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Javier Sobrino
Lunes, 3 de febrero 2025, 07:42
Francesca d'ell Orto (Milán, 1991) visita esta semana para hablar de su trabajo en varios colegios y bibliotecas de la región dentro de los encuentros que Equipo Peonza organiza cada curso en colegios y bibliotecas de la región. La artista, formada en Bellas Artes ... y Artes Escénicas en la Universidad de Milán, también completó los estudios de ilustradora en la Escuela Internacional de Ilustración de Sarmede (Italia). Además es diseñadora de moda y pintora de telas. Su trabajo ha destacado en varios certámenes internacionales como los CBBF/ Golden Pinwheel Young Illustrators Competition de Shanghai o la Selection Annual 2018 Autori d' immagini en Italia.
–¿Cómo empezó su inclinación hacia el mundo artístico?
–Siempre me he sentido conectada con el mundo artístico. Desde muy pequeña me gustaba dibujar, hacer trabajos, jugar con pasta de sal, inventar historias y construir cosas con todo lo que tenía a mi disposición. Desde entonces, mi gran pasión fue la lectura, la cual acompañó mi infancia y adolescencia. El dibujo es algo que retomé mucho más tarde, después del Liceo Científico, primero asistiendo a la Universidad de Escenografía y Vestuario en Brera, y luego a algunos cursos de ilustración en la Escuela Internacional de Sarmede.
–¿Cuándo decidió que se iba a dedicar a la ilustración de libros para niños y por qué?
–Después de haber estado un par de años trabajando en Roma, en la parte de desarrollo y decoración de trajes para ópera y cine, me inscribí en un curso de ilustración de Sarmede de una semana, un pueblo tranquilo, en medio a encantadores viñedos, con la idea de relajarme y hacer unas vacaciones creativas. Nunca había pensado en hacer ilustración, pero me enamoré profundamente de ella a partir de ese momento.
–¿Qué aporta su otro trabajo, el de pintora de telas para la confección de moda, a sus ilustraciones?
–En general, me gusta hacer diferentes trabajos, me ayudan a crear un mundo más complejo y a ver las cosas siempre desde nuevos puntos de vista. El mundo de los tejidos me ha inspirado mucho desde el punto de vista decorativo y cromático. También fue una gran escuela desde una perspectiva técnica: amplios diseños, un metro y medio por un metro y 80 centímetros, muy complejos: espesos bosques, vegetación frondosa, flores, animales...
–¿Qué le ha aportado la obra de Léon Bakst en los Ballets Rusos que conquistaron el mundo entre 1920 y 1929?
–El color, el movimiento, la vivacidad, la pulsación humana, la musicalidad y el ritmo del dibujo de Léon Bakst son un estímulo continuo para trabajar en un dibujo que transmite la idea de un mundo vivo e imbuido de la mirada y la personalidad de su creador.
–¿Qué otros referentes encuentra en su manera de trabajar?
–Intento buscar en todo, vivir la vida en continua inspiración: los colores de un amanecer o de un atardecer, un paseo, una persona desconocida que veo pasar por la calle, exposiciones de fotografía o pintura, espectáculos de teatro, las personas que me importan, la frase de un libro... Quiero estar conectada con lo que me rodea para, de alguna manera, expresarlo en lo que dibujo. Entre estas cosas, ciertamente la naturaleza y el teatro tienen una gran influencia en mi trabajo.
–¿Cómo es el proceso creativo de uno de sus libros?
–Comienzo con una lectura en profundidad y análisis del texto. En función de los sentimientos que me despierta, hago una búsqueda de imágenes, que nunca tiene que ver con las versiones previamente ilustradas de esa historia, sino con los conceptos y las ideas que me despierta el texto, y con la parte emocional que resuena en mí. Luego dibujo personajes y elementos por separado, sucesivamente los traslado a Photoshop como haría un director con su pequeño teatro. Cuando estoy satisfecha con la escena me detengo e inicio la pintura de los detalles, luces, sombras y últimos retoques.
–¿Qué le ha regalado, a nivel creativo, el barón de Munchausen, protagonista de su último libro en la editorial tinerfeña Diego Pun?
–El barón de Munchausen me dio la oportunidad de jugar con la imaginación, de crear un mundo libre de reglas, ajeno a la cotidianidad y fuera de nuestra realidad, dejar espacio a la parte más libre, expresiva y juguetona de mi alma. Me dio la oportunidad de escapar momentáneamente de la realidad ordinaria o, mejor dicho, de buscar la parte extraordinaria de la realidad para crear una realidad fantástica.
–¿Cómo valora su incipiente carrera como ilustradora? ¿Qué busca conseguir en su trabajo?
–Espero seguir desarrollando mi trabajo como ilustradora. Siempre realizando mejor y más profundamente lo que hago, que me gusta mucho y me hace feliz. Pero también estoy trabajando en otras cosas. Tengo algunos proyectos de libros-juegos nuevos y de juegos. Este año también trabajé en algunas pinturas de técnicas mixtas para Art Taipei y sigo diseñando telas para alta costura. Necesito tener siempre estímulos y proyectos en la cabeza y trabajar en múltiples campos me ayuda mucho a tener enfoques nuevos y diferentes, me enriquece.
–¿Qué le aportan los encuentros con lectores en colegios, bibliotecas y residencias de ancianos, como los que mantiene esta semana?
–En mi trabajo muchas veces estoy sola para dibujar, oportunidades como esta en Cantabria son para mí un reconocimiento a mi trabajo, lo hacen concreto, humano y vivo. Hacer un libro puede ser muy abstracto: dibujas, envías los archivos y en un momento determinado sale publicado. Necesito el contacto humano, vivir la vida, conocer gente, ver a los niños leyendo libros y hablar con ellos, entender su mundo y crear una conexión con el mío.
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Ana del Castillo
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