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Italia y Alemania se han enzarzado por la propiedad del Discóbolo Lancellotti, la copia romana en mármol del siglo II después de Cristo de la célebre escultura original en bronce, una obra maestra del escultor griego Mirón datada siete siglos antes y que no ha ... llegado hasta nuestros días. La pugna ha estallado después de que Florian S. Knauss, director de la Gliptoteca de Múnich, el museo de escultura antigua de la ciudad germana, exigiera a las autoridades italianas la devolución del Discóbolo, asegurando que fue comprado legalmente en el año 1938 por el dictador alemán Adolf Hitler. La obras constituye una de las grandes joyas del Museo Nacional Romano y está expuesta en el Palacio Massimo, situado en pleno centro de la capital italiana.
La reciente petición del director de la Gliptoteca no ha tardado en ser respondida por Gennaro Sangiugliano, ministro de Cultura del Gobierno conservador de Giorgia Meloni. «Es inadmisible. Tendrían que pasar por encima de mi cadáver. Fue adquirida de manera fraudulenta por los nazis y es parte de nuestro patrimonio nacional», señaló Sangiugliano en declaraciones a la Rai, en las que devolvió la pelota a Knauss exigiéndole que devuelva a Italia el pedestal de la escultura, una valiosa pieza del siglo XVIII que sigue en la citada galería de Múnich. Allí fue llevado el Discóbolo en 1938 después de que Hitler quedara fascinado con la obra, al representar a su juicio el ideal del hombre de raza aria. En aquellos convulsos meses previos al inicio de la Segunda Guerra Mundial, su aliado italiano, Benito Mussolini, quiso congratularse con el Fuhrer y presionó al entonces propietario de la escultura, el príncipe Lancellotti, para que se la vendiera. La operación se cerró en 16 millones de liras en efectivo, según explica el Museo Nacional Romano en su ficha sobre la obra, una cantidad equivalente a 15,5 millones de euros actuales.
De esta manera, desde el 9 de junio de 1938 el Discóbolo pudo exponerse en la Gliptoteca de Múnich, presentándolo como un regalo de Hitler al pueblo alemán, que ya había podido maravillarse con la escultura gracias a 'Olympia', el documental de la directora Leni Rifensthal sobre los Juegos Olímpicos celebrados en Berlín en 1936. En la cinta, una referencia en el cine propagandístico, Rifensthal realiza un memorable fundido entre la imagen del Discóbolo y la del cuerpo desnudo del atleta alemán Erwin Huber. Una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, la escultura fue incluida en la lista realizada por los aliados con las miles de obras de arte que habían sido robadas por los nazis y que debían ser devueltas a sus propietarios originales. El hecho de que el Discóbolo hubiera sido comprado regularmente dificultó su retorno, aunque la labor de Rodolfo Siviero, espía y experto en historia del arte italiano, consiguió que en 1948 la obra fuera llevada a Roma junto a otras piezas que también habían sido sacadas del país por los nazis.
Aquella devolución resulta no obstante «ilegal» para los responsables de la Gliptoteca de Múnich, que justifican su actual petición con los documentos de compra firmados en 1938, pero olvidándose de las peculiares circunstancias históricas y políticas que rodearon la operación.
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