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Algunos que reniegan ahora del cine de Trier no ocultaron sus alabanzas cuando a finales de los noventa firmó este monumental melodrama. Para los más ... jóvenes, que quizás han conocido solo al cineasta danés en su fase más epatante, incluso experimental, buena es la oportunidad que brinda la Filmoteca de reencontrarse con esta desgarradora historias de amor y redención. Fisicidad y gesto pasional, conmoción e intensidad visual se aúnan en esta obra que marcó un antes y un después en la trayectoria del director que se abría al universo católico. Fue una ventana expansiva a un cineasta que empezaba a forjar una aureola de culto y, al tiempo, mostraba una rara avis por la sencillez de su planteamiento.
Pero Trier, entre dos devociones, la de Bergman y Dreyer, fascina al situar el foco tras la historia lineal en un relato funambulista entre el vértigo de la religiosidad y la fe, el erotismo y la sexualidad como solución final y la pasión en un mundo donde todo parece ir en su contra. Aunque se inspira en 'Justine' de Sade, y en el cuento 'Corazón de oro', en realidad 'Rompiendo las olas' es un trasunto de 'Ordet' donde la palabra, la pureza visual y una concepción de la belleza como milagro configuran su personsalidad visual.
Donde Dreyer conseguía imágenes que levitaban con su realismo poético y espiritual, Lars von Trier se inclina por cierto surrealismo y una mirada extrañamente documental. El cineasta abría una trilogía, 'The Golden Heart', que construye una de sus etapas más premiadas y reconocidas de forma unánime con 'Los idiotas', comedia satírica y muy referenciada después, y ese musical melodramático único que es 'Bailar en la oscuridad', con la cantante Bjork al frente que le supuso la Palma de Oro en Cannes. El cineasta nórdico, creador de ese movimiento o escuela afectada llamado Dogma 95, se arriesgó con el debut de la actriz Emily Watson que se entrega en un trabajo sensacional. Esa ecuación entre realismo, poesía, emociones y obsesiones que parece condenada al fracaso, roza la excelencia en el filme de Trier.
El amor solo es verdadero si trasciende. La vibración de lo misterioso es el principal arma poética con sus contrastes de cadencia y su explosión de poderoso martirio: el del sacrificio. Todo es asfixia y miseria moral. Para enmarcar ese paisaje desnudo, inhóspito, cámara en mano, las campanas suenan al principio y al final en una oscilación entre el amor y la fe, entre lo mundano y lo religioso. En la entraña del filme reside la sentencia: «El amor es poderoso».
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