Cordón umbilical
'Ad Astra' | Dirección: James Gray; Género: dramático; Salas: Cinesa y Peñacastillo
Guillermo Balbona
Santander
Lunes, 23 de septiembre 2019, 15:57
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Guillermo Balbona
Santander
Lunes, 23 de septiembre 2019, 15:57
Soliloquio sobre la identidad, mirada al hombre desde el espacio. La ciencia ficción de 'Ad Astra' –expresión latina no lo olvidemos– es una vuelta de ... tuerca a la condición humana y, por tanto, fiel al espíritu del género. Metáfora más anticipativa que distópica, más reflexiva que activa, la cinta de James Grey es un paseo sobrio, a modo de monológo interior, donde cada uno de nosotros es espejo de astronauta afrontando la órbita de nuestra existencia.
El filme es un Solaris conradiano, otro viaje 'al corazón de las tinieblas' aunque esta vez el río sea el espacio, pero las incertidumbres e inquietudes, las sombras turbulentas, los vacíos y la extrañeza de vivir sea la misma.
El cineasta de 'Two lovers' traza una aventura que recorre a la hora de la verdad el futuro del pasado. Todo el filme cíclico y elíptico es un gran cordón umbilical que une el monólogo y el cuaderno de bitácora de un superviviente, mientras el líquido amniótico acoge la travesía interior y exterior de este comandante en busca del padre.
La épica de la intimidad y la piel de los inabarcable se funden y dialogan en un filme que no oculta sus deudas y homenajes pero que mantiene una coherencia estilizada con planos hermosos, un equilibrado catálogo de grandiosidad empequeñecida y cercanía grandilocuente en una coreografía visual, entre 'Gravity' y Kubrick, que ni es copia ni pretenciosidad vulgar. Porque 'Ad astra' (Per aspera ad astra significa «A través del esfuerzo, el triunfo», «Por el sendero áspero, a las estrellas») es una odisea donde el planeta de referencia es el hombre, el satélite su necesidad de respuestas y la atmósfera, la soledad adherida al traje con el que salimos en busca de nosotros mismos. En este sentido, es un filme que transcurre en el espacio pero que resulta absolutamente telúrico, un viaje a través de la incomunicación y los miedos primarios que desea abrazar lo esencial.
En la inmensidad del cosmos el cineasta de 'Z la ciudad perdida' sitúa al hombre enfrentado al reflejo del casco, en un primer plano que es el verdadero paisaje insondable de la aventura. Ni la luna colonizada con sus piratas y su cara oculta ejerciendo de geografía secreta, ni Marte como estación hacia otro mundos, ni Neptuno entre grandes sombras de lo desconocido poseen la dimensión de verdad que muestra el hombre en su reflexivo enigma, mientras atraviesa distancias interminables y plantea ambiciosos territorios de supervivencia.
Este 'Interestellar' con acento del Malick de 'El árbol de la vida' abusa de la voz en off y, en ocasiones, queda preso en cierta frialdad emocional, pero lo crepuscular del horizonte siembra de fragilidad el gesto y la gesta. Brad Pitt, en una encarnación que es antítesis de 'Erase una vez en Hollywood', rubrica su momento de madurez. Para quien quiera embarcarse en esta abstracción a veces fianlistsa, otras bella, que prepare el equipaje del exilio interior. Quizás el último asidero de redención.
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Ana del Castillo
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