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Entre lo visible lo invisible. El peso y la ligereza. La luz y la sombra. El instante y la eternidad. La transparencia y la opacidad. La presentación y la representación. La sensación y la reflexión. La política y la poética. En estos parámetros de contraposición ... se mueve el arte fronterizo y sensorial de Giovanni Anselmo (Borgofranco d'Ivrea, 1934-Turín, 2023), el singular creador italiano que evolucionó a partir del Arte Povera' y que con piezas minimalistas, elegantes y enigmáticas plantean más preguntas que certezas en el museo Guggenheim de Bilbao.
«El arte nos ayuda a sentirnos vivos» afirmaba Anselmo, fallecido el pasado 18 de diciembre con 89 años y que trabajó casi hasta el final de sus días en esta muestra titulada 'Más allá del horizonte', en cartel hasta el 19 de mayo. Es la más extensa dedicada al artista italiano y su comisaria es Gloria Moure que ha reunido más de 40 piezas de este fabricante de paradojas, autor de obras de apenas unos gramos o de varias toneladas que confrontan la rugosidad y la contundencia de la piedra con la tersura y la ligereza de la seda del algodón, de hacer que las piedras 'coman' lechuga para hablarnos de las fuerzas y los tiempos de la naturaleza a través de la putrefacción o la gravedad.
«El arte de Giovanni Anselmo es para sentir», asegura Moure entre unas obras a veces monumentales, a veces diminutas, siempre sutiles, que juegan con el espacio, el tiempo, la orientación, los campos magnéticos o las fuerzas gravitacionales. «Son temas recurrentes en la obra de Anselmo, que busca presentar antes que la representar». No en vano, aseguraba que la representación, la base del arte durante siglos, «es una falsedad».
La muestra revisa toda su trayectoria partiendo de los años 60, cuando Germano Celant lo convirtió en una referencia del Arte Povera junto a Pistoletto, Boetti, Calzolari, Fabro, Kounellis o Mario Merz. Pero Moure asegura hoy que el «inetiquetable» arte de Anselmo «elude clasificaciones tras elaborar en varias décadas un corpus artístico al margen de estilos o tendencias».
La obra que quizá resuma mejor la esencia del trabajo de Anselmo es 'Sin título (estructura que come)' (1968), su famosa 'escultura comedora' en la que anuda con cable de cobre dos bloques de granito con una lechuga de por medio. La descomposición del vegetal -tarda un par de días-, hace caer una de las piedras, mostrando una forma de transformación de la energía natural, además de regular la fuerza de la gravedad y aludir al paso del tiempo. ¿La roca come lechuga?, cabe preguntarse.
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El tiempo es también el tema de '300 millones de años', pieza realizada en 1969 con antracita, una chapa y una lámpara con cuyo calor pretende retroceder en el tiempo para propiciar que fragmento petrificado vuelva a su origen. La antracita es un fósil que necesita 300 millones de años para convertirse en roca.
La roca es de nuevo el material de la última obra de Anselmo, concebida para el museo bilbaíno y elaborada con bloques de piedra caliza de Guipúzcoa colgados en la pared y que probablemente se quede en el museo. La ligereza que transmite la instalación contrasta con su tonelaje, como la pieza en la que un centenar de grandes lienzos impolutos y apilados sostienen 70 bloques de granito de distinto color pesan más de 9 toneladas, creando una paradójica percepción y una tensión entre la contundencia de las piedras -125 kilos cada una- y la ligereza de las telas.
El museo bilbaíno ha tenido que reforzar sus estructuras para acoger estas piezas, como las planchas de granito de tres por dos metros de 250 kilos de peso colgadas como cuadros y sostenidas en equilibrio con un cable de acero que los abraza mediante un nudo corredizo.
Con formación académica como dibujante, pintor y arquitecto, Anselmo tuvo una «revelación» en 1965 en la cima del activo volcán Stromboli, según testimonia la foto que abre la muestra. «Allí tomó conciencia de ser parte de un universo en constante transformación, renunció entonces a la idea de representación y abogó por presentar la realidad a través de materiales y acciones que pueden ocurrir por la interacción de las personas que las contemplan o las fuerzas de su entorno», explica Moure.
La comisaria concibe la muestra como un viaje que conecta dibujos, esculturas, fotos, proyecciones con las llamadas «obras de situación y ubicación específica» con las que Anselmo «quiere mostrar el carácter inconmensurable de fuerzas dinámicas que rigen el universo».
«Anselmo No quería ni oír hablar de una retrospectiva, pero se implicó en esta muestra sabiendo que era la mayor exposición que dedicada nunca a su trabajo», explica la comisaria. «Su obra es acción pura, te llama de forma poética y te empuja a ser consciente de tus energías» resume Moure. Asegura que su actitud ante el arte de Anselmo fue «dar la vuelta al aforismo cartesiano de 'pienso, luego existo' para decir 'existo, luego pienso'». «Quiere que tomemos conciencia de lo latente, de lo que va a ocurrir, que lo sintamos aunque lo veamos», insiste la comisaria que ha necesitado dos años para preparar esta muestra. Moure armó en 1995 la primera muestra española de Anselmo en el CGAC (Centro Gallego de Arte Contemporáneo) en Santiago de Compostela titulada 'Aquí y allí hacia ultramar mientras el color eleva la piedra'.
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