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Carmen Balcells, la emperadora de la edición

Carmen Balcells, la emperadora de la edición

La escritora Carme Riera publica una ingente biografía de la emblemática y pionera agente literaria

Jueves, 10 de marzo 2022

Aquella Barcelona fértil que ya sólo habita la memoria de quienes la vivieron. Fue un tiempo de esperanza y posibilidades. Vivía Franco todavía, pero también Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, Gabriel Ferrater y tantos otros creadores empeñados en asentar un territorio de luz y de cultura entre los pliegues grises de su época. Algo más tarde, llegarían los autores latinoamericanos, atraídos por la efervescencia editorial. Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa o José Donoso cimentaron sus carreras en España. A su lado, siempre como una figura benefactora y eficaz, la agente literaria Carmen Balcells (Les Oluges, 1930-Barcelona, 2015) quien protegió el desarrollo de su oficio, modernizando la relación de los escritores –hasta entonces, con tendencia a la precariedad– con los sellos editoriales y la Hacienda Pública.

Fue mucho más que una mujer de negocios. Dicen que Juan Marsé pidió que, tras su cremación, depositaran el diez por ciento de sus cenizas en la tumba de Balcells. Esta influencia expansiva la conoce bien la escritora y académica Carme Riera (Palma de Mallorca, 1948), amiga personal y autora de su catálogo desde los primeros tiempos de la agencia. Riera ha publicado recientemente una completísima biografía titulada 'Carmen Balcells, traficante de palabras' (Debate).

–En el libro, se recogen testimonios de importantes personalidades que compartieron trayectoria con la agente. Gonzalo Suárez pronuncia una frase rotunda: «Carmen Balcells es un emperador romano». ¿Ha sido para tanto?

–Yo creo que sí. Realmente, fue una mujer que cambió las reglas en relación a los derechos de autor. Balcells fundó y desarrolló una extraordinaria agencia internacional para el mundo literario de habla hispana y, en cierto modo, para el de habla lusa. Estamos ante un personaje singular, diferente y superior.

La escritora Carme Riera es autora de la biografía de la editora Carmen Balcells / Elvira Megíasa
Imagen - La escritora Carme Riera es autora de la biografía de la editora Carmen Balcells / Elvira Megíasa

–Usted evoca el modo en que ella cambió su vida. Es una constante entre los muchos autores a los que representó. Siempre se ha destacado esa faceta humana y protectora.

–Yo pasé de no ganar nada por mis libros a tener contrato y a ingresar derechos de autor. Habían pasado muchos años en los que no había cobrado, porque mi editor de entonces opinaba que, para que otros compañeros míos, que apenas vendían, pudieran publicar, yo, que vendía bastante por aquel entonces, debía sacrificarme. Era tan idiota que me lo creía. Por eso Carmen cambió mi vida. Cuando ella murió, me quedé tan desolada que le planteé a su hijo la posibilidad de escribir una biografía. Él estuvo de acuerdo. Carmen me había encargado el proceso de beatificación: los milagros y esas cosas (risas).

–Es sabido que la agente agasajaba a sus autores. Prácticamente, dicen, los mantenía con vida para que se pudiesen dedicar en exclusiva a la literatura.

–Sí. Ella era generosísima con nosotros porque sabía lo que cuesta escribir un libro y las horas de soledad que implica. Es el caso, por ejemplo, de Mario Vargas Llosa. Él vivía en Londres y, para mantenerse, tenía que dar clases en la universidad. Carmen lo liberó de aquello y lo trajo a Barcelona, ofreciéndole un dinero que, según me contó después Mario, no tuvo necesidad de aceptar porque consiguió contratos mucho más beneficiosos.

–A la vez, era, profesionalmente, implacable. Vázquez Montalbán la definía como una «agente con licencia para matar».

