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Bobo, que no elemental

Bobo, que no elemental

'Holmes & Watson' | Género: comedia; dirección: Etan Cohen; Salas: Los Ángeles. hasta el domingo

Guillermo Balbona

Santander

Viernes, 29 de marzo 2019, 09:20

John C. Reilly, con apenas unas semanas de diferencia, ha compartido la mitad de protagonismo de una película y la mitad de otra, al encarnar sendos personajes universales en dos maneras de abordar la ficción y a través de otras tantas referencias creativas: el Watson que acompaña inseparable a Sherlock Holmes, en la primera; y a Oliver Hardy, quien junto a Stan Laurel, compuso las exquisiteces cómicas de los eternos el Gordo y el Flaco, en la segunda. Y a pesar de ser el mismo actor se acabaron la semejanzas en la azarosa interpretación combinatoria de parejas afamadas, porque la distancia sideral entre ambas películas es que 'El Gordo y el Flaco' es una magistral aproximación a una forma de entender el cine, mientras que esta 'Holmes & Watson' es una mediocre inmersión en la comedia, que ni se recrea en el exceso como para convertirse en sana sátira, ni se cree a sí misma como para elevar el concepto de broma.

Más cerca de Gene Wilder que de los títulos de Guy Ritchie que se han aproximado a los personajes de Arthur Conan Doyle, lo cierto es que lo que hace Etan Coen es mas bien un mediocre amago de salvaje comicidad. Los gags no merecen tal nombre y el ciudadano ilustre de Baker Street es un comodín para jugar con guiños, homenajes, anacronismos y parodias bastante estupidizantes. Casi todo es burdo, sobre todo lo que rodea o sale de la boca de Will Ferrell, y Ralph Fiennes, que podría dar la réplica inteligente, se contagia de tanta superflua nadería de tal modo que todo lo que puede ser sinónimo de divertido desaparece de la pantalla.

Ni un gramo de inteligencia en esta ficción sobre un asesinato en el Palacio de Buckingham como eje argumental al que uno acaba por desear que se prolongue fuera de ella. Precisamente el arma para alcanzar la meta, el humor, es lo que se antoja anacrónico, fuera de sitio, forzado, viejuno e histérico.

Hay obviedades, chistes primarios y una falta absoluta de vocación por transgredir, sorprender y asombrar. Se lleva el equívoco, las parodias manidas como las que hacen referencia al protocolo y las alusiones a la actualidad o a 'la historia que se repite', carecen de fuerza y están metidas con calzador. Lo pintoresco, ausente del factor cómico, se queda en mero decorado.

Hay ideas diluidas pero el atrevimiento es mínimo y el talento aún menor. Ni siquiera se puede tomar por el lado del delirio epatante que permite zarandear la risa sin sentido. El elogio del absurdo merece mejor suerte. El doblaje, ese sí absurdo como todo, alcanza aquí la categoría de perverso instrumento para que todo resulte más propicio al extravío. Mejor meter al detective en formol y esperar futuras disecciones más dignas.

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