
José Luis Serzo
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José Luis Serzo
«Me interesa más que sepan pescar, a que se lleven el pescado a casa», dice José Luis Serzo (Albacete, 1977). Y a pescar, figuradamente, ha enseñado a un grupo de alumnos de un curso intensivo en el Centro Botín. Allí realizará una visita comentada, el próximo día 27, a 'Retratos: Esencia y expresión'. Mediante el uso de técnicas como el dibujo, la escritura, la escultura y la fotografía, crearon nuevos personajes, alejándose de su propia identidad para explorar otras perspectivas y realidades. Un camino construido con baldosas de contenido onírico, habitado por seres surrealistas, tan identificables con el creador afincado en Cantabria.
No es un taller de obra acabada en el sentido objetual ni se llevarán una pintura que colgar en su casa. Serzo quiere «que sepan vehicular, manifestar su creatividad, dar salida a ideas que todo el mundo tiene, pero no sabemos cómo darle forma». Y defiende, además que «casi todo el mundo tiene ideas maravillosas», que surgen en cualquier sobremesa, pudiendo convertirse en obras maestras. «La diferencia entre un artista y alguien que no lo es, es simplemente el método de llevar a cabo esa idea».
Su percepción de esta máxima se ha ido dando de forma «orgánica». La primera vez que le invitaron a dar un taller, no recuerda ya ni en dónde, fue hace más de una década. Mientras estudiaba, antes de licenciarse, algunos profesores que ya conocían su trabajo como artista, le pedían que diera conferencias y clases magistrales en la propia facultad. «Fue un caso extraño», bromea. Su proyección incipiente se solapaba con una carrera a punto de terminar. «Tuve la suerte de ser invitado por académicos para formar a otros jóvenes», rememora. En su crecimiento como artista «siempre ha habido una pulsión de querer compartir lo que voy aprendiendo, algo altruista, por el placer de comunicarte con otras personas» y promover la felicidad de llevar a cabo un proyecto.
Una dinámica que implica un auto aprendizaje continuo. Hay quien dice que Serzo maneja bien la oratoria –lo hace– «pero yo no me doy cuenta; simplemente hablo de lo que me apasiona y eso lo hace sencillo», añade él. La lectura y la historia del arte son otras de sus pasiones. «El lector también quiere compartir y cuando habla, pinta o lo expresa, quizá estás haciendo una interpretación personal, porque las ideas pasan por uno mismo y se transforman». Por tanto, él no cita nada propio, sino que aplica aquello que ha aprendido «en una cadena infinita de la que todos formamos parte». Y dar constancia de ello, «de un modo más directo», como un taller, es una herramienta válida.
«El arte es para mí una gran conversación comunitaria y atemporal». Como un caleidoscopio «Cada artista es un conjunto de muchos artistas que nos han influenciado». Como cualquier persona que se nutre de su familia, su herencia, sus amigos. En su caso, siempre es permeable a las influencias. «Mientras estemos vivos, tenemos que estar abiertos a lo que descubramos».
Y en ese mar de descubrimientos posibles, elige anclarse en algunas islas. Al salir de ARCO, hace unos días, fue consciente de que cada vez es más clásico en sus gustos. «Tengo un punto de carca friki, una dualidad por la que me interesa cada vez más las cosas hechas con oficio y autenticidad», señala. Esos artistas que tienen «un punto excéntrico, pero no buscado; no me interesan los impostores que quieren ser originales y hacer algo nunca visto». Una impostura «habitual» en el mundo del arte, que puede funcionar para quien busca un beneficio inmediato. «Para mí el arte no puede estar hecho para el comercio». Y cita a Picasso, quien afirmaba que un pintor se diferencia de un artista en que el pintor hace lo que se vende y el artista vende lo que hace. «Pienso que hay muchos vendedores de objetos artísticos, pero no de obras de arte, porque no hay mucho artista real». Por eso cuando encuentra a alguien auténtico, «sincero, capaz de resistir a todo lo demás, a lo banal, manifestando su alma», siente una especial atracción.
Decía Karl Kraus que hay que tener mucho cuidado con los snobs, porque a veces lo que defienden resulta bueno. «Hoy en día el término snobs se puede cambiar por la palabra influencer». Una versión «desfigurada de lo que pudo ser en algún momento un crítico de arte», el medio para que la obra se entienda.
Homenaje y premios
En un mundo donde todo es una gran representación «uno no sabe dónde está la parte real de lo que vemos a través de las pantallas». Existe un trasfondo filosófico y estético tras esa afirmación, pues «el arte se articula a través de la mentira y la ilusión, que cuenta una verdad». El problema reside en que «cada vez estamos menos capacitados para descifrar el mensaje de lo que hay tras el sobre espectáculo». Más aún en una época en que la inteligencia artificial «nos va a hacer perder la cabeza mucho más; vamos a vivir en un paradigma desquiciado en el que no vamos a saber distinguir». Y eso es algo que, reconoce, le asusta.
Serzo está exponiendo en México, dentro de un homenaje a Leonora Carrington. Una iniciativa que comenzó hace un par de años, de la mano de la organización 'Always Leonora', que desarrolla un proyecto en su memoria. Él propuso cuatro obras «haciendo un guiño a su figura, tan rebelde, tan auténtica». La vida de Carrington estuvo poblada de cosas que «casi se acabaron convirtiendo en novela» y su reconocimiento en vida «de algún modo nos alivia a quienes nos encanta su trabajo y el arte en general».
El pintor recibió el pasado año el Premio de Artes Plásticas del Gobierno de Cantabria por su 'Escena para un tributo y una bienvenida'. Sobre este tipo de reconocimientos, espera «que no tengan demasiado, la verdad». Aunque siempre es «una sorpresa y gasolina para el motor creativo», en tiempos en los que es tan difícil vivir del arte, el pintor ha ejercido como jurado de otros certámenes, y a partir de esa vivencia, afirma: «Siempre, un premio en cualquier tipo de convocatoria, es una injusticia para quienes no se lo llevan y lo merecen del mismo modo». No existe, por el momento, la utopía de un premio para todos los participantes, así pues, «hay que formar parte de un juego, sin creérselo del todo, ni para un lado ni para el otro, porque no significa nada». Al fin y al cabo: «Si haces demasiado caso a todo eso, estás perdido y no te estás enterando de qué va esto».
En la búsqueda incesante que representa el mundo en el que se mueve, José Luis Serzo cree que «aún queda mucho camino por descubrir». A cambio se siente «privilegiado» de hacer lo que hace e intenta siempre «vivir con la conciencia de dónde estoy».
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