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El reloj de sol de la iglesia de San Martín en la localidad de Mazcuerras no tuvo su día el pasado martes: muchas nubes, tarde lluviosa. Bajo sus muros y naves, un concierto de músicas y galas renacentistas; nuevo marco histórico del FIS en un ... templo con una acústica excelente, un crucero de bóveda estrellada anunciador de cantos celestiales y un ensemble de ocho voces y órgano conocedores del repertorio de motetes y antífonas propios de la España de los siglos XVI y XVII. Ellos son Cantoría, un grupo que ya actuó hace seis años en Cantabria –cuando eran más jóvenes y muy documentados– y que ahora se presentaron con más madurez vocal y repertorio. Su programa basado en dos grandes compositores españoles de la época va camino del éxito internacional este mismo mes en el Festival de Música Antigua de Utrech.
Jorge Losana, tenor y director del grupo, supo introducir lo que iba a suceder; gratas explicaciones. Dos maestros de la polifonía española casi coetáneos iban a protagonizar el concierto, siendo Juan Navarro 'Hispalensis' (1530-1580) el mayor y maestro, alguien que compartió experiencias en la Ávila de Tomás Luis de Victoria (1548-1611). Juan y Tomás, dos genios aclamados en su época, requeridos compositores. Sus obras iban a ser cantadas alternando piezas del abulense con las del sevillano, abriendo y cerrando Victoria con un 'Ave regina caelorum' y un 'Laudate Dominum'.
La soprano titular -Inés Alonso- había sido sustituida por la soprano portuguesa Rita Morais; difícil reto al ser su segunda actuación con el exigido programa. Un último aviso previo: «Por favor, los aplausos, al fina». Y estos llegaron, atronando un espacio lleno a rebosar después de nueve piezas que invitaban a mirar al estrellado cielo que los técnicos de luces habían colocado en el crucero. Textos claros, voces conjuntadas, moderación expresiva, alegría en rostros cantores y espectadores relajados, todo preparado y espontáneo a la vez. Una música que parecía haber sido escrita momentos antes para hacerla cercana. Una delicia celestial delante de un mural demasiado colorido y tétrico (controversia María Mazarrasa). Todo terminó en un bis dulce y placentero: el 'O Sacrum Convivium' de Hilarión Eslava. Cantos y canturías renacidos.
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