José Bros
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José Bros
Tiene la maleta siempre en la puerta. «ya va sola», bromea el tenor José Bros. Porque su vida es un viaje constante, tras más de tres décadas de carrera, que lo consolidan como un referente del bel canto romántico. El viernes (21.00 horas) estará ... en Casyc, donde ofrecerá un repertorio de ópera y zarzuela que abrirá el ciclo Talía 2023.
-Usted conoce bien las diferentes propuestas de música clásica en Cantabria. ¿Qué le parecemos como público?
-Es un público encantador, muy cariñoso, muy receptivo, muy entrañable, muy cercano.
-¿A este público se le nota que en Cantabria ha existido una importante oferta de música clásica y lírica?
-Creo que, aparte del cuidado que se ha tenido con esa oferta, es un público muy cultivado que se ha esforzado por estar atento a los diversos estilos que podemos abordar los distintos intérpretes que hemos pasado por el Palacio de Festivales, Casyc o el Festival Internacional de Santander. Un público acostumbrado a que la música esté cerca.
-Dicen de la suya que es una trayectoria modélica. ¿Es lo que pretendía cuando empezó?
-Uy, no, para nada. De entrada, lo de los adjetivos lo llevo muy mal. Hago lo que me gusta; amo la música, amo la voz cantada en general y cuando empecé, lo único que pensaba es que tenía la posibilidad de dedicarme a lo que más me apasionaba y que en mí estaba la responsabilidad de cuidar mi instrumento para, día a día, porque no hay otra y las circunstancias nos lo demuestran, hacer camino. No he encontrado todavía el punto de destino. Sigo haciendo camino tras 32 años de carrera y ese es mi objetivo, intentando ser honesto con mi propio instrumento, mi repertorio y el público.
-Su voz es en la actualidad la de un tenor lírico que ha evolucionado desde el registro de ligero a base de trabajo. ¿Es una carrera de fondo en ese día a día?
-Contrariamente a lo que pensamos, hablo de los cantantes, creemos que desconectamos, pero el cerebro sigue latiendo y maquinando. Pasa que preparas una obra, la dejas descansar y cuando la retomas, ha evolucionado sola, casi como se hacía el pan antiguamente, que fermentaba solo. No es una carrera que sea como para no descansar. El instrumento lo agradece, pero queremos cambiar el ritmo, a veces acelerado, incluso en demasía, que llevamos.
-En su caso, ¿cómo hace para frenar y salir de este universo para volver con más ganas
-Partiendo de la base de que me considero una persona privilegiada. Me levanto cada día para hacer lo que me gusta. Y trabajo, trabajo, trabajo. Es un goce, tu ocupación, tu medio de vida, pero sobre todo una devoción inmensa la que se siente hacia ello. El secreto de mi trayectoria ha sido el estudio, más estudio y cuando no sabía qué hacer, más estudio. Ya no se trata del repertorio que uno va a realizar, sino que también se trata de estar constantemente atento a la evolución natural de la voz, que como instrumento va cambiando a lo largo de los años como nosotros mismos y nuestra conformación física.
-Hablemos de una ópera en concreto, la primera de todas, 'Anna Bolena'; le llamaron para hacer una sustitución en el Liceo y todo se disparó.
-(Ríe) La verdad es que sí. Fue un pistoletazo de salida lo que representó para mi trayectoria internacional. Se me abrieron muchas puertas. Cuando llegó esta 'Anna Bolena' fue muy importante, aunque no me di cuenta hasta el día siguiente de lo que había representado. Allí la diva, la artista y gran cantante era Edita Gruberova. Estaban directores artísticos de un montón de teatros, crítica nacional, internacional... Fue muy importante. Y sobre todo me permitió conocer a una persona como Edita, que durante tantos años confió en mí como compañero, colega, cantante y amigo. Son innumerables las óperas, títulos y grabaciones que hemos hecho juntos.
-Siempre la nombra como una persona clave en su carrera. ¿Qué importancia tiene armar un equipo sólido?
-Es muy importante. Fue una pena muy grande cuando murió hace más de año y medio (silencio). Es que me dio tanto esa mujer, tantas vivencias, conciertos, viajes, de Munich a Viena, las giras en Japón... Era una de las personas, y he conocido muchos compañeros, entre los que podría mencionar a tres o cuatro que como ella, sabían perfectamente lo que hacían con su voz. Dirás: es lo que toca. Pero a veces tiras de intuición, de saber hacer. Rodearse de profesionales de esta talla, de esta envergadura, lo que te hacen es querer estar a la altura. Es vital, no solo a nivel de compañeros, sino de directores de orquesta, de la formación de esas orquestas, de una dirección de escena... Que todo forme un gran equipo en el que unos, con el trabajo de otros, podamos hacer un empaste brutal para el buen fin de la obra. Eso lo he aprendido de los más grandes, sin ningún tipo de divismo. Hay un respeto enorme que espero y confío que nunca se pierda, al proyecto artístico de las personas que integran un espectáculo operístico.
-En ese sentido, Peter Csaba, director del Encuentro de Música y Academia, destaca que aún quedan vocaciones y jóvenes dispuestos a dedicar su vida a la música clásica. ¿Lo siente así?
-Hay mucha cantera, pero tiene que haber ese hábito de estudio de la música y de la voz en concreto, del instrumento vocal, que necesita afianzarse mucho más. Queremos todo de inmediato. Todo para ayer. No va por aquí lo que nosotros sentimos, que es una gran pasión por lo que hacemos. Falta también más percepción técnica que permita hacer las carreras de antaño, de 30 o 40 años, no carreras que, por precipitaciones, malogran voces que tenían un gran futuro y por no saber decir no, o no tener una base sólida, en cinco o siete años no sepan cómo encaminar su trayectoria.
-Pues, hablando de su, sin duda, sólida trayectoria de más de tres décadas, ¿de qué tiene ganas?
-Me gustaría, me gusta, de hecho, hacer lo que estoy haciendo. Ya sea transformándome en el personaje de una ópera o preparando extractos de canciones o piezas concretas. Me gustaría conservar siempre, y lo estoy consiguiendo, la ilusión del primer día, porque sin ilusión propia, no puedes transmitir emociones. Tenemos una gran labor que es hacer que el público disfrute, que pasen un rato agradable, un paréntesis en su vida. No tiene precio. Es una responsabilidad y un privilegio.
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