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Suele mirar hacia dentro, incorporando todo aquello que imagina, sueña, observa o siente desde una óptica sencilla y profunda. «La pintura sabe más de mí ... que yo. Pinto donde estoy y lo que soy, pero lo que hago acaba repercutiendo en mí. No sé si las pinturas adivinan mi futuro o por el contrario yo las sigo hacia donde ellas me llevan», ha manifestado en alguna ocasión. El arte es para ella una forma de estar en el mundo capaz de apelar a nuestro inconsciente, nuestra memoria y nuestra sensibilidad. Breza Cecchini Ríu (Oviedo, 1976) es el nombre propio que cierra la programación de esta temporada en Robayera, el veterano espacio de Miengo. Su exposición 'Mi sombra de cuatro patas' se inaugura hoy, a las 19.30 horas, en la Sala de Cudón, con el apoyo institucional del Ayuntamiento de Miengo y la Consejería de Cultura.
Cecchini ha expuesto de forma individual y colectiva en numerosas ocasiones, desde galerías como Espacio Líquido, Texu, Dos Ajolotes, Gloria Helmound, a centros como Laboral, Museo Barjola, entre otros, además de participar en el ámbito nacional en ferias como Dearte, Estampa, Arco y Más que libros. Una de sus propuestas más celebradas fue 'Por ventura un no sé qué' (2017), muestra inspirada en los poemas de San Juan de la Cruz, que se exhibió en el Museo Barjola de Gijón. Ahora en Cantabria, de la mano de Marta Mantecón, directora de Robayera, y bajo el título 'Mi sombra de cuatro patas', reúne una selección de cerca de cuarenta pinturas de diferentes formatos que pertenecen a su producción más reciente, realizadas fundamentalmente en los dos últimos dos años. Las obras conforman una gran instalación en el espacio que muestra el universo cotidiano de la artista.
Fin de la temporada. Título: 'Mi sombra de cuatro patas'. Artista: Breza Cecchini. Lugar:Sala de Arte Robayera. Antiguas Escuelas. Barrio El Castro, 36. Cudón-Miengo.
En datos. Organiza: Ayuntamiento de Miengo. Colabora:Consejería de Cultura. Fechas:Desde hoy al 16 de octubre. Horario: Martes a sábados de 19 a 21. Domingos de 12 a 14 horas.
Natalia Alonso Arduengo en el texto del catálogo que acompaña la exposición, define el trabajo de Breza como honesto y sincero, alejado de cualquier artificio: «Una pintura que aúlla, que hace emerger lo soterrado y se enfrenta al abismo. Una pintura que, como vitamina del alma, cura la herida». Sus composiciones, predominantemente figurativas, alternan el gesto expresivo con áreas cromáticas de corte más abstracto e informal que presentan distintas densidades matéricas y una original paleta de colores. En ocasiones, aplica pan de oro o de plata –alusiones simbólicas al sol o la luna– para iluminar determinadas partes del lienzo, evocando el espacio sagrado de la imaginería medieval.
Su trazo, suelto y aparentemente espontáneo o intuitivo, «posee amplias resonancias emotivas y vitales, pues condensa sus realidades afectivas, sus estados de ánimo y sus vivencias, entremezclando distintos tiempos, realidad y ficción». Formada en la Escuela de Arte de Oviedo con las especialidades de escultura y grabado, a lo largo de su carrera ha sido seleccionada y premiada en varias convocatorias destacando en sus inicios el premio a jóvenes creadores de la Calcografía Nacional y Academia de Bellas Artes De San Fernando. Ha colaborado en el vestuario de la Ópera de Oviedo y ha impartido diferentes talleres. Actualmente, vive y trabaja desde su estudio situado en Nava (Asturias).
La iconografía está formada por amazonas libres que extienden sus brazos y sus piernas, miembros de su entorno más cercano, «seres dotados de connotaciones espirituales y, especialmente, animales que conviven en armonía con la naturaleza, generando un bestiario íntimo que le permite reinterpretar los viejos mitos y fábulas».
Los lobos y caballos que protagonizan sus composiciones –animales siempre con una significativa presencia en la Historia del Arte–, más allá de los roles que los cuentos y leyendas les han asignado o los arquetipos de la narrativa tradicional, poseen un valor simbólico profundamente personal.
El epígrafe de la muestra procede de una cita extraída del prefacio de 'Mujeres que corren con lobos' de Clarissa Pinkola.
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