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La imprenta Bedia ha sido imprescindible en nuestra historia cultural del último siglo. En una tierra a la que la imprenta llegó tarde, nada menos que a finales del siglo XVIII, al amparo del auge portuario de la capital, debe reconocerse el impulso que dieron ... a las artes gráficas y todos sus alrededores algunas imprentas en los comienzos y las medianías del siglo XX. Claro protagonismo en este proceso tuvo Bedia, fundada en 1948 por los hermanos Joaquín y Gonzalo en la casi ignota travesía África, más tarde continuada en su profesionalidad, hasta hoy, por Carmen Bedia. El libro de Aurelio García Cantalapiedra 'Desde el borde de la memoria' (1991) es un impagable acercamiento a la historia de esta imprenta, entrecruzada en múltiples proyectos e impulsos admirables. Los procedimientos e impresiones eran otros, sin duda, máxime en tiempos de carestía, y entonces era necesaria la proximidad entre los autores (a menudo también editores) y los técnicos de los talleres de impresión (a menudo también editores). La historia de Bedia no se entiende sin la aportación, en ocasiones realmente imprescindible, de personalidades de extraordinaria sensibilidad y buen hacer, como Pablo Beltrán de Heredia (a quien cito el primero de todos, por su importancia en este punto y su continuada relación en el tiempo), Pity Cantalapiedra, Julio Maruri y Manuel Arce.
El catálogo de la imprenta preparado por Andrés del Rey y Rosa Fernández, técnicos de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, que inauguraba en 2005 la colección 'Bibliografías contemporáneas' de la Fundación Gerardo Diego, era un trabajo pionero y amplio, pero forzosamente incompleto, porque no resulta sencillo dar cuenta de todas sus publicaciones, incluyendo las no venales o de tirada limitada o restringida. Sobre decir que su historia editorial es fecundo terreno para coleccionistas, bibliógrafos y libreros supervivientes. En cualquier caso, gracias al mencionado catálogo se puede hacer uno idea concisa de la importancia de Bedia desde que en aquel 1948 imprimiera 'Sonetos de vida y propia muerte' de Arce y una edición clandestina de 'Romancero gitano (1924-1927)' de Lorca, aunque cunda la especie de que estos no fueran los primeros títulos que pusieron en galera. Ya desde el inicio se relacionó con la colección poética de 'La isla de los Ratones' de Arce y los firmes y a menudo arriesgados estímulos de Beltrán de Heredia, además de otros productos 'alimenticios' vinculados a instituciones como la Caja de Ahorros o la Diputación Provincial o a diversas entidades privadas; numerosos folletos y catálogos se han perdido en la noche de los tiempos, vinculados a empresas y entidades de muy diverso tipo que encargaban a Bedia sus trabajos.
Entre las publicaciones impresas en Bedia hay que destacar varias de los años cincuenta que ocupan un puesto relevante en nuestra historia cultural y literaria, como 'Antología de poesía francesa contemporánea' de Rodríguez Alcalde, 'Con las piedras, con el viento'y 'Antología poética' de José Hierro, 'Primera semana de arte en Santillana del Mar', 'El Marqués de Valdecilla' de Gregorio Marañón, 'La orilla' de Carlos Salomón, 'Panegírico de Joselito' de José María de Cossío, Gerardo Diego y Rafael Alberti, 'Pido la paz y la palabra' de Blas de Otero, 'Égloga de Antonio Bienvenida' de Diego, 'Catálogos de la Biblioteca Menéndez Pelayo' de Artigas y Sánchez Reyes, 'Pequeña antología poética' de Gabriel Celaya, 'Antología' y 'Obra poética' de Julio Maruri y 'Los encuentros' de Vicente Aleixandre. En Bedia se imprimió en 1950 esa rareza de 'Canciones amorosas' que un grupo de poetas, entre ellos Arce, Hierro, Maruri y Salomón, regalaron por su boda a Carmen Polo Franco, toma ya. En su catálogo aparecen, dentro de colecciones alentadas por amigos colaboradores, autores como Dámaso Alonso, Francisco Ayala, Julio Caro Baroja, Camilo José Cela, Juan Eduardo Cirlot, José Corredor-Matheos, Medardo Fraile, Eugenio Frutos, Eduardo García de Enterría, Ángel González, Jorge Guillén, Juan Ramón Jiménez, Enrique Lafuente Ferrari, López Aranguren, Leopoldo de Luis, Ramón Menéndez Pidal, Eugenio d´Ors, Claudio Rodríguez, Miguel de Unamuno y Luis Felipe Vivanco, entre muchos otros que no menciono para evitar la prolijidad a la que se presta el tema.
Son numerosas las revistas impresas en Bedia, como Proel (dos números de la segunda época), La isla de los Ratones (Hojas de poesía), Peña Labra o La Ortiga; colecciones de libros como Cantalapiedra, Tito Hombre, El Gato Verde, Clásicos de todos los años y Colofón del año, Escuela de Altamira, El Viento Sur, Sal Terrae, Lectiones de la UIMP y, más recientemente, los Premios del Consejo Social de la Universidad de Cantabria, La Ortiga, La Sirena del Pisueña o todas las publicaciones de la Fundación Gerardo Diego; o catálogos de exposiciones del Museo Municipal y de galerías como Proel, Delta y Sur.
Pero no sólo la historia de la imprenta es una historia de nombres y títulos, con ser realmente significativa, sino una historia de profesionalidad, pulcritud y estilo: Bedia logró que cualquier lector identificara perfectamente que el libro, folleto o cartel que tenía entre manos estaba impreso en su taller, con su cuidada tipografía, su limpieza de impresión, sus agradables espacios para la lectura. Podrán mejorarse los procesos de impresión y la maquinaria, pero un producto como el de Bedia, por desgracia, ya no se va a repetir. Como tampoco ese ámbito de amistad y colaboración entre autores, editores e impresores.
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