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En su profusa trayectoria expositiva el Puerto y sus espacios culturales suponen una ligazón histórica, testigo de su evolución creativa. Xesús Vázquez, referente de la pintura española desde los 80, ha regresado cuatro décadas después al Palacete del Embarcadero para protagonizar la reapertura del emblemático espacio tras su rehabilitación. En el tiempo, cuatro de sus exposiciones individuales se celebraron en las sedes portuarias y algunas de sus obras más importantes forman parte de la Colección de Arte de la Autoridad Portuaria. Además, en su faceta de diseñador gráfico, el artista ha desarrollado una dilatada carrera vinculada también a la APS. En 'Escenas para el séptimo ángel', muestra coordinada por Juan Riancho y Carlos Limorti, reúne ahora una serie de piezas que se asocian a la evolución última de sus prolíficos ciclos. Pintura, escultura y un 'libro de artista' para adentrarse en el mal absoluto, la belleza, la historia, la poesía o la política...
-¿Cómo describe el regreso al Palacete, en el que expuso en los 80, periodo clave en su carrera, y ahora de nuevo en la madurez?
-Encuentro un Palacete fantástico, muy mejorado en todos los aspectos, desde su volumen y superficie ampliados hasta su tecnología. El regreso tiene algo de melancolía por la pérdida del 'esplendor en la hierba', pero también alegría por ver que el tiempo ha pasado, sí, pero no se ha perdido del todo. Otra sensación poderosa es ver cómo el espíritu de lo que expuse hace 40 años está presente en la exposición actual.
-¿Un artista es más auténtico cuando evoluciona sin perder la fidelidad a unas inquietudes y a una mirada sobre el mundo?
-La evolución es un lugar común de cierta crítica de arte o de la historiografía del arte. Qué se produce día a día en el proceso creativo tiene que ver con lo que también se produce en el proceso vital de cualquier persona. El artista navega por sus ideas como cualquiera; elige determinados pensamientos o atisbos de ideas y prueba con ellos una y otra vez hasta que algo cristaliza, aunque quizás la navegación artística, a diferencia de la de quien no es artista, se produzca en un mar de continua inseguridad y zozobra. Un buen artista no está pendiente de ser 'auténtico' ni de la pérdida o no de cierta fidelidad a un 'uno mismo' pretencioso por indefinido.
-Nunca ha dejado de tener fe en la pintura. ¿El arte, por culpa del mercado, la inmediatez, las modas y las nuevas tecnologías sí ha dado señales de huir de ella?
-El mercado no es el arte, ningún arte. Partiendo de tal axioma hay que tragarse, más que aceptar, que al mercado le den caprichos como los míticos de un embarazo: hoy me apetece la fotografía, mañana las performances, etc. Tengo la misma fe en la pintura que en cualquier otro medio de expresión, pero dedico más tiempo a eso tan antiguo que es pintar.
-¿Cuáles son las señas de identidad de las nuevas obras que presenta en el espacio portuario?
-Ya que he citado medios de expresión distintos a la pintura, en esta exposición hay mezclados tres: pintura, escultura y un 'libro de artista'. En los tres hay asuntos con los que siempre trata el arte, como son el mal absoluto, la belleza, la historia, la poesía, la política...
-El uso como soporte pictórico del papel Kraft, es una decisión meramente material o es también metáfora del tiempo suyo y del presente?
-Es material, pero también estética; las arrugas que el soporte tiene creo que refuerzan la expresividad de lo pintado, al menos lo elegí al pensarlo. Al mismo tiempo, como dice en la pregunta, metaforiza el presente, su exceso de gasto, su ceguera ante las amenazas de todo tipo y la carencia extrema que han de soportar la gran mayoría de los humanos.
-¿Por qué 'Escenas para el séptimo ángel'?
-Iba a titularse Ecrelinf, que es una contracción de la consigna de Voltaire 'Écraser l'infâme' (aplastad al infame), pero no gustó mucho en mi medio habitual, incluido el autor del texto que irá en el catálogo de la exposición, Alberto Ruiz de Samaniego. Fue él quien finalmente me sugirió el título, cuyo origen está en el Apocalipsis, y yo acepté.
-La palabra invertida, sello de muchas de sus obras, ¿es la conjunción necesaria de palabra y visión sobre el mundo?
-Escribo en los cuadros prácticamente desde el principio. Luego decidí que el cuadro ni era una novela ni tampoco la realidad, sino más bien un reflejo de ella, un espejo. De ahí la inversión precisamente especular de los textos.
-Ruiz de Samaniego dice que «toda su poética gira en torno al poder, la gestión del poder y la Historia». En este sentido, después de medio siglo, ¿qué le ha enseñado la pintura?
-Sobre todo a ser paciente, a conocer mejor la medida de las cosas, incluida la mía propia, a saber que formo parte de una larga lista de personas que a lo largo de los siglos ha dedicado su tiempo a reclamar la mirada de sus congéneres hacia una determinada verdad. La del arte, por ejemplo. Y ¿qué es el arte? Pues muy buena pregunta.
-¿Cabe ser ahora más pesimista, apocalíptico y finalista?
-Sí, ahí están Trump, Putin, Netanyahu, Elon Musk...
-¿Se considera un artista comprometido, o esa palabra ya está maldita?
-Está muy, muy gastada; casi no quiere decir nada. Soy un artista que mira hacia todos los lados y concibe preguntas, consecuencias, y alguna respuesta si el imperativo es categórico. Por ejemplo, a un asesino hay que llamarle asesino, sin más; a un golpista, pues golpista; a un ladrón, ladrón; a un malvado, malvado... y así. Los nombres hay que ponerlos; los míos acabo de citarlos.
-¿Cómo se combate desde el arte esa tendencia a la apropiación y a banalizar la imagen, la cultura y los relatos sobre el mundo?
-Tratando de que el arte que haces sea arte sin ningún aditivo. Todo el mundo sabe si es arte lo que ve. Todo el mundo distingue las ocurrencias, del arte verdadero. Éste está en guerra con la banalización del mundo, con la anticiencia, con la inhumanidad. También contra el disfraz de arte que visten algunos impostores.
-¿Ha perdido memoria la pintura?
-La buena, no.
-Tras rehabilitase el MAS, en la exhibición de sus fondos hay una obra suya. ¿Qué opinión le merece la nueva etapa del Museo?
-Parece que más que etapa, nueva etapa, será una continuación de lo mismo de antes, pues lo único que ha cambiado es el edificio. Y necesitamos una 'Nueva' etapa.
-¿Cómo valora esta coincidente construcción de grandes infraestructuras para el arte en Santander y su efecto de futuro?
-Es emocionante ver lo que siempre parecía imposible, el crecimiento de tantas buenas ideas que, seguro, transformarán el interior de los ciudadanos, si los ciudadanos se esfuerzan un poco y dejan de pensar que la tierra es plana y las cosas que piensan los antivacunas y los ultras de todo pelaje. Contradecir a la ciencia debiera estar en el código penal.
-¿Pintar, en su estudio, sigue siendo una necesaria batalla?
-Nadie me pidió que me alistase en tal guerra, salvo yo mismo. Estoy muy orgulloso de pertenecer a la estirpe de los que comenzaron a pintar con humo, pintaron luego la Capilla Sixtina, o 'Carlos V en la batalla de Mühlberg', luego 'Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte', y así hasta hoy.
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