La artista santanderina Arancha Goyeneche, premio de investigación La Rambleta

El premio La Rambleta de Valencia, uno de los más importantes del ámbito artístico nacional, ha sido otorgado a la artista santanderina Arancha Goyeneche. La distinción supone una beca de producción e investigación artística. Hasta 104 proyectos fueron valorados en esta VI edición por un jurado compuesto por expertos del sector artístico. El premio conlleva la concesión de diferentes ayudas materiales y económicas para la realización del proyecto ganador.

Gracias a residencias como esta, La Rambleta alcanza algunos de sus objetivos principales: «Respaldar a los creadores, apostar por la calidad y dar visibilidad al talento». Cada año, el programa de artes visuales Rambleta, en su propósito de impulsar la creación y difusión artística presenta esta convocatoria «abierta a cualquier disciplina artística, individual o colectiva, así como a proyectos de producción, investigación y comisariado que deben de ser realizados a lo largo de 2019».

La ayuda tiene como fin «la creación de un proyecto artístico concebido para Espai Rambleta en Valencia que implique la reflexión crítica ante el hecho expositivo mediante instalaciones, intervenciones o acciones desarrolladas específicamente con adecuación a las características del espacio». Al mismo tiempo la convocatoria tiene por objeto facilitar a los seleccionados vías de profesionalización en el ámbito del arte contemporáneo.

Con el proyecto premiado, 'Oasis y desierto', Arancha Goyeneche pretende destacar la capacidad que tiene el arte «para rescatarnos de una sociedad cada vez más agresiva e insatisfecha, alejada del mundo natural y que olvida al individuo». El oasis es un lugar que nos sirve de refugio o descanso, un espacio placentero que nos proporciona una tregua a nuestra rutina diaria. El desierto más que un lugar geográfico es un estado mental. «Es un lugar interior, de reflexión, de encuentro con nosotros mismos donde buscamos respuestas a nuestra condición como seres humanos». Por tanto, la sala de exposiciones se convierte en un espacio que «nos ayuda a escapar de nuestra rutina, de nuestros problemas para trasladarnos a otro lugar que nos hace sentirnos bien, llenos de armonía».

Para lograrlo la artista crea un ambiente propicio mediante una instalación producida específicamente para el espacio Rambleta de luz y color que ocupa la sala de exposiciones al completo. En este caso, el muro se convierte en un gran lienzo blanco donde Goyeneche «expande todo el material fragmentado, convirtiendo la práctica pictórica en un trabajo casi escultórico, pleno de relieve y movimiento». Incorporar la luz en sus obras es algo innato en su identidad. El uso de fluorescentes provoca que los límites físicos de la obra sean aún más imprecisos, expandiendo también el color a través de la sala, los techos, el suelo para finalmente imponerse sobre el espectador. Podríamos hablar más de atmósfera pictórica que de superficie pictórica.

Y es que desde sus inicios como artista ha experimentado con el lenguaje de la pintura, «superando sus límites y poniéndola en relación con otras disciplinas artísticas como la escultura, el vídeo o la fotografía».

La reinterpretación de la pintura como materia artística fundamenta el estímulo creativo de Goyeneche. Para ello utiliza materiales tradicionalmente ajenos a esta disciplina, sobre todo aquellos provenientes del mundo industrial, como vinilo adhesivo, pvc, fotografía, fluorescentes o proyecciones, entre otros. A pesar de que se cuestione el soporte pictórico, en todo su trabajo late una defensa íntima de la pintura, una dualidad entre tradición y modernidad que respeta en lo fundamental los postulados clásicos. Y es que desde sus inicios ha experimentado con el lenguaje de la pintura, superando sus límites y poniéndola en relación con otras disciplinas artísticas como la escultura, el vídeo o la fotografía. Además de estudiar la práctica pictórica fuera de sus soportes tradicionales, «no hay que olvidar que el trabajo de Goyeneche está íntimamente unido al paisaje vivido como una experiencia vital, básica y necesaria».