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.Siendo casi un niño, Héctor Alterio (Buenos Aires, 1929) sintió que el teatro le hacía sentirse alguien importante. Hoy, con 88 años, asegura que ... le hace sentirse vivo. Mañana lunes, a las 22.00 horas, estará en el Paraninfo del Campus de Las Llamas con el montaje 'Como hace 3.000 años', un homenaje a su poeta favorito, León Felipe, enmarcado en el ciclo escénico de la UIMP. El veterano intérprete, que aspira a llevar la poesía a las calles como hizo Homero, reconoce que aún tiene un gran interés por mejorar en su oficio y sobre todo, mucho respeto por el público. También recuerda que «la felicidad, como la suerte son cosas que van subiendo y bajando a lo largo de la vida».
–'Como hace tres mil años' es un proyecto muy especial para usted. ¿En qué consiste?
–Sí. Ya llevamos más de diez años con él, aunque no de forma continuada. Me acompaña un guitarrista excepcional y ya amigo que se llama José Luis Merlín. La obra nació como un homenaje a León Felipe que se fue moldeando con el tiempo y la respuesta del público me anima a continuar. No es otra cosa que leer sus poemas acompañados de la música de la guitarra, pero lo cierto es que despierta mucha atención y eso que el discurso no es fácil. León Felipe escribe de una forma muy especial con muchas metáforas. A veces con rebeldía y otras con alegría.
–¿De dónde viene el título?
–Es el título de un poema de Esteban Agüero, un autor argentino que concibió esos versos con el deseo de reivindicar la poesía o al menos poder reunir a su alrededor a cientos de personas como hacía Homero en su momento. Este poema es el único del espectáculo que no es de León Felipe. Decidimos incluirlo porque como este poeta argentino, nosotros tenemos la ambición de que el público llene la sala como hacían hace tres mil años para escuchar a Homero.
–¿Cómo definiría la poesía de León Felipe?
–Es una poesía de rebeldía. De verdades de un poeta maldito, renegado y olvidado; genial y contradictorio. León Felipe se tuvo que exiliar a México después de la Guerra Civil y allí, donde además murió, es bien respetado. Mucho más que aquí, que aún sigue siendo un gran desconocido. Nosotros repasamos sus versos y su biografía, pero sobre todo, ponemos de manifiesto sus ansias de libertad.
–¿Por qué hay que leer poesía?
–Porque es bueno para el alma y si es de León Felipe mejor.
–Tiene estrenadas más de 150 películas, muchas de ellas bien exitosas, pero ¿el teatro es su gran pasión?
–A mí el teatro me hace sentir vivo. Me siento patrón de mi trabajo. Me ofrece la posibilidad de mejorar en el escenario el trabajo de la noche anterior. Reconozco que el cine y la televisión me han ayudado mucho y me han hecho sentir cosas muy agradables, como viajar o conocer gente, pero lo veo como algo estático. Como una fotografía. En cambio el teatro, aunque sea la misma obra, es distinto cada noche y eso es lo que entiendo que hace sentirse vivo a un actor. Llevó 70 años encima de un escenario y he cumplido ya los 88, pero sigo haciéndolo con alegría y con un gran interés por mejorar.
–¿Qué le llevó hace 70 años a subirse a un escenario?
–Para mí era un especie de juego. Conservo una imagen en la cabeza de aquel tiempo. Yo estaba en un escenario y en el patio de butacas estaban mis amigos. Nunca podré olvidar sus caras. Estaban extasiados y divertidos y eso hizo que me sintiera importante. Creo que fue el núcleo inicial. Más allá de querer entretener, el ser protagonista y sentirme importante fue lo que me llevó al teatro. Luego alguien me animó a dedicarme a ello en serio, aunque en los inicios lo hacía fatal. La primera obra en la que participé se llamaba 'Suicidarse en primavera' y tendría trece o catorce años. Cinco años después entré en una corriente de teatro alternativo en Buenos Aires de la que formé parte tan solo por afición y ya a los cuarenta y pico años me di cuenta de que podía vivir de esto.
–Las amenazas de muerte por parte de un grupo de la ultraderecha argentina, la Triple A, le trajeron a España donde, hoy en día, es un actor bien querido, pero ¿los inicios en este país fueron muy difíciles?
–Sí. Todas las cosas que uno no elige están llenas de dificultades, pero en los momentos más importantes de la vida es cuando uno descubre quién es quién. Por fortuna encontré compañeros que sin conocerme me ayudaron y eso marca mucho. Luego he vuelto a mi país en varias ocasiones, pero decidí quedarme porque mis hijos (los también actores Ernesto y Malena Alterio) ya habían nacido aquí.
–¿Le parece que los actores jóvenes lo tienen más fácil que los de su generación?
–No sabría qué decir. El trabajo depende de la situación económica del país y si esa es mala, afectará negativamente y si es buena positivamente. En España estamos más o menos equilibrados con el resto del mundo. Creo que está establecido que la felicidad y la suerte son cosas que van subiendo y bajando a lo largo de la vida.
–¿Le queda algo por hacer en su profesión?
–Nunca tuve una gran ambición por un determinado personaje u obra. Lo único que siempre he deseado es tener una continuidad en el trabajo. Esta es una profesión en la que el teléfono cuenta mucho y uno siempre está esperando a que suene. Sobre todo después de cada trabajo que es cuando se presentan espacios a veces muy prolongados y eso no ha cambiado setenta años después. En esos momentos he llegado a pensar que hubiera sido mejor tener un a profesión más estable, pero reconozco que eso me dura muy poco.
–¿Y en qué está trabajando ahora?
–Lo último que he hecho en teatro es la obra 'El padre', de Florián Zeller. Estuve dos años con ella y fue una experiencia maravillosa con una gran respuesta de público por toda España. Pero ya cumplió su ciclo y terminó la aventura. Me ofrecieron otras cosas que no me acabaron de convencer, así que he rescatado la lectura de los poemas de León Felipe que se están convirtiendo en una especie de salvavidas en esos tiempos de parón.
–Y en esos tiempos de parón, ¿nunca se ha planteado impartir clases de interpretación?
–No me veo haciéndolo (ríe). A veces me permito opinar ante algún director con una gran humildad, pero no va más allá de eso.
–¿Cómo hace para poder seguir sobre un escenario a los 88 años?
–Procuro dormir bien y salir bien descansado. Pero lo que verdaderamente me permite seguir es el saber que hay un señor sentado en la butaca, que salió de su casa, llegó al teatro, compró la entrada y que permanece hasta dos horas esperando a ver qué hacemos. A mí toda esa secuencia me provoca un gran respeto. Me mantiene vivo, yo no puedo pasar eso por alto, porque ese señor, que representa al público, se movilizó para ver una función de teatro en la que yo trabajo y eso me obliga a devolverle lo mejor de mí mismo como actor. No sería honesto repetir el texto como un papagayo o actuar de cualquier manera, porque no se lo merece.
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