Las casas, con el confinamiento, se han convertido de pronto en el centro
CUADERNO DE EXCEPCIÓN | DÍA 47 ·
Me gusta estar en casa. Pero me gustaba más cuando podía salir y estar aquí era algo que yo decidíaSecciones
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CUADERNO DE EXCEPCIÓN | DÍA 47 ·
Me gusta estar en casa. Pero me gustaba más cuando podía salir y estar aquí era algo que yo decidíaPaso la mañana limpiando. Enjabono encimeras. Barro y friego suelos. Pongo lavadoras y cuelgo, para que se seque mecida por el viento, la ropa que he lavado. Dejo transparentes los cristales, que son los ojos de la casa. Hago los baños. Me quedan relucientes los ... espejos. Echo bien de jabón, abro las ventanas de par en par para que se renueve el aire. Me siento eficiente. Escucho música muy alta en unos altavoces que dejó aquí temporalmente un amigo. Son unas cajas danesas de madera. Tienen la altura de un niño de once años. Me parece que quito el polvo en el centro mismo de un concierto. Ni el ruido de la aspiradora las hace sombra. Lanzo la música desde mi teléfono móvil. Por diez euros al mes puedo escuchar casi cualquier cosa. Si leo un libro y alguien escribe sobre una canción, la puedo oír al instante. Es magia, aunque esté acostumbrado. Escucho 'The Duke', de Joe Jackson. A Nina Simone también. Algo de jazz, que es el día. También a Dayna Kurtz y Gillian Welch. Hace tiempo que quité el reproductor de compact disc. Después, desaparecieron los discos. Las películas en DVD ya las regalé. Diez euros al mes por toda la música del universo. Me parece demasiado poco. Sospecho que algo no debe estar bien, no sé qué. Pero la música sigue sonando. Con las plataformas para ver series o películas me ocurre algo parecido. Tengo la casa llena de libros que adquiero en librerías. Las dos cosas, los libros en papel y las librerías, las defiendo a veces con vehemencia. Pero luego hago esto con las películas y la música. Una contradicción. Una más.
Las casas, con el confinamiento, se han convertido de pronto en el centro de la vida, para los que ya éramos caseros y para los que no. Me gusta estar en casa. Pero me gustaba más cuando podía salir y estar aquí era algo que yo decidía. Me parece que esto que nos está pasando nos puede llevar a recluirnos de forma voluntaria en los hogares. A aquellos que tenemos hogar, al menos. El miedo nos empujará a la cueva. El temor a infectar o a ser infectados. Me pregunto qué huella dejará en los niños muy pequeños, aquellos que todavía no pueden comprender qué sucede, la orden de no tocar o abrazar a las personas con las que no conviven. Los primeros días se resistían pero ahora veo que obedecen y saludan domesticados desde lejos. Verlo me entristece. Pienso que la solución será la vacuna. Solo cuando llegue, con independencia de que sea efectiva o no, tendremos un placebo a nivel psicológico que nos permitirá volver a abrazar como lo hacíamos antes: sin pensarlo.
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