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Un hogar sin paredes ni estancias definidas pero sí identificables. Objetos que dejan de ser lo que fueron pero no pierden el sentido original que un día tuvieron. Un sentido que se mezcla con los recuerdos propios de una vida. En este caso, la ... de Antonio Díaz Grande (Santander, 1968).
El santanderino, que huye del término retrospectiva, ha reunido una serie de elementos que rozan el costumbrismo. Desde fríos jarrones de cristal aun árbol de Navidad cubierto. De la estructura nuclear que comparten en un hogar una mesa y una cama a la folclórica que durante décadas coronó los televisores de cientos de familias. De la pared cuelgan patrones, imágenes en blanco y negro, dibujos y collages, fotografías... Díaz Grande prefiere que esta vivienda imaginada sea inquietante en lugar de habitable. «Cada uno la va a habitar con su propio bagaje, con sus propias impresiones».
Revisión 'Laberinto' de Antonio Díaz Grande. Muestra organizada por MAS y Fundación Caja Cantabria.
Fechas La instalación se puede visitar en la Sala Up hasta el próximo 31 de julio.
Comisarios Juan Muñiz, Salvador Carretero, Fernando Zamanillo y Ruth Méndez. Con montaje de Jesús García Calvo.
No hay fechas, ni descripción de materiales. No hay referencias porque, como en un laberinto, el espectador está invitado a deambular y encontrar su propia salida. Sin pistas. «El trabajo de esta exposición es la construcción que hemos hecho. Esa es la pieza principal, que a la vez es una excusa que sirve para juntar obra mía desde 2007 a la actualidad», explica el creador. La Fundación Caja Cantabria y el MAS le propusieron hace un año crear un relato único de su trayectoria. Con la ayuda de Orlando Brito, el autor pergeñó un montaje que, de hecho, preside la obra que él mismo donó al MAS. Otras son de nueva creación y han sido puestas a prueba para comprobar el diálogo que mantienen, una vez que la pátina del tiempo ha hecho su inevitable ejercicio sobre ellas.
Paneles de madera suspendidos del techo dibujan el trazado libre por el que moverse, con piezas de toda índole que salen al encuentro del visitante. La obra principal es la disposición de esos mismos paneles de madera que conforman la arquitectura. «No hay ningún recorrido; cada uno tiene que hacerlo como quiera».
El autor se aprovecha del contexto que definen las propias piezas. «Te transporto a una época», señala. Hay alusiones al hogar o territorio y el territorio como pertenecer, ser de ese lugar. La influencia del espacio y lo que acontece dentro de él en el individuo. Objetos y personas tienen para él la misma importancia. Y la piel, red que se expande por toda la línea conceptual de su trabajo, se extiende a los elementos inertes. «Cuando hablamos de piel hablamos de sentimiento. También de enfermedad cutánea», explica. Arrugas, marcas, pliegues, rayones. Todo sirve para elaborar un relato desde la capa más exterior hasta el interior de lo que uno es. «Nunca me planteo que mi trabajo esté relacionado conmigo, pero sí es cierto que al trabajar sobre la construcción de la identidad en un hogar, es inevitable que me vaya a la mía propia».
La singular instalación podrá ser visitada hasta finales del próximo mes de julio. Contará con la posibilidad de ser disfrutada a través de visitas guiadas llevadas a cabo por las jóvenes historiadoras del arte Isabel Cotero y Lucía Andérez.
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