–Como James Bond, sí. En las negociaciones con los editores, ella era durísima. Pero, esa actitud la proyectaba para defender los derechos de autor, que era, además, lo que repercutiría en su negocio. Ese diez por ciento era también importante para ella. Podemos decir que fue una gran emprendedora porque, en el momento en que funda la agencia, no había ninguna profesional como ella en España. Y poquísimos agentes literarios. Fue una pionera en su oficio.

–Una exitosa mujer de negocios en una época en la que no abundaba ese perfil. Destacó en territorios hasta entonces vedados a las mujeres.

–Ella decía que nunca se había sentido menospreciada o minusvalorada por ser mujer. Tuvo suerte, en este aspecto, porque muchas otras mujeres sí han podido sufrir ese menosprecio. Lo que pasa, quizás, es que, al haber tan pocos agentes, incluso masculinos –y al funcionarle su negocio tan bien desde el principio, debido, seguramente, al éxito de 'Cien años de soledad'–, nunca pensó que la estuvieran tratando mal por ser mujer. Al contrario, le tenían un respeto enorme.

Carmen Balcells deja su legado en la caja fuerte del Instituto Cervantes. / Ingnacio Gil
Imagen - Carmen Balcells deja su legado en la caja fuerte del Instituto Cervantes. / Ingnacio Gil

–Balcells solía referirse a aquella oferta de trabajo que le hizo Carlos Barral. Ella, sin embargo, dedujo rápidamente que no era posible que un agente literario estuviese a sueldo de un editor. Usted recoge, al respecto, una cita de Vázquez Montalbán: «robaba los autores a los editores». ¿Cómo mejoró la vida de los escritores gracias a su labor?

–Mejoró muchísimo. En un principio, Carmen terminó con los contratos de por vida, estableciendo límites temporales y geográficos a los mismos. Ella era la que dictaba el contrato; no el editor. El autor firmaba aquello que Carmen había escrito y que era mucho más beneficioso para él. En un momento dado, aportó algo también importantísimo: la llamada 'Cláusula Balcells': el hecho de que nosotros, los autores, no tuviésemos que pagar de una vez (y en un solo ejercicio) a Hacienda en relación a los derechos adquiridos por un adelanto. A partir de esta cláusula, pudimos hacerlo de una manera paulatina. Esa fue, realmente, su gran conquista. Hasta entonces, te podían conceder un premio, pero, en ese mismo momento, la mitad iba para Hacienda. Esta cláusula fue introducida gracias a su capacidad de relacionarse y por el hecho de conocer a Ana Botella, esposa de Aznar. Gracias a esto, consiguió la publicación en el boletín de una ley que modificaba el procedimiento. Todos los autores, y no sólo los de su agencia, debemos estarle muy agradecidos.

–¿Cómo ha gestionado la presión de componer una biografía autorizada, con acceso a tantos documentos y tantas referencias? No ha debido resultar fácil, dada su relación con el personaje.

–He tenido que mesurar muy bien en qué tono quería contar la trayectoria de Carmen. A pesar de lo muchísimo que la quiero (yo, a mis muertos, los quiero siempre en presente), no estaba dispuesta a escribir una hagiografía. Carmen no era una santa. Tenía, también, defectos importantes. Era, por lo tanto, obligado equilibrar esos aspectos. Y, por supuesto, debía tener en cuenta todo el material documental, organizarlo, ensamblarlo y hacer que el libro se pudiese leer bien; que no fuera sólo una colección de referencias. Ha sido difícil, pero, por otro lado, como era un homenaje a ella, me he sentido muy a gusto. Han sido cinco años de intimidad con Carmen Balcells.

–En el libro, está muy presente la figura de Gabriel García Márquez. No se obvia aquella célebre historia del manuscrito de 'Cien años de soledad', supuestamente rechazado por Barral. Usted dice que al editor no le gustaba la literatura latinoamericana.

