«El buen payaso no solo debe hacer reír también debe conmover»

–Desde su productora aseguran que 'Clowns' es el espectáculo más divertido y poético de todos los tiempos. ¿Exageran?

–Creo que no. En 'Clowns' se ofrecen cinco versiones del humor muy distintas y eso hace que, de una forma u otra, todo el mundo se pueda reír. Es un espectáculo con muchas lecturas que divierte a espectadores de todas las edades. Yo siempre digo que está pensado para niños de 1 a 101 años. Todo el mundo se lo va a pasar pipa porque son visiones distintas y muy atractivas.

–¿Cuál es su papel en este espectáculo?

–Soy el Carablanca, el serio entre comillas. El que pone orden y concierto a todos los desmanes de estos locos desatados sin remedio que participan en 'Clowns'. También soy el que lleva el hilo conductor, sobre todo al principio de la función, y también ofrezco al público distintas explicaciones de este mundo de payasos.

–Hay muchos tipos de clowns y en estas funciones que llegan hoy a Santander se van a mostrar algunos de estos. ¿Cree que pese a que es uno de los oficios más antiguos del mundo es aún desconocido para una parte del público?

–En cierta forma nuestro oficio ha estado siempre relacionado con el mundo infantil y esto no es del todo cierto.

–Entonces, ¿cómo definiría el oficio del payaso?

–El buen payaso es el que consigue conmover al público. No solo el que le hace reír. En este trabajo hay mucha poesía y muchos otros aditivos que van más allá de lo infantil o del trabajo para los niños. Creo que, en general, la gente tiene en la mente una imagen del 'payasito' que hacer reír y que hace globitos y en realidad es algo mucho más profundo. Y cómo bien dices hay muchos tipos de payasos desde bufones a pierrot pasando por los augustos y los mimos. Hay tantos y tantos que es imposible de hacer una única definición. Al menos yo no podría. Aunque sí puedo afirmar que todo el mundo tiene un payaso dentro de sí, pero normalmente está un poco reprimido y yo creo que sí se le diera su espacio el mundo sería mucho mejor.

–Hábleme del Carablanca. El payaso más serio de todos. ¿Le gustaría interpretar algún otro más chistoso?

–No, a mí me gusta mucho porque te diré una cosa, que seas el Carablanca, Pierrot, Augusto o más o menos gamberro, es algo con lo que se nace. Lo que hay que hacer luego es potenciarlo. Yo empecé mi personaje desde la visión de actor, pero luego fui descubriendo poco a poco que realmente lo más puro que tiene el payaso es que cada uno es distinto y que cuanto más original y menos artificioso seas mejor va a funcionar.

–¿En qué sentido?

–Un compañero me hizo una composición numérica, aunque algo cogida por los pelos, que lo explica muy bien. El actor es un 80% artificial, en el sentido en que interpreta, y un 20% él mismo. El payaso no. El payaso es todo lo contrario es un 80% personal y un 20% artesanía u oficio. Está claro que siempre se potencia en el escenario y si te enfadas potencias la contrariedad y si te ríes potencias la carcajada, pero todo sale de uno mismo. Osea que cuanto más genuino seas y dejes salir tu propio alma de payaso mejor va a funcionar.

–¿Y usted cómo llegó a este oficio?

–Estudié interpretación en el instituto de teatro de Barcelona y a lo largo de mis vivencias teatrales conocí a Joan Montanyès 'Monti' que tenía una compañía de teatro de comedia clownesca. Empecé a trabajar con él con un repertorio clásico. De entradas, que es como llamamos a los números, de hace cien años que nosotros reinterpretábamos. Hicimos varios espectáculos y uno de ellos lo vieron los responsables del circo alemán Roncalli. Eso fue en 2005 y nos fuimos a Alemania con un trío que teníamos entonces 'Monti', 'Oriolo' y yo, aunque tras unas temporadas ellos volvieron a España y yo me quedé.

–Ya se han vendido un montón de entradas para ver estas cinco funciones, pero ¿cómo animaría a los cántabros a ir a verlos?

–Asegurándoles que todos los que vengan se lo van a pasar pipa, sobre todo en estos momentos que tras meses de angustia a causa del covid parece que por fin estamos viendo la luz al final del camino. Me gustaría incidir en que vengan al Palacio de Festivales tranquilos porque la cultura ha demostrado que es un lugar seguro.

–¿Y a los clowns que les va a aportar Santander?

–¿Te parece poco poder presumir de estar en la tierra de los Tonetti? Fueron un referente para todos nosotros y no sólo en España, también en Europa. Unos artistas muy valorados que forman parte de la historia del circo.