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Maestro del cine, Carlos Saura lo era también de la fotografía. Quienes le conocieron le recuerdan siempre con su Leica colgada al cuello, y a poco que encontrase la oportunidad disparaba a todo lo que suscitaba su interés. A los once años fabricó su primera ... cámara de fotos y desde entonces artefacto y hombre se hicieron inseparables. Si viajaba a un festival de cine, aprovechaba cualquier ocasión para escaparse a los mercadillos y lanzarse a la caza de viejos cachivaches, objetivos, vetustos artilugios y hasta muelles y tornillos, nada raro en un hombre que llegó a coleccionar mil máquinas, analógicas y digitales.
En su cine se nota que Carlos Saura, fallecido en febrero, era diestro en el encuadre y la puesta en escena, reflejo de su pasión por la fotografía y de un anhelo por atrapar el tiempo. Ejerció de fotógrafo de festivales de música y danza y supo atrapar tanto la belleza como la costra de miseria y pringue de la España más atrasada, una labor documental en la que habita, sin embargo, cierta palpitación poética.
En su empeño por apropiarse del momento, Carlos Saura fabricó un imaginario variopinto en el que caben todas sus vivencias, desde el relato de aspereza y frío de la España de la autarquía a las fotografías coloreadas e intervenidas por su mano; de las imágenes constructoras de escenografías, ensayos y análisis estéticos de su filmografía, a su vida más íntima. Para conocer esta faceta más desconocida de Saura, PhotoEspaña exhibe en La Lonja de Zaragoza la muestra 'Carlos Saura fotógrafo. Una vida tras la cámara', que incluye cien fotos del director de cine y que permanecerá abierta hasta el 10 de septiembre.
La variedad de caminos que recorrió hace inclasificable su obra fotográfica. Su producción funciona más bien como un diario personal que jalona los acontecimientos de su vida, ya sean afectivos o profesionales. Cual hombre del Renacimiento, Saura labró toda su actividad artística en un mismo plano, sin deslindar unas facetas de otras. Su mundo creativo, como queda plasmado en la exposición, comprende diversas disciplinas que nunca dejó de ejercer con dedicación plena.
Su lado más personal está representado por un autorretrato en albornoz realizado en un hotel de Berlín en 1994. También hay cabida para el humor, como la imagen en la que, con Mercedes Pérez, su entonces esposa, salta en la cama de un establecimiento hotelero de Bruselas en 1980.
«Cuando veíamos a mi padre con la cámara siempre huíamos porque estaba a cada minuto diciéndonos que nos colocásemos en un sitio o en otro, de diferentes maneras para sacar fotos de todo», reconoce su hija Anna Saura.
Genio de vocaciones múltiples, creía que su obsesión por la imagen procedía de su padre, que enseñó a su progenie a confeccionar libros recortando fotos. Una pasión que también heredaría su hermano Antonio, uno de los grandes pintores del siglo XX. Su madre, pianista, también dejó en él una huella indeleble: la devoción por la música, que plasmó con películas dedicadas al fado, la jota y el flamenco. Todas esas querencias las juntó en una sola al filmar cortos de unos diez minutos hechos a base de fotografías a las que luego añadía música.
Para Chema Conesa, comisario de la exposición, la colección de fotos es «una especie de aproximación a la vida de Carlos Saura a través de sus fotografías. Él no se iba lejos, no necesitaba viajar para hacer fotos».
Como documentalista de la realidad social de mediados de los años 50, retrató a vendedores ambulantes, menesterosos, lavanderas y campesinos. Ello no fue óbice para escudriñar la intimidad familiar y dirigir una mirada cariñosa a sus cuatros mujeres. Una muy hermosa es es la que representa a Geraldine Chaplin amamantando a su hijo.
Sus imágenes evocan al mismo tiempo la magia del cine. Y es que Saura, en los tiempos muertos de rodaje, se dedicaba a capturar a sus actores y actrices en situaciones insólitas. En la muestra se encuentran imágenes de la filmación de '¡Ay, Carmela!' y de 'La prima Ángélica'; de Paco Rabal durante la producción de 'Pajarico'; de Paco de Lucía y Lola Flores en 'Sevillanas', de Antonio Gades en 'El amor brujo', o de Ana Torrent, siendo niña, en el filme 'Cría Cuervos'.
También se incluyen instantáneas de amigos como Rafael Alberti (en Venecia en 1984) o Luis Buñuel (en Toledo en 1960). La exhibición presenta una pieza documental inédita, rodada a propósito para el evento , que recoge una larga entrevista de Saura en su estudio. En la charla, el cineasta explica las claves de su universo creativo.
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