«Está más cerca de agotarse el mundo que la novela»
Ignacio Echevarría | Crítico literario ·
El filólogo y articulista, responsable de la reciente edición de la 'Correspondencia' de Kafka, asegura que las cartas del escritor checo revelan «su naturaleza polifónica»
«Yo soy la literatura» es una frase que Kafka anotó en sus diarios y que certifica la extraordinaria relación entre la vida y la obra de este dotado escritor. Su literatura representa el estado permanente de frustración humana por la falta absoluta de control frente a los acontecimientos. El crítico y filólogo Ignacio Echevarría(Barcelona, 1960), conferenciante y articulista, especialista en Luis Goytisolo y Roberto Bolaño, abordó ayer en el Centro Cultural Doctor Madrazo una radiografía del autor de 'El proceso'. Echevarría, un hombre-libro que disecciona la vida desde la escritura, la mirada crítica y el músculo poliédrico de lo intelectual sin bajar nunca la guardia, participó en los actos de la Semana de las Letras. Galaxia Gutenberg reúne ahora, en edición al cuidado de Ignacio Echevarría, la correspondencia completa del escritor checo en varios volúmenes. El primero, Correspondencia (1900-1914), abarca hasta 1914 y reúne 778 cartas, un centenar y medio inéditas en castellano. Echevarría escribe reseñas, edita obras por encargo, imparte talleres literarios y da conferencias. La Revista de Libros del diario chileno El Mercurio, El Cultural de El Mundo, el blog Diario de un caníbal, de cuartopoder.es, son algunas de las ventanas por las que asoma su talento para auscultar la realidad literaria y sus tiempos.
–La pregunta es obligada. ¿Qué aporta y supone Kafka en nuestros días?
–Kafka es sin duda el autor más emblemático del siglo XX, pero lo es en la medida en que su literatura prefigura unas condiciones de humanidad que entretanto no han hecho más que exacerbarse. Hoy se oye hablar a menudo de lo posthumano, pero Kafka se adelantó a este concepto.
–¿Quizás todos los lectores desde la resistencia somos Kafka?
–Hombre, todos no. Recuerdo lo que decía Luis Izquierdo con motivo de la publicación de un libro titulado, precisamente Todos somos Kafka: «Puede. Pero unos más y otros menos...».
–Su charla la ha titulado 'Franz Kafka, la literatura sin fin'. Y, sin embargo, la ecuación sería que la literatura sin Kafka ya habría tenido su final...
–Kafka puede ser visto como un principio tanto como un final. Él mismo lo dice en un apunte del año 1918: «Soy fin o principio».
–Galaxia Gutenberg ha publicado ahora, en una edición a su cargo, la correspondencia del escritor checo. ¿Qué se revela tras las cartas?
–Las cartas revelan la naturaleza polifónica de Kafka. Todo tenemos la experiencia de mostrarnos distintos –de ensayar diferentes voces– según quién sea el destinatario de nuestros mensajes. Las cartas de Kafka desmienten el tópico del escritor serio, triste y cenizo que se ha forjado en torno a Kafka. Era un hombre sonriente, apuesto, atractivo, lleno de humor y de ternura, y así se lo ve en las cartas con sus amigos o con su hermana Ottla. También podía ser un hombre exigente y resuelto, y así se lo ve en las cartas a la dirección de su empresa o a sus editores.
–¿Es de las pocas ocasiones en que lo de 'escritor total' está justificado?
–Lo de 'escritor total' tiene para mí connotaciones que no casan con Kafka, cuya obra está hecha de retazos, de fragmentos, de inacabados. En la misma línea, me quedo con la expresión 'escritor absoluto'. Al menos en el sentido en que Kafka mismo le decía a su novia, Felice: «No tengo ningún interés literario sino que consisto yo mismo en literatura, no soy ni puedo ser otra cosa».
–¿Uno lee a Kafka hablando de sí mismo y qué se encuentra?
–Un montón de lucidez y de desdicha.
–La crónica diaria de la realidad ¿está pidiendo a gritos una nueva distopía que agite y despierte conciencias?
–Simplemente, está pidiendo cambiar la realidad.
Roberto Ruiz
–¿Qué opina un crítico de ese axioma manido pero muy efectista que dice que la crítica literaria hoy no existe?
–La crítica existirá mientras existan los lectores, pues se trata, en definitiva, de una función de la lectura. Lo que ocurre es que, como el de ciertas especies animales, su hábitat se halla cada vez más reducido y amenazado. Puede que sea una especie en extinción, como el lector mismo. Ricardo Piglia hablaba de 'el último lector'. Con él morirá el último crítico.
