Chuchería de fantasma
Cinesa, Yelmo y Ocine ·
Todo muy vintage y pastiche, anodino y ruidoso, envuelto en lo engolado de una aventura perezosa y maniatada por una nostalgia, esta sí, heladoraSecciones
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Cinesa, Yelmo y Ocine ·
Todo muy vintage y pastiche, anodino y ruidoso, envuelto en lo engolado de una aventura perezosa y maniatada por una nostalgia, esta sí, heladoraA modo de chuchería, muy poco fina, el batiburrillo está asegurado. Secuela, reboot, reinvención, revisitación, lo de cazafantasmas es más una recurrente y esporádica resurrección de una marca, que una franquicia sólida que explota sus zonas de confort más taquilleras. Personajes, situaciones e ideas fieles ... a un territorio que nació hace cuarenta años cuando Ivan Reitman dirigió la primera. Y en ese conglomerado, sin duda, resalta un sello inconfundible: la canción de Ray Parker Jr. A partir de ahí una sucesión de idas y vueltas fantasmales, de escasa ambición, incluyendo un cinta dirigida por el hijo de Ivan Reitman.
País EE UU
Año 2024
Dirección Gil Kenan
Guion Kenan, Jason Reitman
Reparto Paul Rudd, Carrie Coon, Finn Wolfhard, Mckenna Grace
Género Fantástico/Comedia
Este enésimo regreso es insulso y acumulativo, todo resulta plomizo, alargado sin fundamento y sin una pizca de caricatura, de vuelta de tuerca o de intento de agitar algunos de los iconos originales. El único 'Imperio helado' que desprende el nuevo filme es ese en el que se verá sumido el espectador, casi ajeno a lo que sucede en pantalla, entre tópicos, guiños de salón, vómitos de ectoplasma y la sensación de que se ha realizado con el piloto automático puesto y exento de cualquier conmoción, ni por el lado de la risa, ni por el de lo paranormal. Sin duda lo de Cazafantasmas ha sido siempre un globo hinchado, asentado en una buena idea fundacional pero incapaz de evolucionar desde la innovación. En esta entrega, dedicada a Ivan Reitman fallecido hace apenas dos años, la cinta solapa golosinas de un hábitat donde caben arcanos, maldiciones, viejos libros, conjuros, o citas a Lovecraft sin mostrar nunca ni una mínima sombra de su atmósfera. Todo es confusión, alternativas generacionales en los puntos de vista, verborrea cansina, protagonismo de los objetos mostrados en un caótico juego de nostalgia y enredo muy superficial y ruidoso.
La cosa empieza a lo 'Cuarto milenio' y discurre entre encuentros del más acá y el más allá, con una estructura de asociación de parejas, que incluye un leve romance entre dimensiones, dirigida por Gil Kenan. Pero el ejercicio es aplastante y monótono. La comedia familiar no tiene sentido ni con psicofonías, el guion no resistiría la claridad de preguntas de una ouija y lo grandilocuente (también el de los efectos y el ritmo supuestamente desatado) colisiona con una realización convencional y una anodina e insípida danza de tramas y subtramas que tan pronto apelan a un chiste sin gracia, como a una aparición demoníaca, o a esa Nueva York bajo cero más vista que una colección de cromos catastrofista.
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