–Barral decía que esa literatura era como de «monos subidos en el cocotero». Una barbaridad. No le gustaba en absoluto. Y, sí, es posible que el manuscrito le hubiese sido enviado en algún momento. Pero García Márquez y Barral jugaron con ese equívoco, después, en su amistad. Porque también fueron amigos. Nunca lo sabremos con certeza. Carmen nunca quiso hablar de ello.

Carmen Balcells fue amiga y editora de Gabriel García Márquez, con quien posa en Cuba. P. R. H.
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–Barral, en este sentido, decía que esta obra no era ni siquiera la mejor de García Márquez…

–A él le gustaba mucho más Vargas Llosa. Y defendía su literatura, que es también extraordinaria, por supuesto.

–Balcells fue una figura fundamental en la difusión del 'boom' de la literatura latinoamericana. Algunos han llegado a pensar que fue casi un invento de la propia agente; un artefacto publicitario.

–En el libro, fíjese, yo argumento que esa identificación de Carmen y el 'boom' surge a partir del año 2000, cuando ella se hace un personaje. Antes, era, simplemente, una agente literaria. Ella se convierte en un mito (y ayuda personalmente a esa mitificación), a partir del momento en que se retira. Los periodistas y críticos comienzan, entonces, a decir que ella es parte del 'boom'. A mí, como profesional de la literatura, esto me interesaba y he sido cuidadosa al analizarlo. Quería saber si, antes, los que se referían a este movimiento hablaban de Balcells o no. Y no lo hacían. La incluyeron después. Pero, yo creo que sí fue parte importante, porque Barcelona se convirtió en una de las ciudades relacionadas con el 'boom'. Y los autores que llegaron a la ciudad lo hicieron por mediación de Carmen.

–En esa época de efervescencia literaria, Barcelona se erige como una gran capital cultural. Hoy, todo eso parece perdido. ¿Qué ha pasado?

–Desgraciadamente, la Barcelona actual ha perdido esa capacidad de ser la capital de la literatura, también, hispanoamericana. Nos la hemos dejado arrebatar. Desde mi punto de vista, Barcelona está ensimismada, mirándose el ombligo. Y es una pena. Carmen tenía un gran interés en el desarrollo de esa entidad que se llamaría Barcelona Latinitatis Patria. Y el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat dejaron que se perdiese. Un gravísimo error.

–Estos últimos años han sido convulsos y nocivos para la pluralidad y la convivencia en Cataluña. ¿Cómo los ha vivido?

–Evidentemente, muy mal. A mí, la cuestión independentista no me interesa nada. Eso se sabe perfectamente porque he publicado artículos muy duros contra el 'procés' en La Vanguardia. El Gobierno catalán está pensando únicamente en la mitificación de la independencia y no trabaja en beneficio de los ciudadanos. A los que no somos independentistas nos deja fuera de todo, como si no existiéramos. Es muy lamentable ese ensimismamiento de la Generalitat y no me importa pregonarlo a los cuatro vientos.

–Usted es una escritora que ha desarrollado su carrera literaria en catalán y en castellano. ¿Cómo escoge la lengua a la hora de emprender la producción de una obra?

–Lo más difícil para mí es encontrar el tono adecuado para llegar al oído o a los ojos del lector. Me viene mejor el catalán para algunas cosas y, para otras, el castellano. Soy una persona absolutamente bilingüe. Muchas veces, no sé en qué lengua hablo o en qué lengua sueño. Tengo el lujo de tener dos lenguas y de querer a las dos por igual.

–¿Se encuentra ya trabajando en algún otro texto?

–Tengo una novela casi terminada. Pero necesito revisarla a fondo. Tendré tiempo porque ahora sale este libro y, en las próximas navidades, aparecerá un relato largo en castellano y en catalán. Tampoco se puede abrumar al poco público que queda con tanto libro de un mismo autor (risas).

–¿Qué le sigue espoleando para escribir a Carme Riera?

–Cuando escribo ficción, saber más del mundo a través de las palabras. Me interesa poder entender un poco más la realidad y hacerla mía.

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