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Borja Crespo
Viernes, 3 de agosto 2018, 08:37
El cine fantástico vive una época interesante en España. Son varios los cineastas nacionales que mueven proyectos en Hollywood o ruedan en nuestras fronteras en inglés, levantando proyectos con olfato comercial y vocación internacional. 'Blackwood' cuenta con Uma Thurman en el reparto y la dirección ... de Rodrigo Cortés (Orense, 1973), un tipo que sabe lo que hace, como bien lo demostró en 'Buried', con Ryan Reynolds como protagonista encerrado en un ataúd durante toda la película. Ahora cambia la caja de madera por una mansión donde transcurre un relato de horror psicológico, entre la realidad y el sueño, basado en el clásico literario adolescente de Lois Duncan. «En 'Blackwood' pesa tanto el suspense como la belleza de la pintura o la música: el arte se convierte en una laguna profunda llena de peligros», comenta Cortés, que reconoce en su propuesta la influencia de «la mirada perturbadora de Roman Polanski, la psicología subterránea de Nicolas Roeg y la sensualidad invisible de Peter Weir».
–¿Qué tiene el cine de género que le llama tanto?
–Una capacidad resonante de abordar temas universales que pocas veces tiene el llamado cine social. Los conflictos interiores pueden mostrarse de forma apasionante a través de una amenaza exterior en un entorno único.
–Ha pasado de sembrar la incertidumbre en el interior de un ataúd a inundar de terror una mansión.
–No estoy seguro de que 'Blackwood' sea, propiamente, una película de terror. Es más bien una película de atmósfera, de atmósfera turbadora y progresivamente inquietante. Empieza como una historia de Los Cinco y acaba como el rosario de la aurora.
–'Blackwood' esconde mucho cine.
–He tratado de convertir la película en una experiencia más sensorial que textual. La luz, el sonido, la cámara, la música, las interpretaciones... Todo queda al servicio de una historia en la cual el cómo debería ser tan disfrutable como el qué.
–Se dirige al público juvenil con una historia sobre ellos y para ellos. ¿Es una audiencia maltratada?
–El adjetivo juvenil aplicado al cine o a la literatura tiende a ser sinónimo de superficial o intrascendente. Muchas obras se dirigen al adolescente desde la altura, con paternalismo condescendiente. 'Blackwood' parte de una premisa implacable que dialoga con el espectador en términos de igualdad, sin protegerle.
–El despertar de la adolescencia da mucho juego.
–La adolescencia es un pasillo oscuro. Durante ese tránsito no nos comprendemos, no nos entienden, nuestra relación con el entorno es agresiva. Añoramos la confortabilidad de la infancia, pero no la deseamos. Deseamos ser adultos, pero nos aterra. Es, sin embargo, el tiempo en que decidimos quiénes vamos a ser el resto de nuestra vida.
–¿Qué tiene el cine de terror que tanto llama al fenómeno fan?
–Lo ignoro, no sé casi nada del fenómeno fan. En su configuración habitual, la posibilidad de dar unos cuantos botes en grupo, supongo. Es también un gran generador de iconos, siempre empaquetables y vendibles. Pero cuando el género no busca al fan, sino al espectador, se produce una conjura única: el pacto para abordar sus miedos particulares e invocarlos, incluso exorcizarlos, a través de una experiencia única.
–Lo han dado todo con los decorados de la academia.
–La diseñamos y construimos por completo, sí. Como en el cine clásico. Era el único modo de conseguir una casa viva y cambiante. Siempre he admirado el modo en que Powell y Pressburger, por ejemplo ('Las zapatillas rojas', 'Los cuentos de Hoffman', 'Narciso negro'), expresaban su sensibilidad humanística, su conocimiento de la arquitectura, de la pintura, de la música, a través de historias de gran penetración popular que transcurrían en mundos cuidadosamente diseñados por ellos, casi compuestos.
–¿Cómo fue trabajar con Uma Thurman?
–Uma es tan hermosa como parece, tan sofisticada, tan inteligente. Y tiene también el carácter de un taxista neoyorquino. A los cinco minutos estábamos gritándonos y riendo, nos queremos de forma genuina. El modo en que modela emociones reales a partir de la indicación más nimia es fascinante.
–Estará harto de que le pregunten por Robert De Niro, pero es inevitable.
–Me siento muy afortunado de haber trabajado con él, ni en cien vidas lo habría soñado. Su entrega y profesionalidad en 'Luces Rojas' fueron ejemplares. Su respeto por el oficio, casi sagrado. De Niro es el actor más dotado para generar autenticidad de la historia del cine.
–Cine que vive tiempos agitados con la corrección moral. ¿Cómo ha vivido el despido de James Gunn por parte de Disney debido a unos tuits cómicos desafortunados?
– Vivimos en estado de perpetua vigilancia. Nadie expresa ya qué piensa, sino qué cree que es aceptable expresar. Abrimos la boca para dejar claro que estamos en el lado correcto de la vida.
–La libertad creativa, ¿se lleva mal con el cine comercial?
–Se lleva mal con todo. Todos la reclamamos, pero pocos se hacen responsables de ella.
–¿Qué hacemos con Polanski?
–Contener la opinión, evitar la necesidad de salvarlo o condenarlo, aceptar que no lo conocemos ni podemos conocerlo, que no es nuestra función juzgar nada sobre lo que no lo sepamos todo. Ver una y otra vez sus películas.
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