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Isabel Rábago asegura que llegó al mundo del arte por casualidad. Tampoco se explaya mucho cuando se le pregunta como llegó a formar parte de un proyecto, El Cantil, que junto con otras galerías ya desaparecidas, marcaron el devenir cultural de la ciudad a ... finales del siglo XX y principios de este. Como homenaje a aquellas salas de arte, a los creadores que pasaron por El Cantil y, sobre todo, al trabajo que desarrollan los galeristas, Rábago reúne durante todo el mes de mayo en el Espacio Fraile y Blanco una serie de pinturas y fotografías que forman parte de la historia de aquel proyecto. La cántabra, que lamenta que todo aquel potencial artístico que había en la región por entonces no pudiera salir de la periferia, se extiende mucho más hablando de los artistas que protagonizan esta muestra que de ella misma. Deben ser gajes de un oficio de «ilusionados» por el arte, como ella misma define, cuya misión está en contentar a todo el mundo y que, por lo tanto, «como los artistas también se frustran». Rábago fue artífice de míticas exposiciones en Santander que saltaron a los medios nacionales como la que protagonizaron Fabio Mcnamara y Antonio Villa-Toro en el año 2004 o las fotografías que Arnold Newman tomó a Marilyn Monroe siete meses antes de su muerte y que se mostraron por primera vez en El Cantil en el año 2002. Diez años después del cierre de su galería, reconoce que está bien que el arte salga a la calle «porque es una manera de educar la estética de la gente» y asegura que «convivir con imágenes hechas por artistas con cierto talento es muy bueno para el alma del ser humano».
-¿Por qué esta exposición y por qué ahora?
-Fue un propuesta de Jesús Mazón, al cumplirse diez años del cierre de El Cantil y que me permite agradecer públicamente el trabajo que realizaron a los que yo considero 'mis artistas'. A los que traté y he querido. Algunos ya no están con nosotros y me pareció que volver a colgar sus obras es una forma de recordarlos. Es una mirada nostálgica que espero que sirva también para reivindicar el trabajo de los galeristas.
-¿En qué consiste ese trabajo?
-Un galerista es un ser ilusionado. Detrás de cada exposición hay mucho más que el esfuerzo económico e intelectual que se ha invertido en ella. Hay muchas ilusiones puestas. Los galeristas se parecen a los artistas en que también se frustran.
-En la muestra hay una selección de pinturas de algunos de los artistas con los que trabajó. ¿Le costó mucho hacer la selección?
-He intentado mostrar las estéticas por las que acertada o equivocadamente aposté y por eso hay una representación de la parte más clásica de El Cantil, pero también la más moderna. Está todo en lo que yo creía por entonces. El Cantil fue un proyecto que me apasionó y sigo pensando que las obras de estos artistas siguen estando vigentes, aunque no sean lo último de lo más moderno.
-No falta la fotografía, y entre las joyas está la que fue portada de 'Interviú' con un desnudo de Marisol. ¿Cómo se hizo con esta foto?
-Siempre me interesó la fotografía desde el punto de vista de documento. La primera muestra que hice fue con las fotos que Arnold Newman hizo sobre Marilyn. Luego, Fernández Punsola y yo contactamos con César Lucas para hacer una exposición con imágenes del Che Guevara en España. Recuerdo que tuvimos que pedir las fotos a Europa Press. Y a partir de ahí se me ocurrió hacer una muestra con distintos trabajos de César Lucas porque el mismo que hizo esas fotos con 18 años, hizo otros trabajos, como esta foto de Marisol que es un documento en sí misma porque se convirtió en un icono del PSOE y de la Transición.
-En su época había varias galerías en Santander que fueron desapareciendo. Ahora hay un resurgir de espacios que se han convertido en sala de exposiciones. ¿Qué le parecen esos lugares?
