir de ahí sí hay un cierto pacto, o ese consenso, que se ha dado en llamar, y que se ha utilizado de forma muy abusiva en los últimos años.
-Define la extrema izquierda como lo que se sitúa a la izquierda del PCE, que incluso renunció a la tricolor, pero esas fuerzas no tuvieron relevancia. ¿Hubo una verdadera creencia de que se podía recuperar una república o se asumió, incluso entre esos sectores, la monarquía parlamentaria?
-Yo defino el republicanismo del PCE como de afiliación. Se entiende que la República es una forma de Estado, simplemente; un medio para conseguir otros fines. Y en ese contexto está también el PSOE. Acción Republicana Democrática Española (ARDE), como el Gobierno de la República en el exilio, creen en un republicanismo de filiación; la República como el fin último. No es raro pensar que el PCE fuera pragmático o que también lo fuera el PSOE. Los republicanos históricos no renuncian a ella y esa es una de las causas de su marginación.
-Se convirtió el Gobierno en el exilio en una figura decorativa?
-Ángel Duarte hablaba de él metafóricamente como una 'pieza de jardín botánico'. Desde los años sesenta sus únicos miembros son de ARDE y una minoría socialista, pero los comunistas ya no están, así que era relativamente sencillo tanto para el PCE como para el PSOE de Suresnes dejarlo atrás; era una institución que molestaba.
-¿Hubo alguna opción real de reinstauración republicana?
-Era muy complicado porque las propias instituciones la tenían mucho miedo. El franquismo hizo un trabajo muy concienzudo de educación y manipulación hablando de que la república era igual a guerra. Y no había una impregnación social suficiente, aunque en las calles se cantara 'España, mañana, será republicana'.
-Traza un recorrido entre 1969 y 1977, antesala de una transición que se hizo con ruido de sables. Ahora, con la perspectiva histórica de más de cuarenta años y la democracia consolidada, ¿es el momento de una revisión?
-Yo cero que sí y en eso estamos desde hace años los historiadores. Una revisión siempre es saludable y a eso nos dedicamos. Pero una revisión no implica una destrucción sistemática, ni mucho menos renombrar la transición como el régimen del 78, que es un término muy mal utilizado. Dicho esto, sí que es cierto que habría que revisar ciertas cosas. Por ejemplo, aunque sea entrar en un jardín, la amnistía. ¿Hasta qué punto se ha conseguido en materia de memoria y reparación, todo lo que se debería haber conseguido? El propio Felipe González reconoció, después de sus mayorías, que tal vez deberían haber hecho más.
-No le gusta 'régimen del 78', pero técnicamente es una nomenclatura correcta...
-No es por el concepto en sí mismo, que claro que es técnicamente correcto, sino por el uso que se hace de él. Se emplea mal el término cuando se hace de forma abusiva, desde un mal entendido revisionismo, para justificar que todos los males que sufrimos hoy vienen de la transición. Eso es lo que me parece incorrecto.
-Sin embargo, sí es partidario de una revisión de aquel periodo...
-Se puede hacer revisionismo de forma saludable y mantener una perspectiva crítica sobre la transición, que no fue modélica, como no lo es ningún proceso histórico. Hubo muchísimas sombras y mucha violencia, pero no se puede trabajar solo en derribar los tópicos o incluso los trabajos de historiadores anteriores: eso es tener una visión partidista de la historia y es un error. Quizá fuera más interesante plantear hasta qué punto hemos permitido que el término constitucionalismo sea utilizado constantemente y de forma abusiva precisamente por aquellos que no estarían nada dispuestos a aprobar una Constitución en 1978.
-¿Aquello fue un ejercicio de reconciliación o de amnesia?
-Los republicanos de los que trato en el libro, los de ARDE y el Gobierno de la República en el exilio, fueron objeto de cierta amnesia. No tenían posibilidades ni capacidad operativa como para erigirse como una oposición clara y no entraron en la Platajunta, de modo que fueron sometidos a una amnesia en la que ellos mismos tenían mucho que ver, porque quisieron estar solos.
-¿Existe aún franquismo sociológico en España?
-Sí. Arrastramos un déficit de educación política en España que no viene de la transición, sino del franquismo, y que tiene mucho que ver con eso.
-Vivimos una época en la que pseudohistoriadores, pero también historiadores profesionales, hacen una revisión del periodo republicano basado en datos falsos y que sin embargo está calando. ¿Qué ha ocurrido no solo para que llegue al mainstream, sino también al ámbito académico, donde había un relativo consenso?
-Son enfoques muy discutidos que, como bien señala, falsean los datos, lo que es una negligencia metodológica, pero que alimentan a la ultraderecha para seguir con lo que a día de hoy se suponía más que superado por la historiografía. No son en absoluto la tendencia mayoritaria en el ámbito historiográfico. La Guerra Civil no era inevitable, el supuesto fraude electoral no justifica el golpe de Estado y la República no había nacido muerta. Quizá el problema es la poca visibilidad que los historiadores queremos o conseguimos dar a nuestro trabajo.
-¿Queda alguna reminiscencia de aquellos republicanos de IR y ARDE, o su cultura se diluyó?
-Eso es lo que me planteaba: hasta qué punto había quedado algo de aquella cultura política, que sobrevive a Franco, intenta planear una acción política y finalmente se diluye. La última iniciativa fue la recuperación en 1975 de la conjunción republicano-socialista. Se firmó entre una facción del socialismo histórico y los republicanos de ARDE para tratar de reimpulsar aquello. No llegó a nada, pero sirvió para que se reorganizara. No se les legalizó para las elecciones del 77, sí unos meses después, y después el partido se escinde en Izquierda Republicana, que tras valorar su disolución será una de las formaciones que funden Izquierda Unida. Las propuestas republicanas actuales son distintas; son una respuesta contracultural precisamente al régimen del 78.
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