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oskar belategui
Martes, 5 de abril 2016, 08:50
Qué sería del cine español sin sus secundarios inolvidables. SinManolo Morán, sin Rafaela Aparicio, sin Manuel Alexandre, sin Florinda Chico, sin Saza. Después estaba Chus Lampreave, tan inimitable como LuisCiges, eterno pasmado que también parecía que se interpretaba siempre a sí mismo. El azar ha ... querido que el mismo día que Pedro Almodóvar presentaba en Barcelona Julieta, muriese la actriz más reconocible de su cine.
De El pisito a Torrente 5 su primera y su última película, Lampreave ha paseado su aire frágil y despistado por casi un centenar de películas y series de televisión. Su inconfundible voz chillona soltaba contestaciones recibidas con carcajadas en el patio de butacas. Ayer murió en el hospital Torrecárdenas de Almería a los 85 años. La actriz vivía en los últimos tiempos en una residencia de la provincia andaluza, de donde era natural su marido, Eusebio Moreno, y en la que residía un hijo.
Cuando en 1980 Pedro Almodóvar rascaba 400.000 pesetas para comprar el negativo y rodar su primer largometraje, Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, sondeó a Chus Lampreave, que por entonces tenía 50 años y una filmografía que arrancó con Marco Ferreri y Luis García Berlanga. La actriz le dijo que no, lo mismo que en su segunda película, Laberinto de pasiones, porque se tenía que operar de un ojo. «Te seguiré llamando hasta que puedas trabajar conmigo», prometió el manchego. Desde Entre tinieblas, apareció en ocho de sus veinte largometrajes, adjudicándose por derecho propio el título de chica Almodóvar.
Ganadora de un Goya a la mejor actriz de reparto en 1993 por Belle Epoque, de Fernando Trueba, Lampreave aparece en los créditos de títulos fundamentales de nuestro cine como El pisito, El cochechito, El verdugo y ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, donde Almodóvar cimentó esa imagen de abuela de barrio surrealista que Santiago Segura aprovechó en la saga Torrente. En su boca, las frases se convertían en hilarantes reflexiones. «Qué pena, hija mía... Tan joven y ya estás como vaca sin cencerro», le soltaba a Marisa Paredes en La flor de mi secreto con esa sabiduría y naturalidad brutal de las mujeres de pueblo. Permanecen por derecho propio en la antología de sus mejores disparates el «paso total de vosotras, me aburrís», de ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, y el «lo siento, señorito, pero yo soy testiga de Jehová y mi religión me prohíbe mentir», de Mujeres al borde de un ataque de nervios.
Buster Keaton en femenino
Nacida en Madrid en 1930, María Jesús Lampreave Pérez estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y trabajó como ilustradora en la editorial Aguilar. Iba para pintora pero se matriculó en la Escuela de Cine a estudiar dirección. Su descubridor fue el realizador Jaime de Armiñán, con quien debutó en la televisión cuando apenas había cumplido 20 años. En esa misma época, Luis García Berlanga trabajó con ella en el corto Se vende un tranvía.
Jamás pisó una escuela de interpretación y siempre pensó que la película que estaba haciendo era la última. Con el tiempo, su presencia adquirió el rasgo de icono y hasta la publicidad recurrió a su mirada hipermétrope para despertar sonrisas: Icíar Bollaín la quiso para el emblemático anuncio navideño de Campofrío y Juan Antonio Bayona en el spot de un limpiador. «Una de las razones de hacer películas era para encontrarte con gente como Chus Lampreave», sostenía Fernando Trueba. Pedro Almodóvar la definió una vez como «Buster Keaton en femenino».
El cariño que el público profesaba a una actriz que no daba entrevistas se reflejó ayer en Twitter, donde su nombre fue trending topic mundial. «Bondad, dulzura, simpatía, genialidad, ternura, amabilidad, chispa, comicidad a raudales y una humanidad desbordante», alabó SantiagoSegura. Javier Cámara, que la tuvo como madre en Torrente y Fuera de carta, acertaba a definirla en Instagram: «Podía hacerlo todo, pero siempre era ella».
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