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No es fácil explicar el proyecto artístico en el que el santanderino Alfonso Borragán va a trabajar los próximos 10 meses. Él mismo, desde Londres, donde reside, lo reconoce porque aún no sabe muy bien cómo lo va a desarrollar, solo tiene claro que será ... una acción colectiva «y que al final todos acabaremos comiendo una piedra». Sin embargo, su proyecto, que lleva por nombre 'Goalito' y ha sido seleccionado de entre 19 propuestas para la residencia artística impulsada desde el Ayuntamiento de Santander y Casa Velázquez, es una investigación ardua y concienzuda con componentes históricos y arqueológicos, además de los puramente artísticos.
Borragán lleva once años trabajando en un proyecto relacionado con la ingestión de piedras al que ha llamado 'Litófagos'. Un trabajo con muchas fases. La última, la séptima, en la que comienza a trabajar estos días gracias a esta residencia y los 10.000 euros de dotación, se llama 'Goalito' nombre con el que se conoce a una piedra que se forma en el estomago de algunos rumiantes y que en Europa también se llama bezoar. «Llegaron a Europa en el siglo XII a través del imperio persa y se comían, como antídoto, entre otras cosas, contra la melancolía», indica el artista.
El gran poder de estas piedras, que eran muy costosas económicamente y que «son cálculos estomacales que salen de rumiantes como caballos, cabras, puercoespines... es que eran un antídoto muy poderoso pese a que la ciencia nunca lo reconoció como tal y que en el siglo XVIII, con el crecimiento del objetivismo científico este consumo se erradicó». Sin embargo, en algunas civilizaciones tal y como ha comprobado, aún perduran. «Se dice que eran el producto más caro del mundo y por lo tanto solo las clases más altas: aristocracia, realeza y clero, tenían acceso a ellas lo que ha hecho que estas piedras estén presentes en muchas colecciones reales».
Antes que en los bezoares, Borragán trabajó en unas cerámicas que también en el siglo XVIII comía la realeza española y que se conocían como bucaros de indias, unos elementos que incluso aparecen en el cuadro de Las Meninas, ese jarroncito rojo que la infanta Margarita sostiene en sus manos. Estas piezas, indica, se comían y se usaban como anticonceptivos ya que se suponía que paraban la menstruación.
«Mi trabajo parte de una investigación que luego se transforma en objetos o en acciones, performances y procesos colectivos». De ahí que su proyecto sobre la ingesta de esas cerámicas le llevara a interesarse por los bezoares. Así que cuando en Bolivia, país al que viajó becado por la Fundación Botín para hacer un trabajo sobre la ingesta de la sal, descubrió que los bezoares allí se conocen como jayintillas y aun se consumen en algunas comunidades originarias no dudó en hacer una exposición performativa. Ahora retoma el proyecto si bien en esta nueva fase se centrará en la presencia de estas piedras a en las colecciones reales y en su uso por la iglesia y la aristocracia.
¿Y cómo va a trasladar al arte toda esta investigación? «En ello empiezo a trabajar ahora. Puedo contar lo que la gente vio en la exposición de Bolivia: unos perros que aullaban como llamas, un ayaquiri que vino a hacer una piedra artificial que después nos comimos...» Según esto, y aunque aún no tiene claro que elementos formarán parte de la nueva obra, está seguro que concluirá con una acción performativa, porque sus creaciones buscan modos de investigación que no tengan que ver con lo académico. «Así que lo normal en mi práctica será acabar haciendo una acción colectiva en la que todo el mundo que venga acabe comiendo una piedra de la misma forma que en otro de mis proyectos, en el año 2014 y en Barcelona, nos comimos un meteorito», explica en relación a la segunda fase de su proyecto 'Litófagos': 'Comerse piedra. Comerse un meteorito. Deglutir la tierra'.
Sus acciones colectivas
Borragán estudió Bellas Artes en la Universidad de Barcelona y posteriormente continuó su formación en el MFA Slade School of Fine Arts (Londres) donde realizó el doctorado. Su práctica se articula entre la investigación, docencia y producción y para ello explora y activa procesos relacionales, físicos y metafísicos, con la tierra, generalmente a través de acciones colectivas: «un espacio en el que el público no es público sino participante activo y actor de un momento».
Aunque reconoce que no es fácil explicar en qué consistirá está nueva obra, para la que también se plantea utilizar urracas que roben esas piedras y las lleven a sus nidos, el artista, que es profesor de Artes y Ciencias en el University College London y posee una interesante trayectoria internacional, asegura que en España el arte contemporáneo sigue siendo incomprendido. «En Londres yo trabajo con físicos de partículas, neurocientíficos e Inteligencia Artificial. Allí los artistas somos investigadores que pensamos y generamos un pensamiento mientras que en España, aunque cada vez menos, todavía nos ven como bohemios. Yo siempre les digo a mis alumnos que no todos los artistas pintan ni todas las pinturas son arte». ¿Y que es el arte? «Nos han hecho creer que el arte es un objeto y no lo es. El arte es una forma muy particular de relacionarse con el mundo y de generar nuevas realidades».
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