-En Cantabria siempre han existido espacios donde exponer porque ha habido una enorme preocupación por mostrar y dar a conocer. No conozco las salas nuevas pero me gusta que las obras salgan de las galerías. Uno de los últimos trabajos que hice antes de retirarme fue 'Arte en el Barrio', con María San Segundo, de Acuarela, que consistió en exponer cuadros en las tiendas de la calle Cisneros. Me parece importantísimo que el arte sea accesible porque es una manera de educar la estética de la gente y de animarla para que vaya a visitar museos y galerías. Me gusta mucho el arte en la calle y soy partidaria de que no sea algo cerrado, ni tan elitista. En las galerías está todo pensado para que la gente se deleite con las obras y creo que las exposiciones en la calle lo están para que la gente descubra el arte. Convivir con obras hechas por artistas con cierto talento es bueno para el alma del ser humano.
-¿Cómo llegó Isabel Rábago al arte?
-De casualidad. Siempre me gustó. Yo hice Magisterio y Ciencias Sociales, pero de pequeña ya me interesaba el arte. En COU tuve una profesora de Historia del Arte buenísima que fue la primera en llevarnos al Prado. Luego fue el azar el que me hizo formar parte de esta galería
-¿Que fue para usted El Cantil?
-Un reto y un sueño. Culturalmente creo que lo hice bien. Económicamente, creo, lo hice fatal. A nivel de arte y conocimiento estoy contenta, económicamente no tanto, aunque no cerré por causa del dinero si no porque apenas me quedaba tiempo para la familia. En la vida hay que priorizar y yo opté por la familia.
-¿Se hacen amigos en el mundo del arte?
-Sí y aprendes mucho de ellos. Salvo excepciones yo traté con artistas ya mayores que me enseñaron mucho de su historia vital y de su manera de vivir el arte. Con la mayoría de ellos entablé una relación de amistad.
-Tendrá muchas anécdotas. Cuéntenos alguna.
-Cuando acabó la exposición de Arnold Newman con las fotos de Marilyn le mandé un libro de poemas en inglés de Pepe Hierro, 'Poeta en Nueva York'. Al poco me llamó y yo pensaba que era para darme las gracias, pero era para pedirme que le mandara otro exactamente igual. Y es que al parecer él tenía dos bibliotecas que eran una réplica de la otra. Entonces si colocaba un ejemplar en una tenía que poner otro igual en la otra. Lo peor de todo es que yo ya no me acordaba que edición del libro le había mandado (ríe).
-El trabajo de la mujer en el arte ha sido invisible. ¿Usted ha sido discriminada?
-Yo no. Pero es cierto que a las mujeres artistas les ha costado más llegar que a los hombres. He trabajado con muchas que acabaron aplazando su carrera por eso mismo. Las mujeres priorizamos muy bien y este mundo del arte es muy difícil. Si fuera una modalidad atlética sería una maratón.
-¿Cómo ve a los jóvenes artistas?
-Por un lado lo tienen más fácil que antes porque hay más accesibilidad. Pero para ser un buen artista hace falta actitud y perseverancia. Aprender a luchar contra la frustración y tener mucha seguridad en uno mismos. Creo que no hemos educado a los jóvenes para esa maratón de la que hablábamos antes. Vivimos en una sociedad en la que todo tiene que ser rápido. Hace tiempo los artistas eran también intelectuales y echo en falta esa base filosófica y literaria. No todo es la estética.
-¿Hacía donde camina el arte?
-Hacia la arquitectura sin duda. Se ha pasado de visitar museos y galerías para ver exposiciones a querer ver edificios de arquitectos. Desde hace unos años la arquitectura ha cogido un rango artístico más grande que la pintura o incluso que la fotografía o lo audiovisual.
-Ha salido de su retiro para esta exposición. ¿Tiene algún otro proyecto en mente?
-Lo bueno de la vida es dejarte sorprender. Sinceramente no creo que haga más incursiones de este tipo en el mundo del arte, pero a lo mejor me decido a explorar otros caminos. Me gusta que cuando las cosas se acaban se acaben de verdad.
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