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TERESA ABAJO
Miércoles, 15 de junio 2022, 07:07
«No mires hacia abajo y agárrame de la saya». Entre 1870 y 1940, chicas muy jóvenes de los valles pirenaicos de Aragón y Navarra, algunas casi niñas, cruzaban la frontera por peligrosos desfiladeros para coser alpargatas en Francia. Iban en octubre y volvían en ... mayo, por eso las llamaban golondrinas. Algunas perdieron la vida en esos viajes y para otras fue un renacimiento. Esta historia que cayó en el olvido ha inspirado la cuarta novela de Elena Moreno Scheredre, 'La frontera lleva su nombre' (Grijalbo), que presentará mañana en la santanderina librería Gil (a las 19 horas) La periodista, que durante años ha impartido talleres literarios, cuenta en tono íntimo, como si hablara de su propia familia, la vida de cuatro generaciones de mujeres; una travesía que empieza en 1913.
- «Tres guerras son demasiadas para una sola vida», dice al principio del libro. Habla de su abuela Mathilde, a la que también menciona en algunos artículos.
- Mi abuela es una referencia. Nació en Lyon, su padre vino a Erandio a enseñar el soplado del vidrio artístico. Ella no tenía sitio para la nostalgia. La vida, cuatro hijas, un comercio en Las Arenas, la guerra... pero a los nietos nos decía pequeñas frases que me han quedado bailando en la memoria. «Mis hermanos murieron en la Gran Guerra...». Por las noches nos cantaba 'La Marsellesa' y yo pensé que era una canción de cuna.
- ¿Le ha servido de inspiración?
-Más que una fuente de inspiración es una fuente de misterio. No te informan del pasado de los que te rodean. En la familia no se podía hablar de la guerra porque alguno había estado en un bando y otro en otro. Siempre me ha impresionado ese silencio que se guarda en las familias, la caja fuerte del alma.
- ¿Tiene algún vínculo familiar con las golondrinas?
- Ninguno. Alguien me contó que hubo una emigración de mujeres del Roncal que se iban a coser alpargatas a Francia y me quedé fascinada. Empecé a buscar información y había pocas fuentes, porque ellas, que muchas veces eran menores, no querían ser registradas. Gracias a internet di con Fernando Hualde, un historiador navarro nieto de golondrinas. Nunca había escrito una novela en la que Historia fuera como un personaje más.
- Ahora se recuerda a estas jóvenes con un sendero de interés turístico y también les ha rendido homenaje Anne Etchegoyen. Pero durante años su historia quedó en el olvido.
- La razón del silencio era, primero, que los valles estaban aisladísimos. Después, que eran mujeres y su emigración era estacional, iban y volvían. A la economía de los países no le interesa este tipo de emigración, y menos de mujeres.
- A pesar del riesgo que corrían durante el viaje, encontraban aire fresco al otro lado de la frontera.
- Encontraban muchas cosas. Ahora no tanto porque estamos en un mundo globalizado, pero hace veinte años viajabas y descubrías cosas, volvías cambiada.
- Usted se declara afrancesada.
- Sí. Yo iba los veranos a Francia y siempre viví allí el amor y el respeto a la cultura. Cuando dices en Francia que eres escritora, les falta sacarte la alfombra roja. Aquí lo más que te dicen es ¡qué bonito! Y las penalidades que pasamos los escritores, estamos igual que en la época de Larra. Suelo recomendar lecturas de autores pequeñitos, que no se conocen.
- ¿Ha sufrido en las recientes elecciones presidenciales con Marine Le Pen?
- Me preocupan todas las corrientes europeas. Hay que reflexionar sobre por qué ha desaparecido el partido socialista en Francia, un partido histórico. Y la cultura ha bajado, la gente no tiene una visión a largo plazo. Por eso la Historia es tan importante.
- Su novela nos recuerda lo importante que es la emigración para las personas y para los países. Escuchando algunos discursos, ¿cree que lo hemos olvidado?
- Hoy mismo, cuando comentaba lo que ha anunciado el lehendakari sobre la crisis demográfica (la nueva paga de 200 euros al mes por hijo hasta los tres años) alguien ha dicho: ¡qué horror, esto da paso a la inmigración! Pero es que no podemos mirarnos el ombligo toda la vida. Y si lo hacemos bien, esos emigrantes asimilarán nuestra cultura, teniendo la de ellos. Eso es una riqueza.
- Ahora vemos a mujeres ucranianas que huyen de su país con sus hijos mientras los hombres luchan.
- Las mujeres tienen ese carácter de mis golondrinas ayer, hoy y mañana: si hay que ir, se va. Somos muy valientes, de hecho afrontamos los partos, y esa leyenda de que nos ponemos trabas entre nosotras es lo más falso que se ha dicho. Nos ayudamos.
- En sus novelas tienen importancia las historias de amor. Pero no solo el que deslumbra, sino el de la segunda oportunidad.
- Yo nunca pongo amores perfectos. Tengo bastante aversión a la novela romántica, que está haciendo un daño impresionante a las relaciones, porque reivindico el amor real. Tú ahora buscas un compañero de vida y el amor es estupendo vivirlo, pero no es idílico.
- Algunas reseñas catalogan sus libros como «para mujeres». ¿Eso le molesta?
- Mucho. Todavía tenemos el problema de que no sabemos dónde encajar la novela con tintes emocionales. Creo que he escrito una novela a la vieja usanza, que conmueve y hace pensar.
- Empezó escribiendo cuentos para sus hijos.
- Para mí la maternidad fue una etapa dura. Estuve trabajando como autónoma y no teníamos bajas, ni una semana. Las guarderías costaban una fortuna. Eso se nos ha olvidado, pero está muy cerca. La maternidad muchas veces te seca intelectualmente. Pero yo siempre he escrito, y me encantaba ver a mis hijos volar con mis cuentos. Ahora a mi hija, que vive en Berlín y es consumidora de series, siempre le meto algún libro en la maleta. Los escojo muy bien. El otro día me dijo: ama, he descubierto que los libros tienen algo que no tiene ninguna otra cosa.
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