Carrera sin fondo
'El silencio de la ciudad blanca' |
Guillermo Balbona
Santander
Martes, 29 de octubre 2019, 08:02
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Guillermo Balbona
Santander
Martes, 29 de octubre 2019, 08:02
En una viñeta del siempre lúcido El Roto podía leerse: «No sé a donde voy, pero si me paro a pensarlo, me adelantan». Al margen ... del simbolismo metafórico, político y social, inherente a sus viñetas diarias, la frase podría aplicarse perfectamente al último Daniel Calparsoro. 'El silencio de la ciudad banca', una carrera sin fondo por una Vitoria/Gasteiz nocturna, que se asoma poco a las pantallas, es un thriller en el que todos corren mucho aunque la película se antoje lenta, reiterativa y pida a gritos una dieta de adelgazamiento de metraje. La historia de crímenes con su toque ritual, fruto de una enredadera en ocasiones muy enredada, es uno de esos frecuentes casos donde lo televisivo es una sombra alargada, hasta el punto que da la impresión que esta trama, más enunciada que real, podría haberse convertido en miniserie de productora avispada. Ese contraste latente en el corazón de la historia se vive en casi todo su desarrollo.
La potencia visual del cineasta de 'Salto al vacío' y la gravedad retórica de la historia casi nunca van al unísono. Como si voz e imagen no casaran, tampoco el reparto y la puesta en escena logran la armonía necesaria para construir el gancho verdadero con el espectador. Esas escenas nocturnas de la pareja de inspectores recorriendo las calles son un ejemplo de afectación y nadería.
Es un filme aseado en lo visual y en su fachada aparente, e infectado por dentro por el esquematismo de los personajes, lo inverosímil de muchas situaciones y la debilidad del guion con numerosos cabos sueltos. Entre lo desdibujado y lo anodino anda el juego. Belén Rueda y Javier Rey tienen menos afinidad en pantalla que Sánchez y Casado. Y a Aura Garrido le perjudica la reiteración cercana en el tiempo, además de encarnar papeles idénticos, tras su reciente trabajo en 'El asesino de los caprichos'.
Del sello Calparsoro ('Pasajes', 'Asfalto' y 'Cien años de perdón', entre otras), siempre sólido y enérgico, es escasa la huella y, pese a ello, lo mejor del filme está en sus manos. Basado en los superventas de Eva García Sáenz de Urturi el filme utiliza Vitoria y el entramado alavés y, por ende, vasco, como mero decorado, sin una personalidad determinante. Salvo algún destello visual catedralicio o morboso, también algunas inserciones ridículas como la del personaje que encarna Pedro Casablanc, la ficción se torna en demasiadas ocasiones insípida y cansina. Las marcas de 'El silencio de los corderos', el peso de la narrativa audiovisual (todo es pura carnaza de serie a lo 'True detective'), el toque enigmático a lo bestseller (El código da Vinci), van despojando el posible amago de personalidad para dejar al desnudo el artificio. Más que asesino en serie, cine en serie y de serie.
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Ana del Castillo
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