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Analizar la imagen de las ciudades españolas entre los siglos XVI y XIX, deteniéndose, entre otros varios lugares, en Santander, es el fundamento de 'Imago urbis. Las ciudades españolas vistas por los viajeros (siglos XVI-XIX)'. El fruto diverso iconográfico y de pensamiento de ... esta ambiciosa exposición, que exhibe el Museo de Bellas Artes de Asturias, es una guía de viajes plural en sus miradas y honda en su radiografía histórica.
El proyecto, con notorio protagonismo cántabro, forma parte de un proyecto de investigación del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades en el que participa la Universidad de Cantabria y la de Oviedo bajo el epígrafe 'Imago urbis'. Son más de un centenar las obras, procedentes algunas de ellas de la Biblioteca de la Universidad de Cantabria, el Archivo Lafuente, la Biblioteca de Menéndez Pelayo, más coleccionistas particulares santanderinos. En el caso asturiano las piezas están vinculadas a la Biblioteca de la Universidad de Oviedo, la Biblioteca Pública de esa comunidad y el propio Museo de Bellas Artes que la alberga, entre otras.. Los comisarios son los profesores de la universidades de Cantabria y Oviedo, Luis Sazatornil y Vidal de la Madrid, respectivamente. Al finalizar el proyecto verá la luz un libro-catálogo y se celebrará durante este periodo un ciclo de conferencias.
En datos. Hasta el 23 de junio. Museo de Bellas Artes de Asturias | Palacio de Velarde | planta baja. Organiza: Museo de Bellas Artes de Asturias | Proyecto 'Culturas urbanas en la España Moderna' del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades (MICIU / AEI / FEDER / UE / Universidades de Cantabria y de Oviedo.
Comisarios. Luis Sazatornil y Vidal de la Madrid. Cien obras entre libros ilustrados, estampas, acuarelas, dibujos y óleos.
El Palacio de Velarde acoge 'Imago Urbis', ligada a ese proyecto citado en el que trabaja un grupo de científicos vinculados a las universidades de Cantabria y Oviedo junto a reputados investigadores internacionales en materia de libros ilustrados y literatura de viajes.
La evolución de la imagen artística de las ciudades españolas, desde los primeros Atlas del siglo XVI hasta la aparición de la fotografía, es la esencia de la muestra que aglutina una importante colección de libros ilustrados de viajes, estampas, dibujos o acuarelas, incluidas las 27 estampas pertenecientes a la sección de Arte Gráfico de la Colección Museográfica de la UC, la Biblioteca 'Ramón Pérez de Ayala' la Biblioteca de Menéndez Pelayo, Archivo Lafuente y varias colecciones particulares, «permitiendo un amplio y rico recorrido por los imaginarios y paisajes urbanos en la España entre la época de los Austrias y la del Romanticismo». Destaca la Colección de Obra Gráfica de la UC, conjunto iniciado en el año 2001 y que cuenta en la actualidad con más de 2.000 estampas, incluyendo obras tan significativas para este proyecto como el 'Voyage en Espagne' de Charles Davillier, ilustrado por Gustave Doré.
En concreto, el préstamo que ha realizado la UC aglutina obras realizadas en el siglo XIX de artistas como Doré, los ilustradores Ramón Cilla, Mecachis, Urrabieta, o Vierge, pertenecientes al Fondo Pedro Casado Cimiano, así como obras de otros artistas como Juan Minguet, Joaquín Fabregat o Fernando Brambilla. A lo largo de más de cien obras (entre libros ilustrados, estampas, acuarelas, dibujos y óleos) se podrán contemplar los pioneros repertorios de vistas de ciudades en el Renacimiento y el Barroco (Braun, Münster, Lavanha, Colmenar, Texeira), para pasar después a los tiempos de la Ilustración (Villanueva, Ponz, Laborde, Bradford, Murphy, Brambrila) y a la nostálgica mirada de los viajeros románticos (Locker, Lewis, Roberts, Gail, Vivian, Girault de Prangey, Pérez Villaamil, Doré).
Finalmente, la aparición de la fotografía (Clifford, Laurent) y los primeros viajes en globo (Guesdon), junto a la expansión industrial burguesa, transformarán la percepción de la ciudad tradicional, completando este fascinante viaje visual y literario por la iconografía urbana española, un género artístico aún fragmentariamente conocido y que permite pasear por los paisajes urbanos en un largo recorrido histórico.
