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Hay una forma de mirar y de plantarse ante la realidad, a la par crítica y condescendiente. Es el humor. Pero no uno cualquiera, sino ... el humor inteligente. Aunque no hay fórmula mágica, podría definirse como una mezcla de lo irónico, lo ácido y lo mordaz con el poder relativizante de la comicidad. Caricaturizar la realidad es un arte y en Cantabria tenemos a un ilustre artista del género. Lo saben bien los lectores de este periódico, muchos de los cuales, cada mañana, tras revisar la portada, buscan desde 2008 la tira cómica firmada por Íñigo Ansola (Laredo, 1971). Tras la sonrisa o carcajada de rigor, dependiendo del grado de inspiración del día, continúan con la lectura del periódico. No hay mejor homenaje que ese a su trabajo, aunque hay otros. Por ejemplo, la muestra que ayer inauguró en el Parlamento de Cantabria con motivo del 40 aniversario del Estatuto de Autonomía de la comunidad. En ella Ansola ha reunido una selección de las más de 5.000 viñetas publicadas en estas páginas.
-Hombre, usted por aquí. Pero con foto y textos de más de tres líneas. ¿Vértigo, emoción?
-Yo no tengo miedo a nada, pero sí pánico a muchas cosas. Algunas de ellas completamente absurdas. El vértigo no está entre ellas. Me refiero al folio en blanco y esas cosas. Al contrario, me gusta, me motiva. Me siento feliz colgado en el abismo. Garabateo compulsivamente y me encanta pasarme horas haciendo textos y luego tener que borrar frases. Los principios son lo más emocionante de las historias, tanto al hacerlas como cuando ya están terminadas.
-Para usted eso del teletrabajo... poca cosa, ¿no? ¿Se imaginó alguna vez que acabaría así, colgado de un lápiz y perseguido por los editores?
-Llevo teletrabajando desde hace mucho, desde antes de la pandemia o por ahí. La de la peste bubónica me refiero. En aquellos tiempos hice la revolución tecnológica y sólo uso el lápiz de toda la vida en Ikea. La verdad que nunca imaginé que acabaría colgado de un lápiz digital. Colgado, colgadísimo... completamente enamorado. Somos uña y carne. Sin embargo no tengo WahtsApp, no porque vaya de guay, sino para despistar a los editores, que pueden ser muy pesados.
-Y ahora exposición. Humor y sátiras en el Parlamento. Menuda novedad. Aunque las suyas son más divertidas y hacen más gracia, ¿no?
-La verdad que nunca había entrado en el Parlamento. Me siento un poco como Willy Wonka visitando la fábrica de chocolate. El Parlamento es un lugar mágico. Sin el Parlamento mi vida no tendría sentido, por eso le felicito en su aniversario y le deseo que cumpla otros 40 años.
-Usted lo celebra con humor.
-El humor gráfico es un síntoma de democracia. Cantabria es un misterio matemático, como la Santísima Trinidad o la dictadura del proletariado. Porque es infinita y a la vez, muy pequeña. Que haya caricatura política local en una comunidad de estas dimensiones es muy buen síntoma, es bueno para todos. Sobre todo para mí.
-Seleccionar unas pocas tiras entre las miles que ha realizado desde 2008... Menuda broma.
-En la exposición, la más antigua es del 2016. Más atrás me daba la impresión de que se quedaban ya demasiado viejas. Vamos a ver (saca la calculadora del móvil). Son 14 años, a 365 días cada uno. Quitamos 3 que son festivos. 14x362=5.068, y le restamos una que no pude hacer un día de febrero de 2012. Total: 5.067.
-Mójese. ¿Cuál es su favorita?
-Me gusta una de un chaval que pregunta en clase: «Si el dios del mar es Neptuno... ¿por qué los peces están llenos de mercurio?». Es una crítica a la contaminación de los mares y a la incongruente mitología romana. ¿Puede ser que tenga un toque de surrealismo trágico a lo Chumy Chúmez? Me gusta mucho Chumy Chúmez. Por cierto, no hay nada más humillante que explicar y desarrollar un chiste, sobre todo si es tuyo.
-Lo suyo tiene algo de francotirador. Mirar desde la distancia, escoger un objetivo y acertar con el disparo. ¿Cuál es la clave de ese reto diario?
-Sí, es cierto, es algo así. No hay claves ni nada, todo es muy instintivo. Hay que dormir bien, comer sano y trabajar con luz natural para no dar gatillazo.
-Dado cómo está el patio, ¿es más difícil o más necesario, eso de ponerse las gafas del humor cada día?
-El patio siempre está mal. Los seres humanos, si no tenemos problemas, nos los inventamos. Leí por ahí que esto tiene una explicación científica, pero no la recuerdo. No sé, será para no aburrirnos. No vamos a estar toda la vida dando vueltas a la Champions y a Netflix, algo tendrá que pasar. Pero sí es cierto que el tema está especialmente mal. Supongo que realmente el humor hoy es más necesario que difícil.
-En esta sociedad de lo políticamente correcto, dar caña está mal visto. ¿Cómo afronta esa censura? ¿Y la otra, la suya?
-Es un reto que indudablemente está ahí, acechando. Pero no pienso en ello. Bueno, quizás un poco. La verdad que la censura a veces es estimulante. La mía también.
-La política es uno de sus grandes temas. Reconozca que a menudo se lo ponen en bandeja.
-Lo reconozco abiertamente.
-¿Y los ciudadanos y lectores? ¿También hay para ellos?
-Bueno, hay lectores que quieren a sus candidatos con locura, como si fueran de su familia. A veces incluso lo serán, claro. Entonces las críticas que pueda hacerles en un momento dado, les duelen a ellos también. Cuando Nacho Diego era el presidente, lógicamente protagonizaba bastantes viñetas. Un día un señor me gritó por la calle «¡Ansola! ¿Cuánto te paga Revilla?»
-¿Y qué respondió?
-«¡10 millones de sobaos!», o una parida parecida.
-¿Qué es lo mejor y lo peor que le ha pasado por una de sus tiras?
-¡Buf! Pero... ¿qué me habría de pasar? Lo peor no lo recuerdo, así que no ha habido cosas graves. Críticas, gente mosqueada... eso son gajes del oficio. En cuanto a cosas positivas, lo contrario, algún reconocimiento puntual de alguna persona que considero valiosa.
-¿Y el futuro? Explíquenoslo, el suyo y el nuestro. En sendos bocadillos, por favor.
-Pues mira: para vosotros, de ternera con pimientos verdes, y para mí, de lomo con queso. Invito yo, cenamos donde queráis, que vosotros conocéis mejor Santander. Regaremos los bocatas y el futuro inmediato con unas cervezas.
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