![«El arte se nutre de la lucha de no querer ser quien eres»](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/201712/10/media/cortadas/30090273--624x415.jpg)
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El 'Taxi' de la última novela de Carlos Zanón (Barcelona, 1966) lo conduce Sandino, un antiguo aspirante a escritor que se ganó su apodo por su afición a los Clash, el icónico grupo punk de los ochenta. Durante una semana, de martes a lunes, seguiremos ... el errático deambular de este Ulises moderno por la ciudad condal, de los barrios altos a los bajos fondos, mientras pilota su Prius como si fuera posible huir de su propio destino, al ritmo de cuarenta y un canciones de los londinenses. El próximo martes, 12 de diciembre, Zanón presentará su novela 'Taxi' en Santander, en la Librería Estvdio.
-Siguiendo el título de uno de los capítulos: si la música pudiera hablar, ¿qué diría?
-La música es algo más que palabras, juega con varias pistas: corazón, ritmo, evocación... La palabra no tiene tantas pistas. Pero si la literatura no suena, si no tiene música, ya no es literatura.
-Y si una novela urbana como 'Taxi' tuviera música, ¿sería punk?
-Una ciudad tiene muchas músicas, pero con el ruido y la confusión hemos conseguido crear un lenguaje, una manera de expresar nuestra rabia, nuestra inconformidad, nuestras maneras de estar vivo. De hacerte oír por encima de todo, y en eso el punk era genial.
-¿En qué sentido?
-En que oías una grabación y era el fin del mundo. No podías hacer otra cosa que escuchar y meterte allí.
-Nada más abrir la novela, nos topamos con una reflexión chocante: «Barcelona es una ciudad perfectamente posible sin Gaudí ni Plan Cerdà». ¿Hay que huir de las postales?
-Esa es la ciudad en la que yo nací, y mis padres, y mis abuelos. Soy cien por cien barcelonés, pero la mía es la Barcelona de los barrios. De cuando mis abuelas iban al centro de la ciudad y decían que «iban a Barcelona». Allí ocurrían las cosas que escapaban del día a día, las que salían en la tele. Hoy la ciudad se ha convertido en un parque temático, y es lógico, sucede en Roma, París u otros lugares, pero yo prefiero reivindicar una mirada desde fuera hacia adentro; la de la gente que vive aquí, que tiene sus relaciones y hasta sus muertos.
-Otra huida de los prejuicios es la de su protagonista, Sandino, un taxista que lee a John Updike y explica la realidad a partir del cine clásico y pasajes del rey David...
-Me preocupa que mis personajes sean verosímiles en lo que hacen y en lo que dicen. El código es que sean realistas respecto a lo que hay fuera de los libros; aunque es evidente que no hay muchos taxistas como Sandino en Barcelona, yo quise hacerlo un poco distinto. Pensaba en un alienígena al que hubieran metido dentro de un taxi y no acabara de entenderlo. Como nos pasa un poco a todos, en realidad, que nos tenemos que colocar en un sitio que no era el que pensábamos ni el que queríamos. Luego, las lecturas o la música son convenciones, pero ya puestos, en lugar de poner que Sandino está leyendo a Dan Brown, prefiero que sea a Antonio Colinas, ¿no? Al menos, si algún lector decide investigar quién es Colinas descubrirá algo muchísimo mejor que con la otra opción.
-Sandino, con su identidad a caballo entre el rock y la literatura, es un personaje turbio, pero del que el lector se termina enamorando...
-Esa es siempre la duda; en mis novelas los personajes no son héroes o prototipos de honestidad, sino que tienen una ambigüedad moral evidente. Gente vulnerable, con ganas de levantarse del suelo, pero también un poco tramposos, mentirosos... Como somos también un poco todos: hacemos lo que podemos para sobrevivir.
-Pero con Sandino le une, además, una relación casi profesional.
-Mi padre y mis dos abuelos eran taxistas. Yo alguna vez eché una mano a mi padre, pero él tenía muy claro que su hijo podría ser cualquier cosa, atracador de bancos si quería, mientras que no fuera taxista.
-Descartado el homenaje familiar, ¿por qué, entonces, un taxista como moderno Ulises?
-Como metáfora del personaje a la deriva. Un taxista es alguien que sale de casa y realmente le da igual ir hacia un lado o hacia otro, y en realidad depende de los demás. Además, me servía para ir por toda la ciudad
-Los recorridos en los que acompañamos a Sandino no sólo discurren por Barcelona, sino por la cultura popular de nuestro tiempo.
-Todo está en todo: yo no hago distinciones entre alta y baja cultura. Cuando leíamos los Marvell en realidad estábamos leyendo las sagas artúricas o la mitología griega. En los refranes populares está la Biblia. Se trata de tirar del hilo. Aunque también hay niveles, afortunadamente: si ése cóctel te lo prepara una bestia parda como Nabokov, será mucho más sofisticado y lo disfrutarás más.
-Pues en el cóctel que nos ofrece Zanón hay mucho rock y mucho cine.
-La música, el cine... Cualquier intento de encontrar la belleza con restos de serie me parece muy interesante. El arte se nutre de la lucha, de la guerra de no querer estar donde estás ni ser quien eres.
-La música, a lo largo de la novela, sirve para presentar a los personajes. ¿Tanto nos describe?
-Son claves; como en el siglo XIX, cuando un personaje llevaba bombín y el lector interpretaba: «¡Ah, vale, entonces ya sé cómo es». Hoy, si entras en el coche de un tipo de cincuenta años y te pone un CD de Dire Straits, dices lo mismo: «Ah, bien, ya sé que se compra las camisas en el Corte Inglés». Pero también es nuestra educación sentimental, lo que hemos recibido y lo hemos asimilado como hemos podido.
-¿Una guía para entender el mundo?
-Gran parte de lo que nos pasa es que interpretamos la realidad a través de sus representaciones. Sabemos de las cosas por las películas que hemos visto, las canciones que hemos escuchado y los libros que hemos leído, pero no hemos tenido contacto real con ellas. Si te dejaba una chica, buscabas en una canción cómo tenías que sentirte. O te tentaban las drogas porque habías escuchado a Lou Reed mil veces. Incluso nos besamos de una manera determinada porque el cine nos ha enseñado que debíamos hacerlo así.
-En la novela también asoma la actualidad: Ada Colau, el terrorismo islámico. ¿Temas de taxi o de actualidad?
-Si vas a hablar de ahora, baja a la calle y saca una foto. Estilo punk. Las novelas tienen que ser así. Luego ya es cuestión de pericia del escritor el que aquello en lo que se fija tenga interés un mes o varios años más tarde. Pero ofrecer una 'foto polaroid' hace que sea un libro vivo, no un fósil.
-Hace dos meses en Barcelona sólo se hablaba de lo mismo. ¿Ya hay algún tema más de conversación?
-¡Sí, que Mascherano se quiere ir del Barça! Bueno, se ha rebajado un poco la tensión, porque aquello era un sinvivir, una situación muy estresante en la que nadie sabía qué iba a pasar. Yo me imaginaba una bomba con un cable rojo y otro azul y a Rajoy con los alicates en la mano, teniendo que decidir. ¡Qué miedo! Porque no sabíamos que era partida en la que iban de los dos bandos iban de farol. Ahora ha cambiado el escenario, y parece que hayamos vuelto a los setenta, hablando de presos políticos y autogobierno. La gente, en realidad, tiene ganas de hablar de otras cosas.
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