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En plena crisis sanitaria del coronavirus, la figura del cadáver del pequeño Aylan tirado en una playa turca parece quedar más lejos que nunca. Hoy los telediarios tienen menos espacio para mostrar el constante flujo de personas que tratan de escapar de sus países, bien ... por guerras, hambre, falta de oportunidades o todas estas razones a la vez, a través de la ruta del Mediterráneo central. Lo hacen jugándose una vida que en sus lugares de origen no merece la pena ser vivida. Esa es la realidad que ha retratado durante los últimos cinco años la directora Paula Palacios en su documental 'Cartas mojadas', que se proyectará este miércoles a las 19.30 horas en el cine Los Ángeles de Santander.
-¿Qúe es 'Cartas Mojadas'?
-Es un documental que narra los últimos cinco años de la migración en el Mediterráneo, y cuenta la historia de esa migración desde diferentes ángulos. Desde qué les ocurre en el país del que huyen, de Libia, como huyen por mar y cómo les acogemos en Europa. He intentado que fuera una película muy global para ver si por fin entendemos por qué viene esta gente a Europa y de qué huyen.
-¿Cómo surgió la idea y cómo se desarrolló un proyecto tan complejo?
-Cuando uno se plantea un documental de esta envergadura tiene que estar muy abierto a dejarse sorprender por lo que vaya pasando. Empezamos a rodar en Lesbos sabiendo que queríamos mostrar la crisis migratoria e ir al país de origen del que huyen y saber qué pasa allí, pero todo esto sin saber muy bien cómo enfocarlo. Entonces en 2016 hubo un acuerdo en Turquía y Europa que hace que esa ruta, que era horrible pero que desde luego era más sencilla que la que hay ahora, la que se abrió en el Mediterráneo central.
-¿Qué supuso ese acuerdo para el documental?
-Me llevó a embarcarme en el barco de una ONG, que fue la del Open Arms, y estando a bordo de este barco descubrí lo que eran los guardacostas libios, en una noche en la que una comunicación por radio despertó el interés por querer saber cómo desempeñan ellos su trabajo desde el otro punto de vista, desde el del barco de los militares libios.
-Lesbos, Libia, rescates en el Mediterráneo... ¿Han afrontado mucho riesgo?
-Es mi trabajo, hago documentales para televisión en el mundo árabe, zona en la que soy especialista, y en ese sentido se cómo manejar el poder entrar o lidiar con otras culturas y otras personas, es algo con lo que estoy familiarizada. Lo que sí fue complicadísimo fue gestionar los permisos para entrar y para rodar en Libia.
-Trabajar en un país en guerra no debe ser fácil.
-Viajé allí sola y contraté a un equipo local libio porque no me dejaron viajar con mi equipo habitual. Estar rodando en un país en guerra no es sencillo. Tuve que llegar a Bani Walid, a 170 kilómetros de Trípoli, una ciudad que incluso para los propios libios es un lugar a evitar. Ninguno de los miembros de mi equipo habían entrado allí.
-¿Cómo fue su experiencia en el barco de Open Arms?
-Es una parte clave de la película. Quería retratar cómo estamos bombardeados por noticias e imágenes rápidas en los telediarios que no causan efecto. Yo quería que la gente, durante una hora y veinte minutos, se sumergiese realmente y pudiese sentir lo que sentimos nosotros a bordo del barco. Son tres días abandonados en el mar con un barco que solo tenía 16 tripulantes más nosotros. En una noche, en dos rescates, se subieron mas de 550 personas a bordo, hubo tres cadáveres...
EVOLUCIÓN DEL DOCUMENTAL
ASILO... O NO
-¿Qué conclusiones se extraen de aquel viaje?
-Muestra muy bien lo que Europa está haciendo con los barcos de la ONG, que se han autofinanciado para dar asistencia a las personas que huyen por mar, sin que se les de ninguna ayuda a los que ayudan, sino que al contrario se les está poniendo trabas.
-¿Qué retrato hace este documental de Europa?
-Hay una parte que se desarrolla en París, que es muy dura y que a la gente le está impactando mucho más de lo que yo imaginaba. Creo que se debe a es algo que tiene lugar cerca, algo que no ocurre en Libia ni en alta mar sino aquí al lado. En ella se ve no sólo lo horrible que es el proceso administrativo de pedir asilo, documentación y demás, sino el hecho de que no les tratamos como personas. Viven y duermen bajo la lluvia, sobre la nieve y llegado el caso se envía a la policía para desalojarlos. Es una situación muy cruel.
-¿Tiene solución esta realidad?
-Soy bastante pesimista porque la he vivido de cerca. He querido lanzar un mensaje al público con una de las declaraciones finales, en la que uno de ellos dice: «Os perdono». Si hay perdón es que hay culpa, responsabilidad. Después de ver la película todo el mundo conoce la situación y espero que todos asumamos esa responsabilidad.
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