Alumbrar dignidad
Bonifaz. Filmoteca. La llave azul. Mañana. ·
El dolor y el humor dialogan tan pronto necesitados como despojados, de tal modo que forman parte del engranaje de su ritmo y de su manera del fluirSecciones
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Bonifaz. Filmoteca. La llave azul. Mañana. ·
El dolor y el humor dialogan tan pronto necesitados como despojados, de tal modo que forman parte del engranaje de su ritmo y de su manera del fluirQuizá algunos solo quieran ver superficialidad donde reina el encanto. O bien sean incapaces de ahondar en un juego de lenguajes, teatral y cinematográfico, entrelazados ... por el vacío y la búsqueda de afectos. Estamos ante una comedia dramática sencilla pero espléndida en su generoso despliegue humano. 'Ghostlight' puede parecer otra cosa, crece en solidez a medida que retrata la fragilidad y usa el humor como un efectivo resorte del factor humano. Una radiografía emocional en torno a la vida cotidiana de un peón que muta la presión familiar por otra comunidad, la de un grupo de actores aficionados que sirve al filme de camino de revelación, de trayecto iniciático en la posibilidad de conocimiento, más que de mera vía de escape.
Año 2024
País EE UU.
Dirección Alex Thompson, Kelly O'Sullivan.
Guion O'Sullivan
Reparto Keith Kupferer, Dolly De Leon, Katherine Mallen Kupferer, Tara Mallen
Género Comedia dramática
Es un filme cobijo, acogedor, que nunca opta por la hipérbole sentimental y el efectismo dramático y que discurre como una melodía pegadiza que se adhiere a la piel de una actor mayúsculo, Keith Kupferer, y una historia donde la pérdida, el desgarro, lo oscuro laten al fondo de manera sutil. El tándem en la dirección A. Thompson y Kelly O'Sullivan, como en 'Saint Frances' –en aquella ocasión, él director y ella guionista– demuestran un dominio delicado a la hora de discurrir con empatía en un terreno pantanoso, pero del que salen impolutos en su retrato de soledad y ternura, de desesperación sujeta por la luz leve de esos consuelos que asoman donde menos esperamos.
Cálida, sin darse importancia, participa de la atmósfera de un cierto cine independiente ya casi fenecido, que aquí brota a través de una capa de ligereza que no es impostura. Bajo ese primer rostro, basta rascar un poco para apreciar que el sentido del humor, las visitas a las estancias más esquinadas de la comedia tiene un reflejo en la pantalla que dotan a la película de una extraña vitalidad. La pareja de cineastas, también en su momento actores, logran encadenar situaciones en las que el espectador se sentirá interpelado a cierta complicidad. El dolor y el humor dialogan tan pronto necesitados como despojados, de tal modo que los vasos comunicantes forman parte del engranaje de la ficción, de su ritmo y de su manera de fluir. Del teatro al cine y viceversa; de la tragedia, el dolor y la culpa a la redención; y Shakespeare, la representación, palabra e imagen, en una cadencia que mece al pasado y mira de cara al presente para desvelar la edificación de un nuevo humanismo. En su entraña, exenta del escaparate que prima hoy en día, se asienta un relato muy hermoso sobre la dignidad, la verdadera terapia vital.
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