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Hay denuncia, obvia y necesaria. Horror en la evidencia. Impotencia ante la crueldad. Y resistencia, ese fulgor que nace de la dignidad frente a la ... barbarie. Más allá de lo formal y el formato, el género, lo documental, el trabajo conjunto y el coraje que revela el filme es humano, muy humano. Lo literal y lineal ya lo conocemos, esa segregación en Cisjordania y la humillación constante que sufre el pueblo palestino, 'No Other Land' es una mirada a ras de tierra, que se eleva cuando la cámara se vuelve (porque también ejerce una lucha) y se revela más cercana a todo. Hay observación periodística, testimonios, retratos de situaciones, pero este relato crudo y desgraciadamente cotidiano, es un poderoso documento existencial y vital (aunque lo político siempre esté ahí).
Año 2024
País Palestina
Dirección Basel Adra, Hamdan Ballal, Yuval Abraham, Rachel Szor
Música Julius Pollux Rothlaender
Fotografía Rachel Szor
Coproducción Palestina-Noruega; Yabayay Media, Antipode Films
Género Documental
Salas Movistar+
Los nombres es obligado citarlos aunque nos sean desconocidos: Basel Adra, Hamdan Ballal, Yuval Abraham y Rachel Szorse dejan a la intemperie el terror de la prepotencia, la injusticia histórica reflejada en el desahucio de los palestinos en esas tierras que forman parte de su sangre. El colectivo palestino-israelí que está tras esta cámara y ojo íntimo y global, es transparente y militante con las vidas que en todo momento tratan de romperse.
¿Puede haber otros documentales como 'No Other Land'? Quizá sí, pero la cuestión que debe ser celebrada es que su intento de acusación está fundamentado en esa piel primera de las cosas, en esa sensación de intimidad donde queda desnudo el Estado represivo ejerciendo su destrucción permanente.
El nuevo año ha comenzado como terminó el pasado, con esa sucesión de golpes implacables. El documental centra el foco en otro daño nunca colateral, sino esencial para borrar cualquier visibilidad e ilustración de identidad: el desplazamiento forzoso de palestinos en Masafer Yatta (Cisjordania) donde las aldeas rurales están destinada a desaparecer. No se trata de emocionar, sino de mostrar con la distancia y el ritmo justos la violencia en su grado más denigrante.
En lo audiovisual las grabaciones con teléfono y videocámara, pese al peligro y las limitaciones, o quizá por ello, resultan estremecedoras, abrumadoras. Y esa sensación de impotencia, se mezcla entonces con la ira, el dolor y la vergüenza. «Tengo cinco años, el primer recuerdo, me despertó una luz, es el del primer arresto de mi padre». La voz que abre ya deja al espectador ante la entraña de la ocupación y la sombra del exterminio. Visionar el documental es una de las pocas maneras de abrir un resquicio de libertad.
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Ana del Castillo
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