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ROSA M. RUIZ
SANTANDER.
Martes, 17 de mayo 2022, 08:19
«Cuando uno va al trabajo y siente que no hay nada que pueda cambiar debe pensar que está en una relación de esclavitud», asegura la santanderina Nuria Labari. Lo hace en referencia a su nuevo libro: 'El último hombre blanco' (Random House), una novela ... sobre el poder que puede leerse como la crónica de una infiltrada en las costuras del mercado laboral y que presentará hoy, a las 18.00 horas, en la librería Gil de Santander, acompañada de la escritora Aixa de la Cruz.
-Confiéselo, de pequeña le gustaba meterse en los charcos.
-La verdad es que me metí en muy pocos charcos de pequeña. Fui una niña coja que pasó parte de la infancia en el hospital así que ahora de adulta me estoy metiendo en todos los que no pisé entonces.
-En 2019 publicó 'La mejor madre del mundo', un libro que rompía mitos sobre la maternidad y hoy llega a Santander con 'El último hombre blanco' en el que postula la idea de que «el trabajo es el último dios a derribar», ¿qué quiere decir con esto?
-Todos sentimos alguna vez que el trabajo nos doblega la identidad o tiene una relación muy tensa con nuestro deseo y, sin embargo, extrañamente se ha pensado muy poco sobre ello y menos aún en los últimos 50 años, que es cuando las mujeres llegamos a la esfera profesional y a los círculos de poder. Mi reflexión es que tenemos tan asimilado que el trabajo es divino y tan indispensable que no nos podemos meter con él y no podemos cambiar nada, aún cuando en muchas ocasiones nos hace estar en conflicto con nosotros mismos.
-La mujer está avanzando en el mundo laboral. ¿La desigualdad persiste en los puestos directivos?
-Las mujeres que han llegado a esos puestos han tenido que pagar el precio de estar asimiladas al sistema. Siempre nos han dicho que para conquistar la igualdad teníamos que alcanzar los puestos de poder de los hombres y esto ha sido casi en la razón de ser del poder femenino. Yo lo que planteo en esta novela es que sí vamos a llegar a alcanzar esos puestos, pero lo vamos a hacer para reventar ese poder. Para cambiarlo, transformarlo. El poder que está organizando el mundo, nuestras relaciones y nuestro trabajo, ha fracasado. No es sostenible, ni ecológico y crea mucha infelicidad y desigualdad. Quizás alguien debería llegar ahí arriba para cambiar las cosas y es muy probable que ese alguien sea una que mujer. Ya no somos un 5% de asimiladas, cada vez somos más.
-¿Se es más feliz alejado de los puestos de dirección?
-No todo el mundo tiene que tener un trabajo de dirección, pero sí la sensación de que puede cambiar las cosas. Esto es muy importante y lo que diferencia en el trabajo a un esclavo de un ciudadano. Lo peor es que los grandes cargos tampoco tienen la sensación de que pueden cambiar las cosas. De hecho te diría que son personas más obedientes que la mayoría y bastante más sumisas. En el poder hay muchísima resignación y muy poca sensación de capacidad de cambio. También hay esclavitud y hace falta rebeldía en el poder. Y esa es una de las cosas que introduce este libro, me da igual que sea desde un cargo de dirección o desde un trabajo de cuidador... La cuestión es que una de las cosas que tenemos asumidas cuando vamos al trabajo es que nosotros no podemos cambiar las cosas y que no podemos tensar las leyes del trabajo.
EMPLEO
DIRECTIVOS
-¿No le parece que esa situación que describe se deriva de que nos han educado para ser triunfadores?
-Al trabajo le damos todo lo que pida. Sí hubiese que ser pelirrojo para trabajar todos llevaríamos el pelo rojo. Nos han dicho que tenemos que aprender inglés sí o sí y que las inteligencias que funcionan a nivel laboral son la lingüística y las matemáticas, pero sí mañana nos dicen que es la música, dejaríamos de estudiar 'mates' y nos pondríamos a hacer batukadas. Todo esto es muy laminante para la identidad de las personas y encima no funciona porque no es verdad. Las profesiones del futuro se están inventando. No sabemos cuál será el idioma que las vincule y, sobre todo, no sabemos que es lo que le hará más feliz a cada individuo en su vida. Todos aspiramos a la felicidad pero luego la construimos según las reglas del Linkedin, que ni siquiera son las reglas del mundo, ni de la vida, ni de las emociones. Y ahí es donde surge un gran conflicto íntimo y social.
-¿Cómo se le ocurrió que había que escribir sobre todo esto?
-Llevo trabajando desde los 16 años y la verdad es que me ha ido bien. Ahora mismo tengo un puesto de dirección y a la vez soy escritora. Pero no es fácil estar en los despachos. He podido entrevistar a muchas personas, hombres y mujeres, que ganan por encima de medio millón de euros al año, y algunos han tenido la generosidad, o más bien la necesidad, de hablar, de desahogarse y contarme en que jaula están. Y te hablo de unas personas que se supone que tienen poder para cambiar las cosas, pero claro, el poder masculino no es un verbo, es un sustantivo.
--¿Está buscando ya otro charco en el que meterse?
-Este libro ha sido dolorosísimo de escribir para mí. Ha sido una torsión muy grande sobre mi identidad como profesional y como mujer para convertirme en mi protagonista que acaba siendo un hombre absoluto, hasta a la hora de mantener relaciones sexuales. No ha sido un personaje amable, más bien un charcazo que me ha cubierto de fango. Ha sido un temazo que ha requerido mucha documentación, un híbrido de razón y corazón, así que en el siguiente libro me apetece más corazón caliente.
-¿Escribir este libro ha influido en su propio trabajo?
-Claro, es un juego de espejos del que es imposible prescindir que me ha planteado muchos conflictos pero me ha permitido ver la jaula y mis propios barrotes. En cierto forma ha sido algo liberador porque ver cosas que antes no se veían te permite dialogar con ellas. Cuando uno va al trabajo y siente que no hay nada que pueda cambiar debe pensar que está en una relación de esclavitud. Y yo lo he estado, después de escribir este libro creo que lo estoy menos.
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