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Cuesta trabajo hacerse a la idea de que Mario Camus ya no esté entre nosotros porque parece que su fortaleza física y moral, su capacidad de trabajo, su discreción y empatía con las personas –con todo tipo de personas, sin acepciones– le harían imbatible. Pero la realidad siempre es testaruda y no hay forma de soslayar el dolor de la pérdida.
Mario ha sido un referente en el cine español de las últimas décadas; junto a Carlos Saura –su amigo y compañero en 'Los golfos' (1959), la película inaugural del 'Nuevo Cine Español'– ha sido un trabajador infatigable, con la dosis también de superviviente en una industria siempre frágil. La profesionalidad y la entrega a su trabajo dejaban de lado cualquier 'postureo' o pose para las cámaras; parece mentira que Mario se haya dedicado al mundo del espectáculo, tan dado a la alfombra roja y las máscaras, siendo él de las personas refractarias a cualquier disfraz y renuente incluso a hablar en público.
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Esa dedicación profesional en la dirección de cine necesariamente ha supuesto un trabajo en equipo, para lo cual hay que poseer la talla humana que implica tratar con muchas personas y hacer que cada una dé lo mejor de sí. Esta es otra cualidad de Mario, con pocos pero muy fieles amigos a lo largo de toda la vida. Disfrutaba mucho hablando de las personas que colaboraron con él y lo hacía con más facilidad si habían desempeñado oficios básicos, como eléctricos, conductores o empleados de sastrería. Lo que no quita para que intérpretes consagrados como Ana Belén o Antonio Valero hayan estado muy cerca de alguien a quien consideraron su maestro y generoso impulsor de sus carreras.
Mario ha trabajado como guionista y director más de medio siglo, desde la citada 'Los golfos' a 'El prado de las estrellas', que rueda en Cantabria y que recoge precisamente el amor al trabajo, el valor del esfuerzo, el respeto a los mayores y la dignidad de una vida sin imposturas que él ha puesto de manifiesto. Siempre me llamó la atención que, además de ver mucho cine –con su esposa Concha Bergareche disfrutaba una película diaria a las ocho de la tarde– y de hablar sobre actores, escenas de películas, anécdotas de rodaje… Mario Camus se apasionaba por los buenos libros, por las buenas historias. Gozó de la amistad y complicidad de novelistas y poetas de su generación (Ignacio Aldecoa, Martín Santos, Claudio Rodríguez) y de escritores consagrados como José Saramago o Miguel Delibes. Este anclaje en la literatura que le alimentaba cada día, ha hecho de Mario una persona extraordinariamente culta y lo ha elevado a la categoría de intelectual o creador genuino, pues posee unas claves propias con que aprehender el mundo.
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Creo que fue una persona afortunada por su gran familia y cuantos le rodearon en distintas épocas. Tuve el honor de ser su amigo durante bastante tiempo a partir de la elaboración de un libro sobre sus rodajes en Comillas ('Cine en Cantabria', Ed. Tantín, 1994), de mi tesis doctoral sobre su cine ('Mario Camus', Cátedra, 1998) y una pequeña biografía ('Mario Camus, oficio de director', Valnera, 2007) en sustitución de las memorias que el editor Jesús Herrán Ceballos le encargó y él no quiso escribir, sin duda por humildad.
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Frente a las reservas y suspicacias de los artistas cuando alguien habla de su trabajo, siempre respetó el mío, que suponía interpretar y valorar sus películas, algunas de forma muy favorable y otras no tanto. Pero, sobre todo, me abrió su casa y estaba deseando compartir la amistad con una conversación serena, emotiva. La cercanía en la distancia corta contrastaba con cierto retraimiento en los grupos grandes.
De Mario nos quedan unas cuantas buenas películas, con historias muy 'fordianas' que invitan a empatizar con la gente sencilla y situarse en el mundo con autenticidad. Desde el protagonista de su corto de la escuela de cine 'El borracho' (1962) y el boxeador de 'Young Sánchez' (1964) al Alfonso que interpreta Álvaro de Luna en 'El prado de las estrellas' (2007) hay una nómina variada de tipos humanos que se sitúan más bien en la órbita de los 'perdedores' que sobreviven con dignidad desde la entereza moral. Personas que dan la talla, porque Mario Camus ha sido de gran talla, física, profesional y, sobre todo, humana.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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