Té, cerdos y marihuana
'The Gentlemen' | Dirección: Guy Ritchie; Género: acción; Salas: Cinesa y Peñacastillo
Guillermo Balbona
Santander
Lunes, 9 de marzo 2020, 10:44
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Guillermo Balbona
Santander
Lunes, 9 de marzo 2020, 10:44
Es paródica, irónica, nunca complaciente. Incluso posee ese aire posmoderno del metalenguaje saltando de flor en flor creativa para fertilizar la mirada.
Estos 'señores de ... la mafia' –sobraba la etiqueta en español–, son carne de pub, tenderos de marihuana y buenos vendedores de humo que, a la menor reclamación, ajustan la mercancía, reducen personal y hacen balance con el mejor güisqui en la garganta. Guy Ritchie regresa a su ikea particular de 'Lock&Stock' y 'Snatch. Cerdos y diamantes', ese microcosmos inconfundible. Por supuesto ya no existe el factor sorpresa. Pero teniendo en cuenta que venía de firmar su 'Aladdin', es una clara recuperación identitaria adentrarse en este barrio de maleantes, té, marihuana, heroína, carreras de mafias, malotes y maleantes de salón. Porque, ante todo, 'The Gentlemen' es una película muy divertida, sabedora de que ya no se puede abordar una historia de poder y territorios sin poner distancia. Y ahí es donde más brilla el filme: su punto de vista narrativo es una vuelta de tuerca constante entre la ficción que vemos y el supuesto guión, inventado o no, de un supuesto rodaje que la propia Miramax estudia producir. Ese es el engranaje autoirónico que hiperventila la acción. Ritmo, eufemismos, sentido del humor y un enredo, lo suficientemente enredado para pensar que existe una madeja atractiva, hacen el resto.
Un puñado de excelentes actores no solo aporta excelencia a la casa madre de Ritchie, sino que certifican a cada paso que se lo han pasado muy bien. Hugh Grant, tras unas gafas ahumadas, emulando a un perverso narrador shakespeariano y Colin Farrell, con sombrero y chándal, parecen los maestros de ceremonia colaterales de esta misa negra con cadáveres accidentales, diálogos afilados y una contagiosa (perdón) ironía juguetona. La malicia, la verborrea y la violencia con discurso provocan un artefacto lúdico cinematográfico que se agradece frente a tanto thriller pretencioso y copista. Este Ritchie 'atarantinado' firma una gastrocomedia, un trago seco con mucha resaca paródica. Quizás esté más tierno, pero Ritchie ha vuelto al barrio.
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