«Más que un campo de concentración nazi, Auschwitz es un museo de la condición humana»

Se trata de una de las mujeres más sanguinarias, crueles y sanguinarias de todas las que existieron durante el Tercer Reich y que se convierte en una de las protagonistas de esta novela que su propia autora define como coral en la que se muestran las dos caras de una misma realidad: la crueldad de esa jefa de Campo de Auschwitz-Birkenau, frente a la resistencia ejercida por Ella, una prisionera, copista de la Orquesta de Mujeres que, a través de la escritura clandestina de postales y fotos que rescata de los equipajes de los deportados, logra burlar las intenciones de las autoridades de hacerles desaparecer no solo físicamente, sino también borrando su memoria.

La novela está plagada de personajes existieron en la vida real, si bien es María Mandel la que toma un papel relevante. «Una de las cosas que descubrí es porque la llamaban 'la bestia de Auschwitz'. Era una mujer perturbada, una enferma que incluso era más sanguinaria que el doctor Mengele o Rudolf Höss», explica la escritora al tiempo que explica que era capaz de violar a alguna de las prisioneras, matar a niños o disfrutar viendo las perrerías que Mengele lleva a cabo en su quirófano. «No era una mujer normal tal y como ella declaró en el proceso judicial al que se vio sometida en Cracovia una vez acabada la guerra», recuerda.

Pero no todos los personajes son crueles en esta obra, que se publica coincidiendo el 75 aniversario de la liberación del campo de concentración. Un lugar que tantas décadas después sigue siendo objeto de literatura, cine e investigaciones históricas y que inspira a Monforte como un relato sobre la memoria, el amor y la esperanza en medio del horror. «Es que Auschwitz no es sólo un campo de concentración es un museo de la condición humana», asegura la autora y periodista, cuya trayectoria profesional ha estado marcada por su trabajo en la radio y que, como escritora, obtuvo en 2015 el premio de novela histórica Alfonso X El sabio por 'Una pasión rusa'.

«La propia Gisella Perl, una ginecóloga que también aparece en la novela y que fue una prisionera judía tuvo que trabajar junto a Mengele y horrorizarse ante lo que se vio obligada a vivir, murió pidiendo y rogando que no se olvidara lo que pasó en ese lugar porque las nuevas generaciones son muy dadas al olvido». Una idea que la escritora comparte porque, en su opinión, «lo estamos viendo, también ahora con esta crisis sanitaria, algunos jóvenes creen que no va con ellos».

«Es curioso que el miedo de muchos supervivientes de Auschwitz, no era el de recordar continuamente ese sufrimiento, sino el miedo al olvido de lo que allí pasaron y eso es una importante lección en la vida».

Otra de las cuestiones que la también periodista destaca en 'Postales del Este' es «el poder liberador de las palabras» y es que, según afirma «todo empieza con las palabras, lo bueno y lo malo, la vida y la muerte y depende de nosotros el uso que hagamos de ellas. Muchas veces las palabras no significan lo que semánticamente parece que quieren decir». Para enviar ese mensaje ella dio el protagonismo al personaje de Ella. «En una visita a Auschwitz otro visitante me dijo una frase que me dio que pensar y es que la verdadera historia del campo no está en los paneles de las paredes sino enterrada en ese lugar de exterminio donde los presos guardaban fotografías, postales y otros documentos». Y eso es un poco lo que hace Ella guardar las postales, fotografías y retratos de los prisioneros a los que añade los nombres de esas personas y sus historias. «Era su forma de mantener viva su memoria y me pareció que es también es una manera de homenajear a la función que tienen las palabras tanto escritas como habladas. Ellas pueden salvar al mundo pero también llevar al fracaso y no hay más que ver lo que pasa ahora que cualquier cosa que se escribe en twitter o en las redes sociales puede ser salvadora o también puede ser incendiaria», concluye la escritora quien cree que hay que reflexionar «sobre el papel y, sobre todo el uso que damos a las palabras».