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Imagen de la fábula de Adam Elliot.
Borrachera de infancia
Crítica 'Memorias de un caracol'

Borrachera de infancia

Excelencia, virtuosismo de plastilina y de stop motion, esta animación adulta desborda imaginación, humor negro, denuncia y elogio de lo diferente

Guillermo Balbona

Santander

Lunes, 17 de febrero 2025, 11:45

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  • Película Memorias de un caracol

  • Año 2024

  • Duración 94 minutos

  • País Australia

  • Dirección y guion Adam Elliot

  • Música Elena Kats-Chernin

  • Fotografía Gerald Thompson

  • Animación, Voces originales Sarah Snook, Kodi Smit-McPhee, Eric Bana...

  • Género Animación

  • Salas Embajadores Santander

«Papá decía que la infancia es como estar borracho. Todos saben lo que hiciste menos tú». Esta es una de las muchas sentencias que ... pueden escucharse en la lúcida y excelente fábula que es 'Memorias de un caracol'. Continente y contenido, estética y mirada fluyen y confluyen en esta historia de una niña que colecciona caracoles y tiene querencia por la lectura y las historias románticas. Exponente de la mejor animación adulta, corre el riesgo de dejarse llevar por la destreza y lo virtuoso de la plastilina y el stop-motion. Pero bajo esa deslumbrante lección formal y técnica, que lo es, discurre un guion asombroso. Humor negro, desgarradura, también provocación y un sutil manejo de las emociones hasta lograr una sinfonía de la conmoción. El cineasta de 'Mary y Max' retrata lo marginal y lo inadaptado, mientras se pasea por la memoria y se emborracha de infancia. Si Tim Burton insufla cierto regocijo lúgubre o funesto a su cine, lo cierto es que en Adam Elliot el paisaje es macabro y hasta cruel, a veces, pero sin abandonar nunca una poética a su manera barroca, reflexiva, que tan pronto despierta sonrisas como extrañeza, siempre libre. Dolor y tristeza atraviesan su película, una especie de marca de su concepción del cine pero también aflora una luz de redescubrimiento vital en la cinta australiana. Entre la sorpresa y el preciosismo, entre las denuncias y la crítica, el retrato ahonda a menudo en lo decadente y depresivo, pero atemperado por un humor negro que zarandea la violencia o el sexo y se mueve sinuoso entre la vida y la muerte. Sus escenarios, el supermercado o la peluquería, entre otros, revelan el talento de Elliot, su imaginario a la hora de levantar una historia sobre los mellizos Grace y Gilbert. Nominada al Oscar, mejor filme de animación en el festival de Sitges, pasa de la oscuridad y lo tétrico a generar un desfile de excentricidades con un mensaje de confrontación, de tono existencial, nunca banal ni ligero. Del sufrimiento y la marginalidad a la arcilla moldeada con el stop-motion que otorga una paciente autenticidad y hondura a sus criaturas. La niña y la anciana canalizano el elogio de la diferencia en un canto de supervivencia. En el original hasta Nick Cave lee un poema. Un dulce amargo en el que se entrelaza cierto surrealismo con el fascinante derroche de imaginación.

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