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Castigos Culturales

Sábado, 31 de marzo 2018, 08:09

Érase una vez una colección de cuadros y esculturas que vivían en un edificio de tres plantas en una calle céntrica de Santander. Eran cuadros que gustaban de charlar unos con otros y así conocerse mejor. Uno decía que era Fernando VII y que ... lo había pintado un tal Goya. Otro, que era el Niño de la Cereza, que estaba con su madre, que era flamenco y tenía más de 500 años. Unos terceros decían que eran traperos y que el padre de todos era José Gutiérrez Solana, pintor de la España negra. Así, cientos de historias. Un día, más bien una mala noche, un incendio arrasó su morada, en la que se perdieron algunos amigos y se quemaron miles de libros. Los supervivientes fueron trasladados a un bosque recóndito y anónimo para que nadie pudiera visitarlos. Entre ellos hubo muchas lágrimas y un deseo de volver a estar presentes cuanto antes en la vida de la ciudad de Santander, esa que está llena de anillos culturales. Llevan ya cuatro meses ocultos y con ganas de ver sonrisas amigas, niños y niñas curiosos (‘Mira, papá, ese chico se está comiendo una cereza como Pinocho’), paseantes y turistas con inquietudes culturales. Pero este cuento es muy real. Los fondos del ex Museo de Bellas Artes de Santander, hoy MAS, quedaron ocultos desde el siniestro del pasado mes de noviembre y ya han quedado custodiados en el edificio del Casyc. Unos fondos que no se sabe todavía muy bien cómo van a ser expuestos, que esperan a que «muchas personas de fuera» (palabras de la concejala de Cultura) vean su conveniencia y viabilidad. Me temo que, vistos los gustos expositivos de tantos asesores, se vuelva a arrinconar lo mejor de la pintura regional.

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