Crítica 'Navalny': Necesario, pero rutinario

La reciente y mediocre edición de los Oscar, una efervescente nadería que ha tratado de inaugurar una nueva era solo atisbada en la cabeza de los gerifaltes de la industria, tuvo una única nota política: 'Navalny', ganadora al Mejor Documental por su retrato del más famoso opositor de Vladimir Putin, Alekséi Navalny. En el filme de Daniel Roher el trabajo audiovisual tiene el valor y la fuerza del testimonio, el retrato de un caso que está ligado a la actualidad, a esa vibración que va más allá de la inmediatez y a esa sensación que transmiten los hechos cuando parece que de verdad están haciendo historia. Pero el documento del cineasta alemán es tan necesario como convencional.

La cámara plagada de tópicos, con escasa intensidad, sigue a Navalny mientras se recupera en Alemania tras ser envenenado en Siberia en un intento de asesinato con una toxina nerviosa de la era soviética. Su factura remite a un thriller pero el estatismo, la frialdad, incluso cierto uso impersonal de los audiovisual tiene como efecto un documento paradójico y contradictorio: el estremecimiento del suceso carece de correspondencia en la fluidez, el montaje y el atractivo del caso. Hasta el punto que se provoca cierto distanciamiento.

Antes de Hollywood, el documental ya había ganado el Premio del Público en Sundance, y entre galardones y el estallido de la invasión en Ucrania, lo cierto es que Navalny es un fantasma en prisión y la propia Rusia es una incógnita amenazante e imprevisible, presa de sí misma. Roher, que en un anterior trabajo contó la historia de The Band, hace hincapié en el tono de periodismo de investigación pero se echa de menos hondura y capacidad para narrar más allá de lo que puede considerarse impacto, mientras opta casi por seguir la huella de la banalización del espectáculo.

Sabemos de la importancia de la denuncia, produce un temblor casi oscurantista y medieval confirmar las posibilidades del terror ejercido por el poder. ¿Conocemos mejor al activista anticorrupción Navalny y su entorno tras visionar el filme? La respuesta es no. ¿Era necesario abordar una restitución como esta? Claramente, sí. Como documental informativo la fuerza de los datos vence a su ilustración. Como prueba de vida carece de tensión humana. No obstante, sirve como instrumento para abrir los pliegues de esas estructuras kafkianas, en apariencia invisibles, pero siniestras y constructoras de pesadillas.

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