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Película Casa en llamas
El 'Hola, qué tal', el abrazo, lo hogareño, las distancias cortas y largas, la nostalgia y el amor sobreentendido, o el afecto huérfano. Casi todo cabe en esta radiografía coral, familiar, tan social y sociológica, que contiene dos o tres escenas más válidas y representativas ... de un retrato de nuestro presente que todas las encuestas del CIS. Y ello es fruto de un guion muy sólido, sin apenas fisuras, más que de un material original en el sentido estricto. Su director Dani de la Orden ha anunciado que ya está embarcado en una segunda entrega de 'Casa en llamas', una turbulenta tragiocomedia, una agitada diatriba familiar sobre las pequeñas grandes cosas. Vista desde fuera, la cinta presenta más posibilidades de crecer como serie si se mantuvieran idénticos protagonistas. Un reparto feliz y rotundo que hace de 'Casa en llamas' un resorte intachable. Incluso esa leve dispersión de temas y terrenos, que es uno de los pocos reproches que pueden ponerse a la película, tendría sus puntos de fuga lógicos en una de esas miniseries de plataforma. Lo cierto es que el prolífico cineasta de 'Litus' y 'Hasta que la boda nos separe' ha gozado de una demostrada destreza para sacar punta y brillo a la conjunción entre drama y comedia, en especial a través de situaciones límite, encierros, dobles parejas, o retratos de comunidad sin que sus argumentos y puestas en escena se desbordaran o cayeran en caricaturas e hipérboles. Si algo destaca de la cinta catalana, que se asoma a los Goya del próximo sábado con ocho candidaturas, es precisamente el equilibrio, ese jugo humano de querencias y reproches, de cariño y monólogos, de colisiones intergeneracionales y de presencias y ausencias con fondo rural o urbano. Es curioso pero 'Casa en llamas' mantiene su personalidad frente a otras inmersiones de catarsis hogareñas recientes o no tan lejanas: 'La casa', de Álex Montoya; 'Felices 140', de Gracia Querejeta, o 'Las furias' de Miguel del Arco, rodada en parte en Cantabria. Si hay lagunas a la hora de buscar más o menos aciertos o alguien sale dañado en las comparaciones horriblemente odiosas, la obra de Dani de la Orden tiene a su favor esa cercanía que transmiten sus intérpretes. Pese a la teatralidad de fondo, el filme sale airoso con su reparto de tempos, con una poliédrica mirada y un protagonismo diversificado que construyen con coherencia un ardiente edificio de conflictos y revelaciones.
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