Más cloro que agua
Cinesa, Ocine y Yelmo ·
El filme se ahoga en sus pretensiones, transparenta sus limitaciones y muestra sus agujeros negros más que el destello de la turbulencia requeridaSecciones
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Cinesa, Ocine y Yelmo ·
El filme se ahoga en sus pretensiones, transparenta sus limitaciones y muestra sus agujeros negros más que el destello de la turbulencia requeridaAbstenerse, obviamente, quienes padezcan esa patología conocida como hidrofobia, Pero quizá también quien antepone exigencia máxima a un género que muchas veces se limita a quedarse en la superficie y se conforma con alguna que otra incursión en la hondura y en la profundidad, valga ... el símil. 'La piscina', ya se lo imaginan, toma el modelo de las casas encantadas y traslada el mal a un recinto que por tradición en el imaginario se asocia al ocio, al bienestar y a cierto aislamiento físico, existencial y hasta poético. «Te detienes y nadas. El fondo es tu capricho», escribe Luis Antonio de Villena en un poema sobre la piscina. A todo ello juega el filme del debutante Bryce McGuire.
País EE UU
Año 2024
Dirección y guion Bryce McGuire
Reparto Wyatt Russell, Kerry Condon, Amélie Hoeferle, Gavin Warren
Género Terror
Una dosis de relatos sobrenaturales; un pasado de esos donde la vida mancha; lo familiar amenazado, que nunca puede faltar; las esperanzas y frustraciones en pugna visibles e invisibles y sólidas interpretaciones. Pero el filme carece de equilibrio, de talento para que la atmósfera y los acontecimientos nunca se solapen o superen unos a otros. Con más definición, ideas claras y medida en la tensión el efecto hubiese perseguido la estela de los lugares estigmatizados por sombras, enigmas, sobresaltos e insólitos encuentros. Aquí los guiños, más bien citas obligadas a 'Tiburón' y 'El resplandor', no pasan de meros referentes expuestos por un discípulo aplicado. Es lo que tiene el simbolismo de un cuarto oscuro cuando tocamos la llave de la luz (nuestra confiada, aunque cara, zona de confort) y la oscuridad sigue reinando. En 'La piscina' hay más cloro que agua, o sea, más confusión y malas soluciones, lejos de esa inmersión total en las dimensiones posibles como en los relatos de Lovecraft.
El sello Blumhouse, cómo no, está detrás y la sensación de que todo empieza a reflejar exceso de marca, afectada producción y búsqueda obsesiva de franquicias, diluye en este caso las buenas ideas y una más que notable puesta en escena. Pero cuando la película nada y bracea la sincronización hace aguas. La trama, en sus tour de force, se ahoga en sus pretensiones, transparenta sus limitaciones, también de medios, y muestra sus agujeros negros más que el destello de la turbulencia requerida. Un cortometraje homónimo del propio McGuire hace una década se ha convertido ahora en largo. Un impulso olímpico pero con mucho freno. A medida que cruza el metraje muta su inspiración en prudencia. Triunfa, sí, el sonido como si el desagüe, el sumidero de turno fuese la única salida posible. --
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