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Hay muchas caídas en una vida. Y no siempre las físicas son las más importantes. Es cierto que la que sufrió Joaquín Sabina en el WiZink Center tenía elementos simbólicos y temores y sombras, pero en lo que el músico y poeta expresa y calla ... en este filme subyacen otros descensos emocionales y existenciales más intensos. 'Sintiéndolo mucho' pasa por ser un documental, pero eso es solo la cáscara funcional, el formato, el retrato con tintes biográficos.
En realidad en la entraña de la realización Fernando León de Aranoa cabe una mirada que a veces se confunde con el autorretrato buscado por el propio Sabina y el diálogo de amistad e intimidad del cineasta. Se daba por hecho, dada la inteligencia de ambos que cualquier silueta de hagiografía estaba descartada. Quizás lo mejor del documental sea precisamente lo que se sostiene en el tiempo aunque no sea explícito.
Esa atmósfera de contradicciones, pasiones, deseos que conforman toda una vida atraviesan el montaje casi sin pretenderlo. Como siempre en estos casos, el valor de la cercanía. transmitido por otra parte a través de un trabajo abordado durante casi quince años, no puede ser igual para el aficionado, para el que lo mira con escepticismo, o incluso para el detractor del músico. Pero por encima de la figura de Sabina y su significado clave en la historia del panorama musical español, 'Sintiéndolo mucho' supone uno de esos lugares edificados desde la complicidad. Hay vitalidad crepuscular lo cual tiene mucho de oxímoron emocional.
El documental es Sabina leyendo versos de su padre. Es también el hombre con sus rituales, sus miedos y sus inspiraciones. Triunfa ese aire de confesión interrumpida, de rapto de vitalismo y de exaltación de canto a veces mudo. Hay un juego, no sin ironía, entre devotos, exvotos, afectos y rancheras. La estructura quizás encadena, en el peor sentido, los factores humanos, las inquietudes artísticas y la lógica construcción de evocaciones, pasajes y relatos fragmentados. Pedía una anarquía para revelar a la persona y el personaje desde el corazón de la improvisación.
Es verdad que no hay ataduras cronológicas, que el guion propiamente dicho no existe, pero se echa de menos un gesto visceral libertario. En las secuencias cabe el deslumbramiento y el catálogo de virtudes y defectos asoma sin necesidad de forzar el tono. La personalidad de Sabina, esa embriagadora costumbre de contar la vida a través de la poesía y la música, se traduce en un elogio cotidiano.De desesperada y honda sinceridad.
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