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Es como una de Agatha Christie con un punto de refinamiento, irónica y, a veces, cínica, mecida por ese vaivén coreográfico del mejor Robert Altman, capaz de lo sublime y también de pinchar en hueso. De Hollywood a la campiña inglesa, un juego coral de nobles y plebeyos, entre una partida de caza y una sucesión de pliegues en una mansión donde parecen diluirse los roles, las clases sociales, las estancias y las habitaciones. Talento narrativo del cáustico cineasta, un conjunto de intérpretes deslumbrantes con la diosa Maggie Smith a la cabeza y una disección sociológica implacable. Es comedia que parece drama, y viceversa. La intriga es un macguffin prestado de Hitchcock. Ni arriba ni abajo. Lo que de verdad interesa al cineasta de 'Vidas cruzadas' es convertir 'Gosford Park' en un campo minado de hipocresías, apariencias, vicios, secretos y miserias. Una bomba de egos con la espita siempre a punto de asomar, encendida por el rencor y la mentira, la falsedad y la simulación.
Año 2001
El puzle de Altman es el de un mago que desvela todos los trucos humanos que se cruzan y conviven en un mismo ecosistema, al margen de clases sociales y lugares comunes. Laberinto intrincado, ambientación prodigiosa y esa mano maestra de Altman cuando persigue ahondar en la condición humana como un cirujano que interviniera no en los cuerpos, sino en lo psicológico, en las miradas con sutileza de orfebre. Virtuosismo para armar e individualizar a su vez un retrato de convivencia y colisión, de radiografía y visión satírica de la lucha de clases. El cineasta compone una partitura de tiempos y tensiones, en un encadenado de tramas y situaciones que tejen una espléndida crisálida, a veces drama irónico y otras una comedia mordaz, marcada por su dominio de ritmos y por su sensibilidad para tratar con elegancia y buen gusto lo que en el fondo es una entraña corrompida.
Delicada tragicomedia costumbrista a la que se le pueden ir depurando capas y capas sobre lo superficial y lo decadente. Sátira entre secretos de alcoba y escaleras. Un paseo por el amor y la muerte, como grandes titulares, bajo los cuales subyace la agitación sardónica del cineasta a través de una enésima revelación en esa mezcla de excentricidad, de pose y egoísmo que cubre a sus criaturas.
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