Boa Mistura | Artistas Urbanos
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«El arte callejero va más allá del ego de los grafiteros por firmarlo todo»Detrás de Boa Mixtura, un colectivo de arte urbano que se han encargado de intervenir los espacios públicos de Brasil, Sudáfrica, Grecia, Kenia, Cuba, Suecia o México, además de España, hay un grupo de cuatro amigos que con 14 años se dedicaban a pintar las ... paredes de la Alameda de Osuna (Madrid). El grafiti era su forma de «reivindicarse entonces» y, en 2001 tras cursar distintas carreras universitarias se reencontraron para seguir haciendo, como entonces, lo que más les gusta: pintar. Dos de los miembros de este colectivo: el arquitecto Javier Serrano y el ilustrador Pablo Purón han participado en el Congreso 'Tiempo de arte' celebrado en Santander para exponer su experiencia.
-¿Cómo han pasado de pintar en la calle a tener uno de los estudios más populares?
-Pablo: Ha sido un proceso orgánico que se ha dado durante los más de veinte años que llevamos pintando juntos. Efectivamente, nos conocimos con 14 años haciendo grafitis en la calle y desde muy pronto empezamos a tener conciencia de colectivo y de dejar los egos a un lado. Me refiero a ese ego que arrastramos los artistas del grafiti de poner nuestro nombre en todos los sitios. Para nosotros, que nos refugiamos en torno al mismo nombre Boa Mistura, el arte urbano es mucho más. Y desde entonces la confianza de los unos en los otros y entender el trabajo colectivo como algo más grande que lo que podíamos hacer cada uno individualmente nos ha hecho tomar un camino basado en responsabilidades compartidas. Pero en el fondo somos los mismos cuatro amigos que hacemos lo que más nos gusta: pintar.
-¿La idea del arte callejero que tenían cuando pintaban en la calle sigue siendo la misma?
-Javier: No. Ha cambiado bastante. Cuando salíamos a pintar por la noche con 14 y 15 años nos estábamos reivindicando de alguna manera y efectivamente enorgullecíamos nuestro ego poniendo nuestro nombre para gritar a la sociedad que existíamos. En este camino que hemos andado juntos desde 2001 hemos tropezado con alguna piedra, pero hemos ido subiendo escalones en los que hemos aprendido muchas cosas. La principal: que los murales por enclavarse en soportes físicos que no se pueden mover deben respirar el contexto en el que se enmarcan para que el espectador los entienda y genere una conexión con ellos. También empezamos a incluir procesos más colaborativos en las obras preguntando a las personas de los entornos que íbamos a intervenir para que formaran parte de ese proceso de transformación. Al final las visiones que teníamos o la intención que llevábamos con 14 años, con respecto a la que tenemos ahora casi con 40, ha cambiado bastante.
-¿Cómo se ponen de acuerdo cuatro mentes creativas diferentes para abordar una única obra?
-Pablo: Después de tantos años tenemos muy claro el tipo de proyectos que nos interesan y los que no. Debatimos, nos escuchamos y finalmente si hay opiniones muy enfrentadas por ese respeto al pensamiento de los otros aceptamos la mayoría. Es verdad que los proyectos tienen que tener una serie de atributos que nos resulten seductores para meternos con ellos.
-Javier: Y sí no estamos todos de acuerdo generalmente descartamos ese proyecto. A veces se trata detener paciencia hasta que llegue esa propuesta que tiene ver con nuestra forma de ver el arte urbano. Es, sobre todo, un tema de honestidad con nosotros y con nuestro tiempo.
-En lo que no han cambiado es en que su lienzo sigue siendo el espacio público, la calle. Antes hablaban de que como artistas han cambiado, ¿la calle también lo ha hecho?
-Javier: Sí. La calle ha cambiado y la percepción con respecto a las intervenciones en el espacio público de las instituciones, la crítica y la propia sociedad también lo ha hecho. En 2001, cuando empezamos a pintar grafiti era impensable que hubiera un programa de muralismo en cualquier ciudad y que alguna institución pública fomentara este tipo de manifestaciones artísticas. A día de hoy, en 2023, por suerte esto es algo habitual, y tanto la ciudadanía como las instituciones o los centros de arte contemporáneo han entendido la importancia capital y el relato que genera este tipo de intervenciones en el espacio público y como alteran o afectan al día a día. En ese sentido ha cambiado muchísimo el panorama. Por otra parte cuando empezamos a pintar no existía internet y el contacto con lo que se hacia en otra parte del mundo no era como el de hoy que con un golpe de dedo en el teléfono móvil ves lo que están creando en Japón y en tiempo real. Y eso ayuda muchísimo a la difusión de nuestro trabajo. Por eso antes trabajábamos a un nivel mucho más local.
-¿Los elementos tipográficos son su principal seña de identidad?
-Pablo: Es una de nuestras herramientas principales. Las dos patas de nuestra obra se podría decir que son tipografía y color. Javier: Más que tipografía, yo diría que la palabra.
-¿Y los mensajes que ofrecen con esas palabras son siempre positivos?
-Javier: No necesariamente. Al final la palabra nos permite establecer un diálogo de una forma directa con el espectador.
-Pablo: Nuestro trabajo está ligado al lugar, al momento histórico y a veces tiene tientes positivos, pero otros pueden ser poéticos o reivindicativos. Intentamos responder al contexto y enviar siempre mensajes positivos puede ser algo erróneo. Trabajar en la calle es un altavoz y el positivismo que parece imperar ahora puede ser un poco tóxico.
-Han participado en un congreso que se llama 'Tiempo de arte' ¿en qué momento está ahora el arte urbano?
-Pablo. En desarrollo, todavía es un arte joven aunque lleva unas décadas en la calle, pero está en un momento interesante y ha vivido un crecimiento. Los que empezamos haciendo grafitis hemos crecido, madurando y mutando nuestro trabajo hacia otros lugares. Incluso empieza a haber artistas de estudio que salen a pintar a la calle. Es cierto que corremos el riesgo de la saturación, pero hay propuestas muy interesantes.
-¿Qué mensaje dejaron en Santander?
-Javier: Más que un mensaje lo que intentamos fue compartir nuestra experiencia de la forma más honesta posible, explicar donde empezamos y que hizo que llegásemos a hacer lo que hacemos hoy. Nunca imaginamos vivir de esto que para nosotros era una pasión Yo estudié arquitectura, Pablo es ilustrador y formado en publicidad; Pablo Ferreiro es diseñador gráfico y experto en tipografía y Juan Jaume licenciado en Bellas Artes
-¿La libertad que tienen ahora es la misma de sus inicios?
-Pablo: La libertad puede ser la misma, pero la responsabilidad ha cambiado. Somos más conscientes de lo que supone trabajar en la calle.
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