Abuela de la 'performance' y Princesa de las Artes

Propuesta por María Sheila Cremaschi, directora del Hay Festival Segovia, la candidatura de Abramović se impuso entre las cincuenta y nueve de veinticuatro nacionalidades que optaban al galardón, el primero de los ocho que se fallarán este año en la 41 edición de los Premios Princesa de Asturias. Todos están dotados con cincuenta mil euros.

Abramović, que se presenta a sí misma como «la abuela de la 'performance'», lleva más de 40 años explorando los límites del cuerpo, la relación entre el artista y el público, sus respuestas racionales y emocionales y las dificultades de las relaciones humanas a través de sus impactantes acciones artísticas. Ante el público ha llorado, reído, sangrado y sentido frío, calor, dolor o terror en nombre del arte. «Ha dotado a la experimentación y a la búsqueda de lenguajes originales de una esencia profundamente humana», dijo el jurado que destacó la «valentía en la entrega al arte absoluto» de «una de las artistas más emocionantes de nuestro tiempo».

En los años 70 Abramović se plantó impasible frente a una audiencia que le cortó la ropa con tijeras, le clavó espinas en el estómago y le apuntó con una pistola cargada en la pieza 'Ritmo 0'. En 1988 recorrió media Gran Muralla china para despedirse de su expareja. En 'Imponderabilia' hizo que los espectadores pasaran entre dos cuerpos desnudos. Sus creaciones no están exentas de polémica y ha llegado a ser acusada de adorar a Satán, la última vez el año pasado en Polonia, con su exposición 'The Cleaner' ('El limpiador').

En 2010, en 'The artist is present' ('La artista está presente'), una de sus 'performances' ya clásicas, se sentó inmóvil e impasible, sin hablar ni gesticular durante ocho horas al día -716 horas en total en el MoMA- ante unos atónitos espectadores que la observaban fijamente. Supuestamente por sorpresa se sentó frente a ella su compañero artístico y sentimental durante años, el también 'performer' Uwe Laysiepen, Ulay, con quien había roto. La emoción se mascó y el vídeo fue viral.

En la labor de Abramović es fundamental el intercambio emocional mediante la interacción con el espectador. «Nunca podría dar 'performances' en casa, porque no tengo público. Cuanto más público hay, mejor es la 'performance', más energía recorre el espacio. El público debe dar un paso histórico y volverse uno con el objeto», explica la artista, que ha sometido a su cuerpo a todo tipo de situaciones extremas. «Sólo te cambian las cosas que no te gustan, no las que te gustan», es su lema.

Nacida el 30 de noviembre de 1946 en Belgrado, el interés de Abramović por las artes surgió pronto. Con seis años recibía clases de piano y pintaba. En 1965 comenzó a estudiar en la Academia de Bellas Artes de Belgrado y completó sus estudios en Zagreb (Croacia) en 1972. Un año más tarde, mientras preparaba 'Ritmo 10', su primera 'performance', daba clases en la Academia de Bellas Artes de NoviSad. En 1976 abandonó Yugoslavia y se instaló en Ámsterdam.

Abramović exploró en sus inicios los elementos rituales y los gestos empleando en 'Ritmo 10' una veintena de cuchillos y dos grabadoras, golpeando con la punta de la hoja entre los dedos abiertos de la mano. Cada vez que se cortaba cambiaba de cuchillo, grabando todo el proceso. Al reproducir la grabación, intentaba repetir los mismos movimientos y sonidos, tratando de unir pasado y presente con una acción que abrió un camino sobre la consciencia del artista.

En España hay obras de Abramović en el Museo Reina Sofía y en el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Málaga, que acogió en 2014 una muestra con sus trabajos de los últimos años. En 2012 la artista serbia presentó en el Teatro Real de Madrid 'Vida y muerte de Marina Abramović', junto al director de escena Bob Wilson, el actor Willem Dafoe, y el cantante transgénero Antony.

En 2016 publicó su autobiografía 'Derribando muros' y en 2018 debutó como directora escénica de ópera con 'Pelléas et Mélisande' en la Ópera de Flandes.

El año pasado estrenó 'Siete muertes de María Callas', un montaje sobre la diva, y la Royal Academy of Arts programó en Londres una retrospectiva sobre la obra de la artista serbia aplazada hasta 2023 por la pandemia.

Abramoviv toma en el galardón asturiano el relevo el italiano Ennio Morricone y del estadounidense John Williams, compositores premiados el año pasado de forma conjunta por sus portentos bandas sonoras. En ediciones anteriores merecieron este galardón Peter Brook, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Michael Haneke, Norman Foster, Woody Allen, Paco de Lucía, Vittorio Gassmann, William Kentridge o Bob Dylan.

Condecorada con la Cruz de Comendador de Austria y doctora 'honoris causa' por la Universidad de Plymouth (2009), Abramović habí recibido antes premios como el León de Oro al mejor artista en la Bienal de Venecia (1997), el Niedersächsischer Kunstpreis (2003), el New York Dance and Performance Award (2003) y el Cultural Leadership Award de la American Federation of Arts (2011).

Miguel Zugaza, director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, presidió el jurado que premió a Abramović, formado por Catalina Luca de Tena, José María Cano, María de Corral, Carlos Fitz-James Stuart, Dionisio González, Blanca Li, Sergio Gutiérrez, Lucas Macías, Ara Malikian, Ricardo Martí, Fernando Masaveu, Hans Meinke, Helena Pimenta, José María Pou, Sandra Rotondo, Benedetta Tagliabue, Patricia Urquiola, Tadanori Yamaguchi y Aarón Zapico Braña.