–La crítica positiva conlleva lo ñoño y blando y la negativa, el varapalo fácil. ¿Cabe aún el didactismo, el consejo y la disección? ¿Se critica pensando más en el autor o en el lector?
–La crítica se dirige siempre al lector. Es un servicio público, que incluye al autor únicamente en la medida en que acepta adoptar el papel de lector de su propia obra.
–Cuarenta años de la Constitución y otros aniversarios. ¿Existe una cultura de la transición traducida a la narrativa?
–Desde luego. Es la que ha prosperado mayormente durante todo este tiempo.
–Los blogs han propiciado una democratización, una especie de ágora global de la critica literaria. ¿Eso ha conllevado un definitivo desprestigio del oficio, su valor y su escritura?
–Los blogs empiezan a ser algo tan viejo como la misma crítica. Por lo demás, ésta existe en la medida en que es capaz de instituirse públicamente. Pero no está claro que un blog sea un espacio público. El carácter público de la Red es un asunto vidrioso. Que ya mantenga abierta la ventana de mi habitación y todo el mundo me pueda ver, no convierte a mi habitación en un espacio público. Pero eso mismo es lo que presupone la crítica: un espacio público, una esfera pública, a cuya construcción ella misma contribuye.
Roberto Ruiz
–¿Un crítico puede tener amigos (editores y escritores)?
– Sin duda. Y si de verdad son sus amigos, aceptarán sus críticas.
–¿Estamos en un presente donde es imposible fijar un canon o es mejor vivir sin él?
–La idea de canon esta implícita en la de la cultura. No es una construcción deliberada, sino que se segrega automáticamente, por concurrencia de intereses, de prestigios, de valores. Podemos luchar para transformar el canon, pero no para suprimirlo, pues se regenera siempre por sí solo, y a su manera siempre tiene razón.
–¿El mercado tiene suficientes grietas como para que haya esperanza para una literatura que puede sobrevivir sin etiquetas?
–Las tiene. Esas grietas son sus propias agallas, mediante las que respira. El mercado trivializa y vulgariza la literatura, pero se nutre de ella. Por volver a Kafka, su amigo Max Brod recordaba una conversación con él en la que le preguntó: «¿Existe entonces esperanza fuera de esta manifestación del mundo que conocemos?». Kafka sonrió y le contestó: «Oh, bastante esperanza, infinita esperanza, sólo que no para nosotros».
–¿Hay un magma oculto en el sistema que alimenta lectores/ciudadanos tontos, uniformados y salvajemente domesticados?
–Sí. La literatura misma, en su más hondo sentido.
–¿Diría que hay un agotamiento de la novela como ideal para contar el mundo?
–Está más cerca de agotarse el mundo que la novela, un género proteico, capaz de comprenderlo y de transformarse con él.
–¿Considera posible generar nuevos géneros, desde el lenguaje, más allá de los formatos y compartimentos de las nuevas tecnologías?
–Lo que entendemos por géneros son las distintas estrategias que emplean el arte y la literatura para adaptarse al mundo que pretenden expresar, incluidas las nuevas tecnologías.
–Apunte tres tendencias que marcan el ADN del mundo literario actual.
–La autoficción, la novela de no ficción, el mestizaje genérico.
–¿Espera una nueva generación que responda a las inquietudes de la próxima década o eso son inventos de mercado?
–Descreo del concepto de generación. Pero no tengo dudas de que, desde un lugar u otro, las inquietudes de la próxima década encontrarán el modo de expresarse.
–Ejerza de prescriptor. Diga tres autores actuales que considera imprescindibles y por qué.
–No considero a nadie imprescindible. La tradición literaria es suficientemente amplia y rica como para permitir toda suerte de recorridos por ella, sin necesidad de ni siquiera cruzarse unos con otros. Este año han fallecido dos de los que para mí se contaban entre los más grandes autores vivos: V.S. Naipaul y Philip Roth. Pero nos quedan Ishiguro, Coetzee, Lobo Antunes. Más cerca, Rafael Sánchez Ferlosio, Juan Marsé, Álvaro Pombo. ¿Más jóvenes? Luis Magrinyà, Belén Gopegui, Vicente Valero. ¿Aún más jóvenes? Gonzalo Torné, Sara Mesa, Víctor Sombra… Y estoy hablando sólo de prosistas. La lista, afortunadamente, es más larga de lo que nos pensamos. Por lo demás, el hecho de no considerar imprescindible a ninguno, no quita que considere a otros muchos perfectamente prescindibles.
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