La exposición tiene en cuenta que en pleno siglo XXI, la tecnología digital permite al espectador 'viajar' virtualmente por lejanas ciudades y fascinarse ante los detalles de las reproducciones urbanas de la era digital. No obstante, «la atracción por las representaciones de ciudades tiene una larga tradición histórica y desde mediados del siglo XVI los libros de vistas urbanas conocen un gran éxito editorial».
Su popularidad se extiende a lo largo de toda la Edad Moderna y alcanza su plenitud en el Romanticismo.
Los primeros experimentos renacentistas con la perspectiva visual permiten el nacimiento del retrato de ciudades como género artístico, impulsado por el desarrollo de la imprenta, la curiosidad geográfica y la difusión de los 'libros de ciudades'. El primer Atlas de los muchos que seguirán es el Theatrum de Ortelius, que pronto se completa con la monumental obra de Braun Civitates Orbis Terrarum, que marca la pauta de estos atlas de ciudades durante varios siglos.
En el siglo XVII, aunque las ciudades españolas experimentan grandes transformaciones, las iniciativas privadas son escasas y poco originales, pues se basan en reiterar la obra de Braun, cuyo éxito comercial se prolonga con numerosas versiones estandarizadas (Münster, Meisner o Álvarez de Colmenar). Las escasas -aunque importantes- novedades procederán de las iniciativas patrocinadas por la Corona.
A lo largo de la mayor parte del XVIII, la edición de libros de vistas urbanas careció de iniciativas realmente originales y se limitó a la reiteración de estampas ya conocidas. Esta situación cambió a partir de los años setenta, pues comenzaron a llegar a España numerosos viajeros europeos, que se interesaban por las reformas emprendidas en un país poco frecuentado y tradicionalmente alejado de las rutas artísticas del continente.
La consecuencia fue la aparición de libros de viajes que «suministran descripciones e informaciones precisas sobre las ciudades y sus monumentos y que, con frecuencia, aparecen ilustrados con estampas que renuevan los repertorios tradicionales». Simultáneamente, los ilustrados españoles abordaron también la publicación de descripciones documentadas de las poblaciones del país, donde se divulgaban las transformaciones que estaban experimentando, enriquecidas con láminas «para que tenga la vista algo que satisfaga su curiosidad» (Espinalt). En esta labor destacó Antonio Ponz con su monumental Viaje de España (1772-1794), donde aprovecha también para censurar a ciertos autores extranjeros empeñados en «narraciones ridículas».
Desde la Guerra de la Independencia, franceses y británicos venían publicando sus itinerarios (Bradford, Locker), despertando la curiosidad por un país que acabarán convirtiendo en el perfecto escenario romántico, una síntesis exótica entre Oriente y Europa. Sus rutas literarias habían fijado los principales hitos urbanos del grand tour por Levante, Andalucía y Castilla, mientras pintores e ilustradores (como Lewis, Roberts, Gail, Dauzats, Vivian, Villaamil o, desde luego, Doré) completaban ese imaginario pintoresco. Todos querían condensar la irrepetible experiencia de una España que Davillier consideraba el «último refugio del pintoresquismo en Europa».
Finalmente, mientras la prensa ilustrada multiplicaba la información gráfica sobre las ciudades españolas, los avances tecnológicos y la expansión industrial transformaban la percepción de la ciudad tradicional. Los viajeros observaban que en España «el progreso avanza a costa del romanticismo», que todo se está volviendo «prosaico y francés».
Las vistas aéreas de Alfred Guesdon son testimonio de esta nueva mirada realista, apoyándose probablemente en apuntes y fotografías aéreas tomadas desde globos aerostáticos y poniendo el énfasis en los elementos que muestran la modernización de la ciudad. Sus vistas coinciden con la llegada a España de algunos de los pioneros de la fotografía en Europa (Clifford, Laurent), con sus espectaculares vistas panorámicas. Una mirada fotográfica que pronto se traslada a la pintura (Ratier). Poco a poco, «las representaciones urbanas irán pasando al dominio de la fotografía, más precisa, fiel y rápida».
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