
Julio Checa
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Julio Checa
Si buscan en el callejero, esa referencia de personajes ilustres que jalonan los mapas, no encontrarán el nombre de Catalina Bárcena. Y sin embargo, la ... actriz de origen lebaniego que creció en Cuba, regresó a Santander, se formó en Madrid, triunfó en Hollywood y se exilió en Buenos Aires, fue una referencia para el cine y el teatro español del primer tercio del siglo XX. Julio Checa y Alba Gómez recuperan su historia en 'Catalina Bárcena. Voz y rostro de la Edad de Plata'. (Bala Perdida, 2023).
-Su primer capítulo tiene un título definitorio: 'Catalina Bárcena desaparece de la historia'
-Además en términos prácticamente absolutos. No es que se hable poco o que no se valore su talento suficientemente. Siempre hay cosas que se pueden discutir, pero en este caso es que no está ni citada, y cuando ha aparecido siempre ha sido al hilo de otro tipo de conversación o de otro tipo de personajes que tenían algún vínculo con ella. Es una estrella que desaparece por completo de los libros de historia.
-¿A qué cree que se debe?
-Hay varias razones. Algunas tienen que ver con cómo se construyen los relatos culturales. Esto les ha pasado a otras y otros, por el tipo de relación que tenemos aquí con nuestros referentes artísticos o creativos. Luego está el asunto del exilio. Esa memoria es problemática; desapareces y cuando vuelves no siempre eres bien recibida.
-¿Bárcena tuvo una significación política tan clara para verse señalada?
-No fue una mujer que se diera a los mítines, y es una parte un tanto controvertida. Ella participa en algunos mítines para recaudar fondos. No se sabe si de muy buena gana o bien obligada por la guerra y las circunstancias. Lo cierto es que está vinculada sentimental y profesionalmente con Gregorio Sierra, que sí es claramente un tipo significado y es la intérprete de un repertorio en el que también participa María Lejárraga, diputada del partido socialista, una mujer muy relacionada con los movimientos de emancipación feminista de los años 20 y 30. Bárcena se marcha al exilio con Gregorio y asume una parte de su destino.
-Ella sí había adoptado ya una forma de vida mal vista por los convencionalismos, por su relación tras estar casada con Gregorio, que era más mayor y con quien tuvo una hija
-Ese también sería uno de los factores. Desde el punto de vista de la moral católica, en los años 40, que una madre soltera se convierta en un referente, levantaba ampollas y habría gente que podría tener un aprecio por su trabajo, pero que no viera conveniente que se relacionaran con ella. Ocurrió con más actrices y actores, y en el caso del teatro siempre ha habido cierta prevención social hacia el tipo de costumbres que tenían.
-Dicen de ella que revolucionó la manera de decir y hacer comedia en el primer tercio del siglo XX. ¿Esa fue su gran aportación?
-Sí, piensa que no tenemos grabaciones, solo sonoras, en las que la voces, como suele ocurrir, suenan rarísimas. Sus papeles como protagonista se han perdido, no se sabe si queda alguna. Y lo que tenemos son referencias de críticos, de compañeros de profesión, de dramaturgos, que siempre hablan de su voz como algo llamativo y dentro de esto, el registro en el que se movió era la comedia y algunos dramas, no tragedia, que descansaba en la naturalidad. Es una cuestión que forma parte de una revolución de Martínez Sierra trata de poner en marcha, con el espíritu del Teatro de Arte, que marca un cambio de la manera de declamar de principios del siglo XX, como María Guerrero, que fue su maestra, y las nuevas sensibilidades posteriores. No fue solo su capacidad o intuición, sino el proyecto al que se incorpora y al que sus características le van muy bien. Hay una alimentación mutua.
-Cuentan que conoció a María Guerrero en una fiesta en casa de José María de Pereda, en Polanco.
-Hay varias versiones de ese encuentro. Las compañías teatrales iban a Santander en verano, cuando hacían las giras de julio y agosto. Todo el mundo se reunía ahí; estaba la burguesía, la aristocracia. La familia de Catalina, aunque estuviera venida a menos, no deja de tener cierta significación social, con lo que se juntan varias circunstancias. ¿Qué propició ese encuentro? No está del todo claro. Sí se produjo, parece que Catalina recitó unos versos ante María Guerrero y ella le pregunta qué más sabe hacer y responde «nada más, señora». Guerrero le indica que cuando sepa, la busque de nuevo. Ese encuentro se produce años después, cuando va con su hermana a la compañía de María Guerrero, empieza a tener papeles, luego ya pasa al Teatro Lara y más tarde al Teatro de Arte.
-Fue una de las actrices que grabó las primeras películas habladas en español pero ¿no se conservan?
-Lo que hacían los estudios americanos, en cuanto se pone en marcha el sonoro, era traducir sus propias películas a las lenguas de otros países a los que le iban a vender el producto. Eso no funcionaba bien; el teatro aún tenía fuerza como referente cultural y a los públicos de Francia o España no les hacía gracia ver una historia de gente en Los Ángeles con problemas que no les afectaban mucho. Se empiezan a hacer películas para otros públicos, contratan a gente que habla español, pero sin pensar en los acentos. No se acababa de ver que el galán hablara como Rodolfo Valentino y la dama como una señora de Murcia. Les resultaba conflictivo. En un tercer momento, contratan a personas que empasten también los acentos y ahí Martínez Sierra consigue hacer la labor y que los estudios filmen algunas de las comedias que había hecho en el teatro, para público español, con actores españoles y hasta equipos de filmación. Ese es el movimiento de los años 30 y ellos quienes lo inician.
-¿Cuál es su meta con este libro?
-Hacer una biografía que fuera asequible para un público interesado, huyendo de los trabajos académicos más habituales. Que permita a los lectores interesados en la cultura, el cine, el teatro de principios de siglo, conocer el perfil de esta mujer. En la reivindicación del trabajo de Bárcena está la de toda una profesión. En Aisge tuvimos la suerte de contar con Emilio e Irene Gutiérrez Caba, que empezó a trabajar en la compañía de Catalina Bárcena cuando volvió del exilio, estuvo María José Alfonso; hay una serie de figuras que merecen tener su reconocimiento. Desde una parte más romántica, ponemos de manifiesto que ha habido un trabajo muy brillante por parte de actrices, que es el sentido de la colección que abrió Bala Perdida, con intérpretes muy relevantes pero olvidadas, como las Hermanas Montenegro, Josita Hernán, Argentinita y ahora Catalina Bárcena. Espero que vayan surgiendo más porque merecen un estudio.
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